Como todo movimiento político, la izquierda tiene sus clichés, sus lugares comunes. “Las elecciones son tácticas”, “el asistencialismo no es la solución a ningún problema” y el inmejorable “eso se definirá en la lucha de clases”. Este último siempre se utiliza contra cualquier pretensión de que los votos en el Congreso, una resolución de la Justicia o decisión de un funcionario puedan inclinar la balanza.
Clichés
Los troskos siempre vemos la lucha de clase detrás de cada cosa que sucede y a veces pecamos de simplificar las idas y vueltas con el Estado y la complejidad que encierran los diferentes actores políticos que lo componen.
Cuando decimos que tal o cual cosa “se resuelve en las calles” o “en la lucha de clases” también queremos decir que no podemos esperar nada de los funcionarios, jueces o diputados y que tenemos que confiar “solo en nuestras propias fuerzas”. Esto último, al juzgar por la endeblez de muchas convicciones podríamos acordar que es bastante cierto.
Los porotos en el Congreso
Hace años que este cliché no es tan cierto como en la actual situación. En este momento, los únicos espacios que están decididos a rechazar totalmente el DNU y la Ley Ómnibus en el Congreso son el kirchnerismo y la izquierda. Con el bloque del FITU y los diputados cristinistas se tiene aproximadamente unos 65 diputados. No alcanza ni para empezar.
Vergüenza radical
Amplios sectores del peronismo negocian con el Gobierno y los supuestos “defensores de la institucionalidad” del radicalismo se encaminan vergonzosamente a aprobar el DNU y la Ley Ómnibus. Dos engendros legales que le otorgan poderes extraordinarios a Milei, asumiendo gran parte de la suma del poder público. Daba risa (y bronca) escuchar a Ernesto Tenemabaum corriendo por izquierda al jefe de la bancada radical, Rodrigo de Loredo que afirmaba, que el kirchnerismo utilizaba “los argumentos institucionales” cuando “el problema era que estaba en contra de los proyectos”.
Estos proyectos eliminan el derecho a huelga, le otorgan prácticamente la suma del poder público a Milei, privatizan todas las empresas públicas y se las regalan a los dueños del país, fomentan la quema de bosques, extranjerizan aún más las tierras, permiten el ingreso de tropas de ejércitos extranjeros en nuestra región y un largo etcétera. ¿Cuál es el problema con estar en contra de estas medidas? ¿No vulnera muchas de las banderas que De Loredo y otros defendieron en su más tierna militancia de Franja Morada?
¿Y el bloque de Pichetto? Los republicanos, institucionalistas, defensores del “quehacer político” y la “Argentina federal”, un día dicen una cosa y otros dicen la otra. Salvo a quienes están con el Gobierno y quieren que se apruebe todo y a quienes estamos en contra y queremos que todo caiga, al resto es imposible entenderles una palabra.
¿Y la Corte?
Hay otra pregunta interesante ¿Por qué la Corte Suprema que tardó dos días en suspender las elecciones de Tucumán y San Juan ahora no hace nada frente al DNU que no tiene ningún antecedente mundial y que todos los abogados constitucionalistas concuerdan que es inconstitucional?
Milei nos da una clase de marxismo
La oscilación de los federales republicanos, el silencio de la Corte y la abierta traición de los radicales tiene un sentido profundo en la naturaleza del Estado de un país capitalista. Permítanme caer en otro cliché, pero es muy difícil entender la situación actual si no se lo ve con anteojos marxistas: este es un Estado burgués y tanto el DNU, como la Ley Ómnibus son regalos para los dueños del país, es decir para la burguesía. Cuándo un gobierno toma una decisión a favor de los trabajadores, siempre puede llegar a saltar algún juez, fiscal, funcionario, periodista, a poner el grito en el cielo, en defensa de las instituciones y vociferar: “Es inconstitucional”, “es populismo”, “es un avasallamiento de la república”.
Ahora se pasó por encima de toda institucionalidad en defensa de los dueños del país, de los empresarios que son parte del llamado “círculo rojo”: Magnetto (Clarín), Paolo Rocca (Techint), Eduardo Eurnekian (Grupo América), La Sociedad Rural, Pagani (Arcor), Marcos Galperín (Mercado Libre) ¿Qué sucede? ¿A dónde están los jueces, los fiscales, los diputados adalides de la república? Balbuceando incoherencias en las entrevistas.
El verdadero carácter del Estado, de la institucionalidad queda al desnudo. El Gobierno nos está dando una clase magistral de marxismo. Lamentablemente se nos está haciendo un poco cara.
El campeonato se define en la calle, el 24 tenemos un partido clasificatorio
¿Cuál es el único escenario en el que los dueños del país aceptarían devolver sus regalos? Uno en el que haya una mayoría social dispuesta a luchar en las calles para defender sus derechos. Una mayoría social en contra de las privatizaciones, que entienda la importancia del derecho a huelga, que no quiera regalar los recursos naturales a capitales extranjeros porque entiende que eso es regalar el futuro.
Una mayoría dispuesta a hacer otro Argentinazo en defensa de sí misma. Eso se construye en las calles, en las asambleas, en los cacerolazos, en los sindicatos, en los cuerpos de delegados, las comisiones internas y los centros de estudiantes.
La verdadera oposición está en las calles. Es ahí dónde hace que los que hoy balbucean, empiezan a acomodarse, porque en el fondo son representantes directos de los dueños del país y ellos prefieren devolver un regalo a tener el riesgo de perder más de lo que pueden ganar. Naturalmente la lucha en las calles se sabe dónde empiezan y nunca donde terminan. Ahí va otro cliché zurdo, que no por cliché deja de ser menos explicativo.