En los últimos meses el gobierno de Javier Milei ha estado desfinanciando y calumniando a las universidades públicas. Esto con la intención de que desaparezcan como parte de su ataque a la educación pública. Los estudiantes y docentes resisten los la avanzada del gobierno con multitudinarias movilizaciones y tomas de las facultades. En este contexto, creemos necesario repasar la historia de nuestras universidades públicas así como de las luchas de sus estudiantes por defenderlas.
La primer universidad: la de Córdoba
La primera de las universidades de Argentina, y una de las más antiguas del continente, fue la Universidad de Córdoba, fundada en 1613 por la Orden jesuita. Tal como cabría esperar, la enseñanza en ella estaba muy alejada de la realidad del pueblo de aquella época. Sus contenidos se centraban en teología, ciencias morales, filosofía y metafísica.
Tras la expulsión de los jesuitas a manos del rey Carlos III en 1767 la universidad pasó a manos de los franciscanos, quienes continuaron dándole un perfil fuertemente religioso, aunque introdujeron en ella el estudio del derecho. No fue hasta 1807, bajo el virreinado de Liniers, que la universidad de Córdoba pasó a ser secularizada.
El sociólogo y psiquiatra José Ingenieros la describía así:
“La Universidad de Córdoba sintetiza el pensamiento hispanocolonial. Su historia, en pequeño, corre paralela a la de sus contemporáneas de España; y, como ellas, puso su mayor afán en permanecer fiel a sus tradiciones, hasta muy pasada la hora de la emancipación argentina.”
Las universidades en la formación del Estado argentino
En 1821 el gobierno liberal-unitario de Martín Rodríguez y de su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia crean la Universidad de Buenos Aires. A diferencia de su par cordobesa, la UBA estaba impregnada de un espíritu laico e ilustrado. Sus carreras apuntaban mucho más a la ciencia, buscaba tener una finalidad práctica en la sociedad. Destabaca, por ejemplo, en su laboratorio de química y física. Se incorpora también la facultad de medicina.
Durante el gobierno de Rosas la universidad perdió su espíritu científico y se impuso la antigua mentalidad religiosa. Luego de la Batalla de Caseros la educación volvió a ser laica y cientificista, adentrándose aún más en el paradigma positivista de la época. En 1856 se nacionalizó la Universidad de Córdoba y en 1905 Joaquín V. González creó la Universidad de La Plata.
“No seamos la generación que dejó morir a la universidad pública”
Acá hay algo que nos puede llamar la atención: fueron los gobiernos liberales del siglo XIX los que impulsaron la educación pública. Efectivamente la idea de Libertad de aquella época demandaba la universalización del conocimiento. Pero aquellos liberales ya no existen hoy y nuestros “libertarios” actuales poco tienen que ver con ellos.
La Revolución universitaria de 1918
Tradicionalmente sólo los hijos de la burguesía podían acceder a la universidad, pero a lo largo de los primeros años del siglo XX muchas familias de trabajadores inmigrantes que venían prosperando económicamente, comenzaron a ingresar en la vida universitaria.
Fueron estos últimos jóvenes quienes en marzo de 1918, inspirados por las noticias de la Revolución Rusa que había estallado meses antes, iniciaron en aquella conservadora Córdoba una huelga en la que demandaban autonomía política de la universidad y gobierno universitario tripartito (en el que participaran representantes de los estudiantes, de los profesores y de los egresados). A su vez se exigía que quienes aspiraban al cargo de profesor debieran realizar un examen para demostrar su idoneidad. También se buscaba modernizar los planes de estudio y vincular a la universidad con la sociedad realizando cursos y seminarios a los que cualquiera pudiera acceder.
Aquel hecho fue conocido entonces como la Revolución Universitaria (el término “Reforma” comenzó a utilizarse para denominarlo varios años después). Las ideas del movimiento universitario de Córdoba quedaron plasmadas en el llamado “Manifiesto Liminar” escrito por Dedoro Roca. Rápidamente se sumaron a la huelga las universidades de Buenos Aires y de La Plata.
El movimiento estudiantil fue apoyado por gran parte del movimiento obrero y por fuerzas políticas como el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical. Particularmente, el presidente Yrigoyen veía en ello una forma de debilitar a los conservadores, partido al cual aún pertenecían la mayor parte de los decanos. El éxito alcanzado por los estudiantes de Córdoba hizo que estas reformas fueran rápidamente adoptadas por muchas otras universidades de Argentina y de Latinoamérica.
La Universidad Obrera y la gratuidad de acceso
Con tan solo 19 años de edad y mientras cursaba sus estudios universitarios, el posteriormente célebre filósofo, físico y epistemólogo Mario Bunge fundó en 1938, con el apoyo del Sindicato de la Construcción de la Capital Federal, la llamada Universidad Obrera de la Construcción. El objetivo era capacitar a la clase trabajadora en cuestiones de tecnología, física y matemática.
Este primer intento de universidad obrera funcionó hasta 1943 cuando fue cerrada por el gobierno militar que ascendió al poder en ese año. No obstante, la iniciativa fue retomada en 1948 por el gobierno de Juan Perón, sumándole a su vez la propagación de las escuelas secundarias técnico-profesionales. La Universidad Obrera sería renombrada en 1959 como Universidad Tecnológica Nacional.
En 1949 Perón decretó la gratuidad de la educación superior. Si bien en los años del peronismo el ascenso social permitía un mayor ingreso de los trabajadores a las universidades, la relación del gobierno con los estudiantes y docentes universitarios era tensa dada la desconfianza de estos ante las derivas autoritarias del peronismo y la pérdida de la autonomía ganada en 1918.
“Laica o libre”: la aparición de las universidades privadas
Tras el golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, Aramburu firmó un decreto en el cual autorizaba a “la iniciativa privada a crear universidades libres”, pero esto no se reglamentó recién hasta 1958 bajo la presidencia de Frondizi. La Iglesia católica vió en esto una oportunidad de recuperar parte del control sobre la educación que perdió en el siglo XIX, así como de hacer negocios, y creó las primeras universidades privadas del país.
Se abrió a partir de entonces un intenso debate dentro de la comunidad educativa entre quienes defendían la “enseñanza libre” (las universidades privadas) y quienes defendían la “enseñanza laica” (las universidades estatales y públicas). Notemos que ahí ya se comenzaba a distorsionar la palabra “libertad” para referirse a las empresas privadas contrarios a lo público. Se realizaron enormes movilizaciones de ambos bandos. El mismo Risieri Frondizi, rector de la UBA y hermano del presidente, defendía a la educación universitaria estatal en contra de la iniciativa de su hermano.
Lucha y terrorismo de Estado
Desde 1955, por su autonomía y su libertad de pensamiento, las universidades eran consideradas como “islas democráticas” dentro de la convulsa situación social. Esto cambió tras el golpe de Estado de 1966. Onganía veía a las universidades como focos donde la juventud dejaba de lado los valores tradicionales del cristianismo y germinaba el marxismo, por ende eran un enemigo a atacar.
En julio de 1966 Onganía suprimió la autonomía universitaria, lo que provocó protestas y tomas en universidades de todo el país. El ejército ingresó por la fuerza a las universidades golpeando salvajemente con palos a estudiantes y docentes, hecho que conocemos como la “Noche de los bastones largos”. En la Universidad de Córdoba incluso falleció por los golpes un estudiante llamado Santiago Pampillón. La persecución a la comunidad académica provocó la huída al extranjero de muchos de los científicos más destacados del país.
Por esos años muchos de los estudiantes universitarios también trabajaban en fábricas, por lo que se generaba una hermandad natural entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero. Esto se cristalizó en mayo de 1969 durante el Cordobazo, donde los estudiantes de la Universidad de Córdoba pelearon codo a codo con los obreros contra las autoridades de la dictadura militar.
La unidad entre estudiantes y trabajadores se mantendría durante los años 70. En la última dictadura cívico-militar los estudiantes universitarios fueron uno de los principales blancos del terrorismo de Estado.
Resistencia al neoliberalismo
En 1995 el gobierno menemista impulsó la Ley de Educación Superior que pretendía arancelar las universidades. Pese a que la ley llegó a aprobarse, las gigantescas movilizaciones y la toma de 33 universidades le puso fin a la iniciativa.
En 2001 el Ministro de economía Ricardo López Murphy intentó recortar el presupuesto de la UBA. Las protestas de los estudiantes en defensa de su lugar de estudio contribuyeron a la rápida renuncia del ministro.
Durante los años del kirchnerismo se construyeron gran cantidad de universidades en el conurbano bonaerense, lo que permitió el ingreso a la universidad de muchos jóvenes que ya no debían viajar grandes distancias para cursar. Entre ellas se destacan: Universidad Nacional de Avellaneda (2009), Universidad Nacional de Moreno (2009), Universidad Nacional Arturo Jauretche (2009), Universidad Nacional de José C. Paz (2009), Universidad Nacional del Oeste (2010), Universidad Nacional de Hurlingham (2014), Universidad Scalabrini Ortiz (San Isidro; (2015), Universidad Almirante Brown (2015).
En el gobierno de Macri se produjeron dos masivas luchas del movimiento estudiantil en 2016 y en 2018. La segunda llegó a durar cuatro semanas de huelga y convocó a una “Gran marcha universitaria”.
La pandemia de COVID-19 que sufrimos en 2020/2021 nos impuso un régimen de cursada virtual, rompiendo así los lazos de socialización que unían a los estudiantes. ¿Pudo esto haber afectado a la noción de la universidad pública como espacio propio de pertenencia y formación?
Muy buena información Amilcar !!