Para 1982 la dictadura cívico-militar estaba por llegar a su fin. Las denuncias de las Madres de Plaza de Mayo y las presiones de los organismos internacionales de Derechos Humanos aumentaban el descrédito del gobierno militar. Para recobrar el apoyo de la sociedad civil y que deje de hacer preguntas se buscó manipularla mediante la exaltación del nacionalismo, táctica que ya le habría dado buenos resultados en el mundial del 78.
Mientras tanto, en Gran Bretaña, la situación no era muy distinta: el gobierno de Margaret Thatcher venía sufriendo un enorme desgaste producto del fracaso de sus políticas neoliberales y las constantes huelgas de trabajadores contra la difícil situación económica.
El 2 de abril el ejército argentino tomó el control de Puerto Argentino, capital del archipiélago. Las tropas no estaban integradas sólo por militares profesionales sino también por reclutas del servicio militar obligatorio que en muchos casos tan solo tenían 18 años de edad. La dictadura anunciaba la recuperación de las Malvinas, así como de las islas Georgias del sur y Sandwich del sur.
El gobierno militar argentino había subetimado el apoyo internacional que tendría Gran Bretaña, sobre todo el de EEUU y el resto de los países de la OTAN. En el marco de la Guerra Fría, la URSS le llegó a ofrecer apoyo a Argentina el cual fue rechazado.
El 12 de abril los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña pactaron el establecimiento de una zona de exclusión dentro de la cual los británicos no deberían poder ingresar. Pero Gran Bretaña rompió ese acuerdo el 2 de mayo cuando el submarino HMS Conqueror hundió al crucero argentino ARA General Belgrano, causando la muerte de 323 tripulantes argentinos. Se desataba así la guerra entre Argentina y una de las potencias militares más poderosas del mundo.
Exceptuando los logros de los pilotos de la Fuerza Aérea que hundieron a numerosos buques británicos, la campaña bélica de Argentina no paraba de cosechar derrotas: el mal entrenamiento de los soldados, el armamento anticuado, la mala alimentación y la improvisación de las órdenes de los oficiales fueron algunos de los causantes de la derrota.
El 14 de junio el Ejército argentino se rinde a las fuerzas británicas en Puerto Argentino. Mientras que durante la guerra el bando británico tuvo 255 muertos, entre los argentinos hubo 649. A esto debe sumarse los excombatientes argentinos que se suicidaron luego del conflicto, cuya cifra se calcula en 350 personas.
La guerra tuvo el efecto contrario al buscado por la dictadura militar: lejos de revalidar su apoyo terminó perdiéndolo completamente y al año siguiente debió llamar a elecciones. Se ponía fin así a la última dictadura cívico-militar para dejar paso a la democracia. En Reino Unido la victoria en la guerra sí cumplió su objetivo y reafirmó el liderazgo de Thatcher asegurandole la reelección.