El Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), que introduce la Ley Bases, encuentra antecedentes, por su carácter entreguista de nuestra soberanía a grandes empresas extranjeras, en el Pacto Roca-Runciman de los años ’30.
Contexto internacional y local
En 1929 la caída de la bolsa de Nueva York había iniciado la crisis global conocida como Gran Depresión. Como forma de hacer frente a la crisis muchos estados se volcaron hacia políticas económicas proteccionistas y keynesianas. En este marco, Gran Bretaña decidió firmar el Pacto de Ottawa de 1932, en el que limitaba sus relaciones económicas al Commonwealth, es decir sus colonias y ex colonias, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Estos mercados tendrían un trato preferencial y la prioridad a la hora de venderles materias primas a Gran Bretaña.
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En la Argentina el golpe de Estado de 1930 había derrocado al gobierno de Hipólito Yrigoyen dando inicio al período conocido como Década Infame. Tras un breve y vano intento del general José Félix Uriburu de instaurar un régimen fascista, el gobierno de facto se vió obligado a llamar a elecciones. Sin embargo, en las elecciones de 1931 se proscribió a la UCR y reinstauró el fraude electoral, habitual antes de la Ley Sáenz Peña de 1912. Mediante el fraude y la proscripción la Concordancia, compuesta por conservadores y grupos de derecha, se impuso sobre la Alianza Civil, un frente entre el Partido Socialista y el Partido Demócrata Progrecista. Se impuso de esta manera Agustín P. Justo como nuevo presidente.
Pacto Roca-Runciman
Ante la desventaja en la que el Pacto de Ottawa colocaba a los exportadores de carne argentinos frente a los las ex clonias británicas, estos decidieron tomar medidas que les permitieran seguir manteniendo sus cuantiosas ganancias. Para esto contaban con la complicidad del gobierno conservador, el cual era fiel representante de los intereses de la oligarquía terrateniente y de la Sociedad Rural. El Pacto Roca-Runciman, firmado en 1933, fue un acuerdo económico entre el gobierno de Justo y Gran Bretaña. Dicho pacto fue firmado por el vicepresidente Julio Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman.
Se buscaba que los exportadores ganaderos pudieran garantizar un cupo de exportación de carne argentina al Reino Unido sin que el acuerdo de Ottawa afectara sus ganancias. El vicepresidente Roca llegó a afirmar: “La República Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económica, una parte integrante del Imperio Británico”. Pero esta protección de los intereses privados por parte del Gobierno conservador no saldría gratis para la Argentina.
¿Qué implicaba el Pacto para la Argentina?
Entre las condiciones impuestas por los británicos para aceptar el acuerdo estaban que el 85% de la carne que se le comprara a Argentina debía ser por medio de frigoríficos británicos radicados en el país. El otro 15% podía ser a frigoríficos argentinos siempre que estos “no persiguieran fines de beneficio privado“.
Así mismo, Argentina se coprometía a comprar carbón a Gran Bretania librando de impuestos a la importación de este. Aquello perjudicaba a la producción de petróleo argentino y a la recaudación fiscal. También se debía contraer préstamos en Inglaterra para que las empresas de dicho país radicadas en Argentina pudieran enviar sus ganacias.
Muchas de las clúsulas del Pacto eran tan escandolozas que en su momento se mantuvieron en secreto. Entre ellas figuraba la concesión a los británicos, quienes ya controlaban los ferrocarriles, el monopolio del transporte urbano (subtes y colectivos) por 56 años. La polémica que generó esto al saberse hizo que no pudiera finalmente llevarse a cavo.
Otra cláusula secrete era la creación de un Banco Central Mixto que le otorgaba al capital privado británico el control de las finanzas públicas argentinas. Esto buscaba desalentar la industria nacional y condenar al país a un modelo económico agro-exportador. El escritor Arturo Jauretche afirmó que “el Pacto Roca-Runciman puede ser considerado como el Estatuto legal del coloniaje“. El senador demócreta progresista Lisandro de la Torre, en cabio sostenía: “En estas condiciones, no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno su cuota y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota“.
La lucha contra la entrega de la soberanía
El caracter secreto del Pacto Roca-Runciman fue expuesto y fervientemente denunciado en 1935 por Lisandro de la Torre. El legislador y su partido, en base a una exaustiva investigación y las pruebas encontradas en el buque británico Norman Star, acusaban al pacto de ser una entrega de la soberanía nacional y una traición a la Patria por parte del gobierno de Justo. En uno de sus discursos en el Senado De la Torre así expresaba su denuncia del Pacto:
“El despacho que he suscrito descubre un panorama desolador. La industria más genuina del suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas por obra de dos factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la coplicidad de un gobierno que unas veces lo deja hacer y otras lo protege directaente. Las protestas de las víctias vienen de ucho tiempo atrás, y pedido de investigación fue una de las tantas manifestaciones de un viejo anhelo público: poner remedio a una situación desesperada. […] Se pretende negare imparcialidad, para anular así la fuerza que irradian las puras verdades que difundo, y se dice que estoy solo. Eso puede ser cirto: estoy solo enfrente de una coalición formidable de intereses; estoy solo enfrente de un Gobierno cuya mediocridad en presencia del problema ganadero asombra y entristece: y sí, solo, me batiré en defensa de la industria argentina esquilmada e inerme”.
En una sesión del Senado en la cual se encontraban dando explicaciones a la Cámara Alta por las irregularidades del Pacto el ministro de Hacienda Federico Pinedo y el ministro de Agricultura Luis Duhau, comenzó una fuerte discusión entre estos y De la Torre. Los insultos y amenazas pronto dejaron lugar a las agresiones físicas. Ramón Valdez Cora, un ex policía retirado que se encontraba trabajando como guardaespaldas de un senador conservador, desenfundó su arma y disparó varios disparos contra De la Torre, pero ninguno de ellos le dió, en cambio hirieron de muerte al senador Enzo Bordabehere. Este hecho fue fielmente representado en la película Asesinato en el Senado de la Nación, de 1984. De la Torre, viendo derrotada su lucha política y en medio de una profunda depresión se suicidó en 1939. La lucha contra cada una de las nefastas entregas de soberanía a las multinacionales y el imperialismo continúa.
