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    Comenzó la guerra comercial: Donald Trump y los aranceles recíprocos

    El giro proteccionista de Trump no es solo un cambio de política comercial: es un terremoto que sacude la estructura del comercio mundial e inaugura una guerra comercial. Los aranceles recíprocos anticipan recesión, inflación y tensiones entre potencias.

    Finalmente, las amenazas de Trump se cumplieron. El 2 de abril se anunciaron “aranceles recíprocos”, un cambio de juego total en la economía mundial. 

    Estamos hablando de que un país que representa más del 30% de la economìa global, con una gran participación en el comercio internacional, un país con el que comercian todas las naciones del mundo, de repente empieza a poner aranceles muy altos: con un piso del 10%, pero que suma a un 25% a las importaciones de automóviles de todo el mundo.

    La tabla arancelaria de Trump establece un 34% de impuestos a los productos provenientes de China, un 20% a los de la Unión Europea, un 46% a Vietnam, un 32% a Taiwán, 24% a Japón, India 26%, Corea del Sur 25%, Brasil, Colombia, Argentina y otros países 10%.

    Todas las industrias y comercios de esos países que exportaban a Estados Unidos van a tener un fuerte impacto en su rentabilidad. Va a haber recesión y despidos en distintos países del mundo producto de este cercenamiento del mercado mundial. Es un cambio de las reglas del juego del capitalismo liberal establecidas después de la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el consenso que tenían hasta ahora entre las naciones del mundo.

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    Donald Trump, frente a obreros de la industria automotriz, llamó al 2 de abril “el día de la liberación” y anunció que “empieza una edad de oro para Estados Unidos”. 

    Habrá que ver, porque las empresas que tengan que pagar esos impuestos van a trasladar esos impuestos al precio que pagan los consumidores. Muchos analistas indican que las medidas generarán inflación en Estados Unidos, y pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores. 

    Además, para frenar la inflación, la Reserva Federal tendrá que parar con la disminución de las tasas de interés, y eso también generará recesión.

    Y ni hablar de las respuestas geopolíticas que puede haber de las naciones que, en tanto Trump les establece nuevos aranceles, también tengan una respuesta y establezcan nuevos aranceles. 

    La Unión Europea y Taiwán ya dijeron que van a tener respuesta. Japón y el Reino Unido están tratando de negociar. Vietnam ya empezó a tratar de reducir sus propios aranceles para que la proporcionalidad los afecte menos. ¿Será esto el comienzo de una guerra comercial?

    Hay mucha preocupación en algunas industrias específicas. Por ejemplo, en la industria automotriz alemana dicen que se podrían perder hasta 300.000 puestos de trabajo, por la pérdida de rentabilidad en empresas como Volkswagen y BMW.

    Pero si vamos a las razones de fondo que hay detrás de esto, es un antes y un después, pero también el reconocimiento de un deterioro, de una pérdida de la hegemonía estadounidense sobre el orbe. 

    Una hegemonía que, a la salida de la Guerra Fría, con la caída del Muro de Berlín, a fines del siglo XX, incluso a principios del siglo XXI, parecía indiscutida.

    Se había “terminado la historia”, como escribió Francis Fukushima. Había sido derrotado el comunismo, se había caído el Muro de Berlín, y Estados Unidos se erigía como la única potencia mundial y la garante del desarrollo del capitalismo y la democracia en todo el globo sin ninguna oposición que le pudiera hacer frente.

    En los 90, EEUU representaba más del 50% de la economía mundial. Y creció producto del boom que representó la entrada de todo el Este europeo al mercado. Hoy retrocedió al 35–36%, un pedazo de la torta importante, pero con un fuerte competidor, China, que viene ganando terreno y avanzando geopolíticamente.

    El mundo ha cambiado. A la salida de la Guerra Fría se había dejado atrás la amenaza de la guerra atómica, esa tensión geopolítica que había con la crisis de los misiles en Cuba entre Rusia y Estados Unidos. De repente vimos nuevamente a su fantasma en la guerra de Ucrania, con Putin amenazando con armas nucleares preventivas. Y otro en Medio Oriente, con la posibilidad de que Irán —una nación que tiene armamento nuclear— entrara al conflicto por la tensión acumulada en la Franja de Gaza. No es casual que se use el eufemismo “guerra comercial”.

    Carl von Clausewitz, un general prusiano experto en el arte de la guerra, escribió un libro llamado De la guerra, donde decía una frase muy interesante: “La política es la continuación de la guerra por otros medios, por medios no violentos.” Lenin, el gran estratega y dirigente de la Revolución Rusa, tomó esta frase, pero la invirtió. Dijo: “La guerra es la continuación de la política por medios violentos.” La idea de continuidad entre ambos campos persiste. 

    Y así como la guerra es una manera para que las naciones hagan valer sus intereses por la fuerza cuando se acaban las palabras, cuando se acaban las negociaciones, cuando se llega a determinado límite de desacuerdo, muchas veces también hechas en interés de poderosos, mientras los que van a morir peleando por la patria terminan muriendo verdaderamente por intereses ajenos.

    Pero volviendo a esta concatenación de distintas instancias, la guerra comercial es una instancia de esa conflagración a gran escala, que tiene todas esas instancias: la instancia política, la instancia comercial y la instancia guerrerista.

    Entonces, la tensión geopolítica que se acumula con el paso de Donald Trump a establecer aranceles y a poner los intereses económicos de su Gobierno por delante del comercio mundial, incluso causando consecuencias negativas en las economías de otros países, es un primer paso a una fragmentación de ciertas relaciones y una erosión de los vínculos geopolíticos que hay que ver hacia dónde nos lleva.

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    Veremos las consecuencias inmediatas de estas medidas y, a mediano plazo, en particular en Argentina, es una dificultad que se suma a la necesidad de dólares de Javier Milei. Los impuestos para exportar a Estados Unidos dificultan el ingreso de dólares y empeorará la balanza comercial.

    Pero Argentina es un dato completamente subordinado en la importancia política mundial que tienen estas medidas, que va mucho más allá de la coyuntura de nuestro país.

    Estamos hablando de la hegemonía mundial, ni más ni menos. De consecuencias que son impensadas hoy, y que pueden abrir un terreno hacia lo desconocido.

     

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