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    Cuando conocí al Papa Francisco

    “También hay pastores y líderes políticos que se preguntan por qué el pueblo no los comprende o no los sigue, siendo tan lógicos y tan claros sus razonamientos. Probablemente es que han caído en la adoración de la idea y han reducido la política o la fe a la retórica.”
    Evangelii Gaudium, Papa Francisco, 2013.

    Usted ha sido clickbaiteado de una manera burda y sinvergüenza, pero tengo una buena razón: es sabido que el público de este portal es de la izquierda y el progresismo. Además, el título no es del todo engañoso. Hace poco conocí a Francisco.

    Gran parte de mi vida consciente fui un militante de la izquierda trotskista, es decir, trataba de hacer política guiado por los preceptos del marxismo clásico. Es decir, era un férreo opositor a la Iglesia Católica y, obviamente, a su representante, a quien consideraba un simple “lavado de cara” a una “institución reaccionaria y patriarcal que se dedica a llenarte la cabeza de boludeces de que hay otra vida para que no te dediques a cambiar el mundo de mierda en el que vivís”. “Además, el Papa se opone al aborto y al matrimonio igualitario, y tuvo un papel no muy feliz durante la dictadura militar, al igual que la mayoría de la institución que hoy representa”.

    Bueno, gran cantidad de esas ideas ya no las pienso. ¿Por qué?

    Creo que no va a haber una revolución en el mediano plazo histórico.

    Tengo más amor por las personas que por las ideas.

    No es que tenga gran amor por las personas, es que solo tengo poco amor en general, pero aún menos por las ideas.

    Es decir, mientras no se está organizando una revolución, tener a alguien en una de las sillas más visibles del mundo haciendo cosas para evitar guerras, combatir la pobreza, la desigualdad, denunciando la bestialidad del capitalismo financiero y promoviendo que las personas seamos más empáticas entre nosotros —o sea, tratando de hacer un mundo un poquito mejor— me parece algo que hay que celebrar.

    “Pero es para que la gente siga embobada y no se organice”, hubiese dicho un molesto y feo niño de 27 años.

    El Papa Francisco también fue atacado por el kirchnerismo al principio. Los troskos no fuimos los únicos que no la vieron.
    El Papa Francisco también fue atacado por el kirchnerismo al principio. Los troskos no fuimos los únicos que no la vieron.

    Flaco, la gente no se está organizando para tomar el poder; si no escuchan al Papa, igual van a ver Netflix o hacerse terraplanistas. Es preferible que escuchen a alguien que diga que la comunidad LGBTQ no debe ser discriminada y que los padres no tienen que echarlos de sus casas.

    ¿A cuánta gente de esa comunidad salvamos desde el trotskismo? No digo que a ningune, a muches seguramente les dimos un lugar de lucha y de identidad, genial. Pero ¿cuántos padres católicos deben haber escuchado al Papa y pensaron antes de echarlos de sus casas? Incalculable. Pueden ser cientos de miles, millones.

    Ya sé que estuvo en contra del aborto y del matrimonio igualitario. Es la Iglesia Católica.
    Cristina también estuvo la mayor parte de su vida en contra del aborto, y nadie hace tanto escándalo. No era una líder religiosa, empezó a militar como una joven de clase media acomodada graduada en la universidad pública.

    Hay algo que me pasa con Francisco que es mi reencuentro con la política y con las personas. Contradictoriamente, tuve que dejar de militar para acercarme a la política y a la gente. Vivía, como dice la cita con la que empezó esta nota, en el mundo de las ideas abstractas. Tengo terror a volver ahí o pasar siquiera un rato por esos barrios de entelequias y pronósticos brillantes.

    Me acerqué a la política porque me acerqué al oficio de lo impuro. En política, nunca las cosas se ajustan a tus ideas; siempre tenés que juntarte con otro distinto, para dar rodeos y tratar de llevar adelante tu idea de sociedad, que a la vez se va transformando por el camino. La ciencia menos exacta de todas y la más dura. Probablemente, la más apasionante también. En mi militancia, era el oficio permanente del pan con pan. De hecho, fuimos expulsados cuando empezamos a plantear que había que hacer frente con otros trotskistas.

    Es decir, un grupo trotskista discute si tiene que hacer frente con otros trotskistas y, como consecuencia, son menos trotskistas, porque a los trotskistas que dijeron que hay que unirse con otros trotskistas se los expulsa.

    Hoy ya ni siquiera creo que ese sea el problema. Creo que el problema radica en el tercer precepto de Francisco, un precepto tan marxista como contundente: “La realidad por sobre la idea.”

    La muerte de Francisco me hace pensar en un hueco de mi incipiente vida adulta: me falta espiritualidad. Más que en búsqueda de grupo militante, estoy en búsqueda de práctica religiosa.
    La muerte de Francisco me hace pensar en un hueco de mi incipiente vida adulta: me falta espiritualidad. Más que en búsqueda de grupo militante, estoy en búsqueda de práctica religiosa.

    Si no va a haber revolución en lo inmediato, y es mejor que el poder del Estado burgués lo tengan los trabajadores antes que quienes nos explotan, entonces hay que tener una táctica de llegada al poder. Si hay que tener una táctica para llegar al poder sin revolución, hay que unirse con los feos, sucios, malos, machistas, chantas y corruptos del resto del sistema político. ¡Mala suerte! Hay que aprender a hablar su idioma, a entenderse con ellos y tratar de sacar el mejor resultado posible para la clase a la que queremos representar.

    “Pero eso ya se probó y salió mal”, me imagino contestando hace algunos años.
    Lo nuestro también salió mal, por eso la izquierda tiene algunos diputados pero está en retroceso orgánico en sindicatos, centros de estudiantes y otros frentes.

    A ver: todo salió mal, gobierna Milei.

    Creo que hay algo del humanismo de Francisco —de no olvidarse de los más pobres, de los que sufren— que es necesario que recuperemos todos los que nos interesa la política, muchas veces perdidos en el terreno de las ideas.

    Todo esto que me pasó con Francisco fue días antes de que muera. Así de lento soy.
    Los tiempos para que el sistema de creencias cambie son lentos y trabajosos. Pero si hay jóvenes progres e izquierdistas leyendo esto, espero poder aportarles a sus debates internos. Y si no, la realidad no se detiene, muchachos.
    Nadie espera a quienes “han caído en la adoración de la idea y han reducido la política o la fe a la retórica”.

     

     

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