“Que este chocolate te endulce un poquito en esos días fríos de las Malvinas. Te saluda, un futuro soldado de 7 años. Gracias por defender mi patria”, escribió Gustavo Gabriel Vidal, en Villa Ballester, General San Martín.
Su abuela le dijo que guardara la carta junto al chocolate, y el pibe escribió abajo su nombre completo y dirección. Hasta ahí una pequeña historia tan conmovedora como anónima. Un alumno de primaria escribiéndole a un combatiente de Malvinas. No sabía este nene que esa carta se iba a meter en la historia argentina. Sin quererlo desnudaría la cara más miserable de la última dictadura militar.
Gustavo le había escrito a un soldado en combate. A cualquiera, al que abriera el chocolate. Todos eran héroes. No fue el único; había cientos, miles de chicos que escribían cartas y las enviaban con todo tipo de mercadería. Había quienes enviaban ropa, mantas, calzado. Algunas personas incluso mandaron joyas, y hasta hubo quienes vendieron departamentos para colaborar con los pozos solidarios para los combatientes de Malvinas.
De hecho, gracias a la transmisión en vivo de ATC, en la que se juntaban donaciones para los combatientes, se recaudaron 45 millones de dólares en efectivo, más todos los bienes materiales que enviaba la gente. La sociedad argentina mostró la solidaridad y el aprecio por los soldados que salieron a defender la patria.
La carta no llegó
A 1.700 kilómetros de Gustavo Vidal, se encontraba una nena en Comodoro Rivadavia. Ella fue a visitar a su abuela, quien le preparó un submarino. Cuando la señora abrió el chocolate para taza marca Noel, la chica vio “un papelito”. Era la carta que Gustavo había escrito a su héroe anónimo, al soldado anónima que admiraba y que en esos momentos combatía en Malvinas.
Un tío de la nena se lo comentó a Pedro Peralta, un exintendente de la zona, quien decidió arriesgar su vida, la de su familia y hacer un simple movimiento: le escribió otra carta a los padres de Gustavo.
Las Islas Malvinas y la falacia de la “autodeterminación de los kelpers”
“Estimado señor y señora Vidal, acompaño esta carta con fotocopia de la carta que vuestro hijo enviara a Malvinas a un supuesto soldado nuestro que nunca llegó. Fue hallada en un chocolate Noel p/taza que fue adquirido en un comercio de Comodoro. El suyo parece no ser el único caso. El significado es claro. Nos han engañado y usado. Nuestros soldados pasaron hambre y volvieron desnutridos”, expresó Peralta.
Hasta el día de hoy no se sabe qué pasó con los más de 45 millones de dólares y todas las donaciones que se enviaron.
Mientras jóvenes morían en Malvinas, pasaban frío y hambre, mientras una sociedad se conmovía por la valentía de estos héroes que defendieron la patria, hubo una dictadura militar que utilizó una causa justa para atornillarse a la Casa Rosada y mostró su cara más miserable. No eran nacionalistas, no eran patriotas: eran un grupo de delincuentes vestidos de militar.
Periodismo
Días después, una tapa de la revista Gente mostraba a Gustavo con la fotocopia de la carta. Adentro, una nota firmada por Rodolfo Zibell relataba los hechos, y esto empezó a destapar las múltiples denuncias de las donaciones que no llegaron. Ese fue el momento en el que la dictadura empezó a derrumbarse.
Años después, en 1985, Rodolfo Zibell formó parte de la redacción del Diario del Juicio a las Juntas, una iniciativa de Perfil para plasmar en un periódico diario las novedades judiciales de un hecho inédito: la población civil juzgando a una dictadura militar saliente.
Las Juntas Militares fueron condenadas y luego vinieron más juicios y más memoria. Sin embargo, la sentencia popular empezó a escribirse en los pañuelos de las madres y las abuelas, y también en un papel de chocolate, de la manera más inocente e increíble, a puño y letra de un pibe de siete años.