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    Interna peronista: no sos vos, Cristina, es tu verticalismo

    La interna peronista vuelve a copar la escena política, envuelta en tensiones entre el liderazgo de Cristina Kirchner y la autonomía que intenta marcar Axel Kicillof. Lo que parece un caos, en realidad es una vieja discusión sobre cómo se ejerce el poder dentro del peronismo. En el fondo no hay un programa, sino una puja metodológica. ¿Es posible repensar la conducción sin dinamitar la unidad?

    Para empezar, una adivinanza:
    Todos hablan de ella, pero nadie la entiende. Primero la provocan y luego la tratan de loca. ¿Qué es?
    La interna peronista.

    Es así: la interna es nombrada como una entidad, una suerte de ser vivo que tiene sus propias motivaciones irracionales, oscuras e ininteligibles, de las que nadie se hace cargo.

    Nunca faltan los soldados de la unidad, los de “hagan algo, el país está mal” o los que simplemente dicen que están “hinchados las pelotas”, como el dirigente del Frente Patria Grande, Juan Grabois.

     

    ¿Tienen razón? ¿La interna es una estupidez cometida por la dirigente política más importante que ha dado la democracia en los últimos 30 años y su heredero político más prominente?

    En esto, la frustración militante, las innumerables notas que escribimos periodistas a contrarreloj —muchas veces sin terminar de reflexionar a fondo sobre lo que estamos diciendo— terminan metiendo más ruido que claridad.

    Empecemos a definir antes de seguir opinando: el peronismo es la principal oposición al gobierno de Javier Milei y está conducido por diferentes dirigentes, correspondientes a distintas tribus, que son personas inteligentes y con formación política.

    Muchas veces, por pereza intelectual, hastío o sencillamente porque no entendemos un proceso —que tal vez ni los mismos protagonistas terminan de comprender—, tomamos el camino más fácil y lanzamos un conjunto de sentencias como: “la interna es totalmente ridícula”, “no se entiende”, y otras por el estilo.

    Interna K: ¿El kicillofismo es un kirchnerismo sin Cristina?

    Esto no quiere decir que la interna represente un debate programático serio sobre cómo salir del país. En eso le doy la derecha al editor de La Revista Panamá, Martín Rodríguez (Tinta Limón para los tuiteros): “Si les preguntás a Máximo y Axel cuáles son las siete diferencias que tienen, no te sabrían qué decir”.

    Es que el fondo de la interna no está en el “qué”, sino en el “cómo”.
    La interna no se produce por un debate sobre cómo salir económica y políticamente de este desastre (al que además se le suman los aranceles de Trump y la guerra comercial intergaláctica y apocalíptica). ¿Quién sabe cómo salir de eso? Nadie. Se les quemaron los papeles a todos los dirigentes del mundo.

    La interna peronista implica una discusión metodológica sobre el poder

    Si hiciéramos una representación de los cristinistas, podría ser la siguiente:
    “Cristina es la conducción, porque es quien tiene mayor capital político dentro del kirchnerismo. De hecho, ella fue quien eligió a Axel como gobernador. Es fácil pedirle a Cristina que comparta las decisiones, lo difícil es tener sustento político para estar a su altura. En el peronismo, quien tiene los votos, es decir, la llave del poder, conduce”.

    Los axelistas podrían contestar:
    “Cristina designó a Scioli, que hoy está con Milei; eligió a Alberto con un tuit e hizo un gobierno desastroso; eligió a Massa, que muy confiable no parece. Puso a Insaurralde como jefe de Gabinete bonaerense y la cosa terminó en Marbella en una situación muy poco decorosa. ¿Por qué tenemos que seguir aceptando sin chistar lo que diga Cristina? ¿No ven que viene pifiando bastante?”.

    Kicillof fue una suerte de hijo político para Cristina Kirchner.
    Kicillof fue una suerte de hijo político para Cristina Kirchner.

    De cualquier manera, Cristina sigue siendo dueña de la mayor porción de representación del peronismo, y entonces en el fondo se establece otra discusión: capaz que el verticalismo total no está tan bueno. Algo de eso expresaba Alberto Fernández, a quien luego se lo acusó de no dirigir nunca.

    Es natural que un muchacho venido de la clase media porteña y progresista, de padres psicoanalistas judíos e ideológicamente de izquierda, tenga una impronta antiverticalista. Kicillof dice “acá nadie tiene la vaca atada ni es dueño de la verdad absoluta”, en clara alusión a la presidenta del PJ.

    Siguiendo este razonamiento, desde la perspectiva de Kicillof podríamos decir que la interna no es por el control total de la lapicera, sino por cómo se la usa.

    Desde el otro lado responden: “Esto es peronismo, papá. Acá hay uno que conduce y otro que acompaña”. Pero la realidad es que Kicillof elude mucho su autodefinición como peronista. Se autopercibe como “keynesiano”, habla de que “sus acciones lo definen” y otras formulaciones igual de esquivas.

    Vengo de la tradición trotskista. En los papeles, las internas las resolvemos con documentos, boletines internos, profundas lecturas y acaloradas discusiones maratónicas. Luego, cada fracción vota en el Congreso y el que gana, gana, y el que pierde, acompaña. Eso, en la tradición. En la vida real, estoy expulsado por opinar que tal vez no era tan buena idea presentar lista por fuera del Frente de Izquierda y nunca pasar las PASO.

    La discusión metodológica sobre el poder es válida. No será oportuna, ni todo el mundo la entenderá, ni exhibirá la gran generosidad de cada actor dentro de la trifulca. Pero así son las peleas internas.

    Y lo digo yo, que viví una interna en la que el poder que se disputaba era meramente dentro de una pequeña organización trotskista. Disputarse una cuota del poder real no creo que pueda hacerse siempre con buenos modales ni intentando que hasta el militante más nuevo entienda todo.

     

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