¿Cuáles fueron los inicios del socialismo en Argentina? A finales del siglo XIX formó un partido político del cual descienden, directa o indirectamente, el resto de los partidos de la izquierda ¿Cómo convivían las diferentes corrientes dentro de este partido? Los socialistas actuales podemos sacar algunas conclusiones de esos primeros tiempos que nos permitan superar nuestro actual estadío fraccional.
Si rebobinamos la película a más de cien años para atrás, podemos rastrear el ancestro común de toda la izquierda argentina. El trotskismo, corriente que hoy es identificada como “la izquierda”, surgió en los años 30 como ruptura con el Partido Comunista que estaba volviéndose estalinista. El P.C., a su vez, desciende del Partido Socialista Internacional, escindido en 1918 del Partido Socialista.
La unión de organizaciones en los inicios del socialismo en Argentina
Los inicios del socialismo en Argentina se remontan a la creación del Partido Socialista. Partido que surgió como resultado de la fusión de varias organizaciones de inmigrantes, que eran activistas sindicales y barriales. Entre las agrupaciones de colectividades se encontraban: Vorwärts (1880) de inmigrantes alemanes, Grupo Les Egaux (1891) de franceses, Agrupación Socialista (1891) de hispanohablantes, y la italiana Fascio dei lavoratori (1894). Otra de las agrupaciones más importantes era el Centro Socialista Universitario (1894), una corriente estudiantil dirigida por José Ingenieros que comenzó en la facultad de medicina y se extendió a otras facultades.
En 1894 se fundó el periódico La Vanguardia como órgano de prensa, pero también político. A su alrededor se comenzó a formar el Partido Socialista Obrero Internacional en 1895, que en 1896 tendría su fundación definitiva como Partido Socialista Obrero Argentino.
El funcionamiento interno del Partido Socialista era el de una federación de agrupaciones. Cada una de ellas podía redactar sus propios estatutos siempre que estos fueran aprobados por la autoridad nacional. En sus orígenes, el Comité Central estaba conformado por representantes de cada una de las agrupaciones. El C.C. más adelante sería reemplazado por el Comité Ejecutivo.
La participación en la política real
A diferencia de los anarquistas, que promovían la abstención electoral, el socialismo alentaba a los trabajadores a participar de la política a fin de tomar el Estado para sí mismos. Para poder ingresar al C.C. se pedía a los militantes extranjeros que se nacionalicen argentinos y se alentaba a los trabajadores a hacer lo mismo para que puedan votar.
Al poco tiempo de formado el PS, deciden presentarse en las elecciones legislativas de 1896 pero “sin aceptar las condiciones de los partidos burgueses”. La campaña electoral del socialismo destacó por basarse en la agitación propagandística y no en el acarreo de votantes, como solía hacer el partido conservador y harían más adelante (porque en ese momento practicaban el abstencionismo) los de la U.C.R. Además de a los partidos burgueses, el socialismo también debía afrontar los ataques de los anarquistas, quienes veían la participación electoral como una claudicación al régimen burgués.
La convivencia de tendencias y el programa socialista
El Partido Socislista es recordado por su posición reformista a lo largo del siglo XX. No obstante, en sus primeros años convivieron dentro de él posturas revolucionarias y posturas reformistas. Esto puede observarse, por ejemplo, en su primer programa político. Antes de unificarse, cada agrupación había adoptado el programa del partido socialista de su país de origen, pero al conformarse el P.S. argentino, redactan un programa de consenso el cual presentaba características que hoy entenderíamos como revolucionarias:
“Legislación directa por el pueblo: Derecho de iniciativa y de referéndum para la creación de leyes. Derecho a revocar los elegidos, cuando no desempeñen su cargo a satisfacción de los electores. Supresión de la presidencia y vicepresidencia de la república. Supresión del senado; creación de una comisión ejecutiva cuyos miembros sean elegidos y puedan ser removidos en cualquier momento por la Cámara de diputados, único cuerpo legislador. […] Supresión del ejército permanente y armamento general de la población.”
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Estos puntos, que refieren a reformas en el funcionamiento del Estado, iban acompañados con consignas políticas y reivindicativas, como la jornada de 8 horas, la prohibición del trabajo insalubre para mujeres y niños, la educación primaria obligatoria y la separación de la iglesia y el Estado. El carácter clasista del partido también podemos encontrarlo en su primer manifiesto político donde afirma que con los partidos burgueses “no contamos ni podemos contar”.
Las tendencias revolucionaria y reformista
El ala reformista estaba encabezada por Juan B. Justo, quien seguía los postulados revisionistas de Eduar Bernstein. Nobleza obliga, hay que destacar que Justo fue quien realizó las primeras traducciones del alemán al castellano de los textos de Marx. El ala revolucionaria, por su parte, estaba encabezada por el joven estudiante de medicina y futuro criminólogo y psiquiatra, José Ingenieros, y por el escritor Leopoldo Lugones.
Estos dos jóvenes revolucionarios, sin embargo, luego de abandonar el partido irían virando hacia otras posturas con los años: Ingenieros oscilaría varias veces entre el socialismo reformista y el revolucionario, mientras que Lugones acabaría en la extrema derecha. Dado que estos izquierdistas intelectuales eran vistos a veces como “aristocráticos” por los obreros industriales nunca llegó a conformarse una tendencia revolucionaria unificada dentro del partido.
La ruptura sindicalista
En 1899 el P.S. sufrió una división cuando un sector que advertía el giro electoralista y buscaba poner en el centro de la estrategia la cuestión económica y gremial. Las agrupaciones que integraban esta tendencia (Centro Socialista Carlos Marx, Sociedad de curtidores, Centro Socialista de Barracas del Norte, Parroquia Las Heras) buscaron tratar sus diferencias dentro de la orgánica del partido, pero el C.E. no se los permitió, por lo que se vieron forzados a la escisión.
Las agrupaciones en ruptura conformaron la Federación Obrera Socialista Colectivista, a las cuales se les sumaron luego otras agrupaciones. No obstante, ambas corrientes volvieron a unificarse al año siguiente en el tercer congreso del P.S. Allí se resolvió reemplazar al C.E. por el Consejo Nacional, lo cual democratizaba el órgano de dirección del partido. A pesar de esto, en 1906 la fracción sindicalista, que continuaba profundizando su rechazo a la participación electoral, se separó definitivamente del socialismo formando así la corriente conocida como “sindicalismo revolucionario”.
Triunfo del reformismo
El electoralismo reformista de Juan B. Justo se vió fortalecido en 1904 por el enorme éxito que representó el triunfo de Alfredo Palacios como primer diputado socialista de América. Aunque históricamente se asocia a Palacios con el reformismo, él había ingresado en el P.S. como seguidor del ala revolucionaria de Ingenieros, tal como lo vemos en esta carta que le envía en 1898:
“Siempre leí con placer sus valientes artículos y le quiero, amigo Ingegnieros, porque es Us. un esforzado defensor del pobre proletario oprimido. Odia al burgués, ese ser estúpido, desprovisto de inteligencia que tantas similitudes tiene con el cerdo y yo también odio.”
Con sus principales opositores ya fuera del partido, Justo profundizó su visión reformista del socialismo. Mantuvo, sin embargo, una gran desconfianza durante años hacia Palacios, ya que era en este y no en él en quien los trabajadores veían a su principal conductor político, al menos hasta la llegada de Perón en 1943.
¿Qué lección debemos sacar los socialistas en la actualidad?
Como vimos, en los comienzos del partido del cual tuvieron su orgines todas las corrientes de la izquerda solían convivir diferentes posturas y visiones respecto a la táctica política. Aunque haya pasado a la historia como un partido reformista, del P.S. sembró los principios del socialismo en el movimiento obrero y permitió el origen de todas sus corrientes posteriores. En momentos de una crisis de perspectiva socialista, quizás nuestras tareas se asemejen a las de los fundadores históricos de nuestro movimiento.
Para lo que nos tiene que servir su experiencia es para pensar la posibilidad, más imperiosa ahora que nunca, de refundar el socialismo apoyándonso en prinipios fraternales y democráticos. Para enfrentar el actual avane de la dereha necesitamos contruir un partido de trabajadores que pueda contener dentro de sí a aquellas tendencias y tradicciones que, auque con miradas distintas, están dispuestas a luchar y contruir una sociedad socialista. Construyendo esta clase de organizaciones amplias y democráticas podremos fortalecer el socialismo como alternativa, apostando a superar el actual estado fraccional de la izquierda.