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    ¿Se rompe el “hechizo” de Milei?

    El Presidente presentó, este domingo, el presupuesto 2025 en el Congreso. Lejos de causar entusiasmo, el evento provocó un apagón masivo de la televisión en el momento en que se anunció la cadena nacional.

    La TV Pública, por poner un ejemplo, tuvo un retroceso inmediato de 10 puntos de rating, y se estima que, entre todas las emisiones, no se llegó a los 11 puntos en total, algo que contrasta fuertemente con los 50 puntos que había logrado Milei en la transmisión del inicio de las sesiones parlamentarias, que sorprendió a la oposición tras varios meses de fuerte ajuste económico. 

    No es una chicana boluda, cada vez que el Presidente se jactaba de tener más visualizaciones, más impacto en redes, o de levantar la audiencia de un programa de televisión sólo con su presencia, establecía que ese era un terreno primordial de la lucha política, y tiene razón.

    Ese magnetismo directo entre su figura y la gente fue utilizado como apoyo de gobernabilidad para una fuerza sin gobernadores y con escasa representación parlamentaria. La Ley Bases o el reciente veto de la reforma previsional no se explican sin el peso en la balanza que significa esta adhesión.

    Las encuestas previas a la fallida cadena nacional ya empezaban a marcar que algo de apatía empezaba a campear incluso en el núcleo de apoyo al Presidente. La consultora Zubán Córdoba había registrado que el 70% de la población cree que el Gobierno trabaja para los ricos, un 40% cree que Milei no tiene ningún logro, y un 57% desaprueba la gestión, directamente. Además, sometieron a la opinión de los encuestados frases que dijo Milei en la última entrevista que brindó a Luis Majul, como la famosa: “el poder adquisitivo de los jubilados voló”. Obviamente la gente ahí coincidió, voló lejos de los bolsillos de los jubilados.

    La escenificación del presupuesto parece haber sido una estrategia para hacer jugar el carisma de Milei tras algunas semanas difíciles tras el veto a la reforma previsional, que representó una victoria pírrica, la represión (donde la agresión directa a una niña de 12 años conmocionó a la opinión pública), y las insólitas internas por la visita de un grupo de parlamentarios de LLA a genocidas en el penal de Ezeiza.

    En su presupuesto 2025, Milei pide un ajuste de 60 mil millones de dólares a las provincias. Al mismo tiempo, aumenta los impuestos a los monotributistas y establece un incremento del presupuesto educativo del 28% (la mitad de lo necesario para funcionar), mientras que duplica los fondos de la SIDE.

    Por otra parte, las previsiones del gobierno con el presupuesto son muy optimistas: dice que la economía en 2025 va a crecer un 5%, que la inflación se va a desacelerar a 18,3 por ciento y que el dólar va a terminar ubicándose alrededor de los 1.207 pesos. Además, que va a haber un superávit primario del 1,3 por ciento del PBI. Es el palo y la zanahoria.

    ¿Sorprende en este marco la apatía de la población ante el discurso presidencial? Todos ya sabíamos lo que íbamos a escuchar: “no hay plata” y “se viene más ajuste”, los grandes éxitos del León.

    ¿Quién podría entusiasmarse, después de un año de caída vertical del poder adquisitivo, por un discurso en el que el Presidente iba a decir que el tremendo esfuerzo hecho es sólo la mitad de lo necesario y ahora viene la peor parte?

    A diferencia de lo que opinan analistas superficiales que esperaban un derrumbe inmediato de los libertarios, o explicaban su triunfo solamente como un “voto bronca”, mucha gente incorporó realmente la argumentación de Milei. Se ubicó como si estuviéramos ante un cambio histórico, en el que el esfuerzo de la población con el ajuste representa una necesidad para sacar el país de “la decadencia de los últimos 70 años”.

    Después de los fracasos a ambos lados de la grieta, del gobierno de promesas de Macri (que el segundo semestre, que la lluvia de inversiones, que los brotes verdes), y el gobierno de excusas de Fernández (que la pandemia, que la sequía, que la guerra), al fin uno sincero, que dice la verdad de frente por más dura que sea. Pero “a la larga estamos todos muertos”, solía decir el economista John Maynard Keynes, que tanto desagrada a Milei. 

    ¿Cuánto tiempo puede aguantar la gente un ajuste permanente en función de una expectativa de mejora futura que nunca llega?, y lo más preocupante, ¿qué pasa si empieza a haber dudas por parte de los aliados del Gobierno sobre la posibilidad de un desborde social frente al ajuste? Inversores, organismos internacionales y especuladores financieros podrían esfumarse a resguardar sus dividendos, desencadenando un desgobierno económico que termine de desestabilizar la crisis en curso.

    Volviendo a la opinión de los trabajadores, la decepción con el gobierno de Javier Milei no debe transformarse en apatía, sino en organización para poder derrotar definitivamente sus plan de políticas antipopulares. El gran desafío estratégico que tenemos es el de construir una alternativa global al de la derecha y las fuerzas capitalistas, pero quizás (seguramente) primero debamos recuperar la confianza en nuestras propias fuerzas, en que se puede resistir y vencer.

    Para eso, es imprescindible que nos apoyemos en los puntos sensibles del ajuste, movilizando y defendiendo con nuestros métodos históricos cada una de las reivindicaciones atacadas por el oficialismo.

    Es muy probable que la lucha contra el veto al financiamiento universitario sea la próxima parada, sin olvidar la actual lucha de los trabajadores aeronáuticos, emblema de resistencia frente a la avanzada privatizadora del gobierno libertario.

     

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