La adaptación de El Eternauta, producida por K&S Films y Netflix, representa una de las producciones más ambiciosas de la plataforma en América Latina. Pero además, un hecho histórico para la producción audiovisual Argentina, al traer un género bastante raro para el panorama local audiovisual: la ciencia ficción. Algo que abre un nuevo panorama para las producciones en nuestro país.
(Nota publicada originalmente en Jacobin).
Dirigida por Bruno Stagnaro, director que revolucionó la producción audiovisual a finales de los 90 y principios de los 2000 con su ópera prima, Pizza, birra, faso, y luego la serie Okupas, la serie consta de seis episodios que trasladan la icónica historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López a una Buenos Aires contemporánea. El proyecto contó con la participación de Martín M. Oesterheld, nieto del guionista original, como consultor creativo para asegurar la fidelidad al espíritu de la obra.
La serie fue filmada íntegramente en Buenos Aires entre mayo y diciembre de 2023, utilizando más de 35 locaciones reales y 25 escenarios diseñados específicamente con tecnología de Virtual Production. Esta técnica permitió recrear con precisión la atmósfera apocalíptica de la historia, al tiempo que resaltó la esencia única de la ciudad como escenario central de los eventos.
Empecemos por algunos breves apuntes biográficos. Héctor Germán Oesterheld, fue un escritor y guionista argentino, nacido en 1919, pionero de la historieta nacional y creador de otras obras fundamentales como Sargento Kirk, Mort Cinder y Ernie Pike. De formación científica (era geólogo), volcó su sensibilidad humanista en relatos que exaltaban la solidaridad y la dignidad de los oprimidos. Con el tiempo, su escritura se volvió abiertamente política, abrazando el compromiso revolucionario: en los años 70 se unió a la organización Montoneros por influencia de sus hijas, y escribió la segunda parte de El Eternauta desde la clandestinidad. En 1977 fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar junto a sus cuatro hijas —Estela, Diana, Marina y Beatriz—. Su nieto, nacido en cautiverio, fue entregado por los militares a su abuela después de que sus padres fueran asesinados en un campo de concentración. Fue la última persona que vio al escritor con vida.
¿Pero qué importancia tiene esta historia para revisitarla a más de 60 años de su creación, y por qué sus ecos todavía resuenan como una de los mitos emblemáticos que dio la Argentina?
Un clásico con todas las letras
La trama del cómic comienza en Buenos Aires, cuando una extraña nevada mortal cae sobre la ciudad y mata a todo aquel que queda expuesto. Juan Salvo, el protagonista, junto a su familia y un grupo de vecinos, improvisa una defensa casera para sobrevivir. Pronto descubren que la nevada es solo la primera fase de una invasión alienígena —”ellos”— que ha puesto a la humanidad en jaque.
El escritor y periodista argentino Juan Sasturain comparó a El Eternauta con el Martín Fierro, de José Hernández. Ambas obras fueron publicadas por fuera del circuito literario oficial, para ser leídas por las masas, y ganaron su status de clásicos con el tiempo.
Ocurre con los clásicos que, léanse en la época que se lean, nos cuentan algo nuevo sobre nuestra actualidad. “Era como si Juan Salvo, con su traje, hubiera estado ahí desde siempre, esperando que le atribuyéramos ciertas características”, contó, en una ocasión, Solano López, el dibujante de la obra original.
El Eternauta es sin dudas la obra cumbre de la historieta argentina. Vio la luz por primera vez cuando todavía Oesterheld no era un militante revolucionario. Sin embargo, sus valores humanistas, al mismo tiempo que sus creativísimas ideas fueron aportes a la ciencia ficción universal. Un humanismo que Oesterheld ya había explorado en otras historietas como Sargento Kirk, un western donde se ponían en tensión los roles de buenos y malos clásicos del cómic estadounidense.
La influencia del mito de Juan Salvo fue inmediata y continúa hasta nuestros días. Por poner algunos ejemplos, en la novela Starship Troopers, de 1959, que inspiró a James Cameron para realizar Alien 2, unos alienígenas insectoides invaden Buenos Aires y enfrentan al ejército. ¿Un poco parecido, no?

The Walking Dead, de Robert Kirkman, que luego fue un fenómeno mainstream global cuando se adaptó al medio audiovisual, también tiene elementos que fueron explorados en la obra de Oesterheld. Es imposible no relacionar la primera escena, cuando Rick despierta del coma y sale al mundo post apocalíptico, con la primera exploración de Juan Salvo en Buenos Aires tras la nevada. Además, el tópico de la organización humana y la lucha por la supervivencia es compartido en ambas obras.
El Eternauta es mucho más que una historieta de ciencia ficción: es una obra clave de la cultura argentina del siglo XX.
Su publicación original data de 1957 y se completó dos años después, en 1959. Es decir que comenzó a publicarse en el marco de la “Revolución Libertadora” que derrocó a Perón y bombardeó la Plaza de Mayo. El cómic tiene una escena donde caen bombas sobre Plaza Congreso que es inevitable no relacionar a aquellas trágicas imágenes demuestra historia. Pero además, fue también influido por el contexto internacional y acontecimientos como la Revolución Cubana.
En la ciencia ficción, la Guerra Fría moldeaba un mundo dividido entre el bloque occidental y el soviético, con paranoias sobre invasiones, espionaje y control social, que se reflejaba en innumerables obras anglosajonas que trataban el tema con la metáfora de las invasiones alienígenas. Pero, si en un relato desde el imperio los aliens representaban una metáfora del terror a un ataque de la Unión Soviética, contado desde el tercer mundo, el invasor aludía más bien al imperialismo que sometía a nuestro país. Nuevamente, Oesterheld subvertía el género, como ya lo había hecho con los cowboys en Sargento Kirk.
La historieta fue un fenómeno editorial en una época donde la televisión era incipiente y la casa de la ficción eran las páginas de las decenas de revistas que se editaban en el país. Pero su verdadero impacto se sintió con el tiempo. Se convirtió en una obra de culto, estudiada en escuelas y universidades, y leída como una alegoría política.
Además, la radicalización política de su autor y su desaparición durante la dictadura generó que se revisite la historia desde nuevas miradas. En 1969, ya siento Oesterheld un militante de Montoneros, publicó una nueva versión para la revista Gente, mucho más política.
El enemigo en El Eternauta, no da la cara: se oculta detrás de múltiples capas de intermediarios, una estructura de poder piramidal que recuerda a las dictaduras militares y a las formas invisibles de dominación económica.
Ya en la clandestinidad, el guionista realizó una segunda parte de la historia, que fue su último trabajo antes de ser detenido y asesinado por la dictadura militar en 1977.
El héroe colectivo
Como contrapartida de la invasión tenemos a nuestros héroes, que, a diferencia del mainstream anglosajón, hegemonizado por las historias de superhéroes, eran ciudadanos comunes y corrientes. Vecinos provenientes de diferentes clases sociales que se organizan para resistir.
Juan es un hombre de familia de clase media que se ve obligado a la aventura. Favalli, el intelectual del grupo, aporta elementos de interpretación de lo que ocurre. Franco es un obrero metalúrgico que cobra protagonismo cuando hay que pasar a la acción.
El héroe colectivo, tan comentado estos días desde el estreno de la serie, se expresa en que no hay un sólo personaje que sea el que lleve las riendas todo el tiempo. Cada uno es imprescindible, así como el trabajo en equipo y la cooperación, para resistir frente a la amenaza externa.
Los protagonistas no son superhéroes solitarios, sino un grupo de personas comunes que resisten colectivamente. La consigna que atraviesa toda la obra —“nadie se salva solo”— es el corazón ideológico del relato, como explicará Oesterheld años después para prologar la edición completa publicada en los 70. Una consigna que parece revelarnos una verdad profunda a contramano de los vientos epocales que corren.
Una historia que desató las críticas de la derecha
El fuerte contenido humanista de la obra, y su mensaje anti imperialista, reforzado en la adaptación por el carácter de veterano de Malvinas del protagonista, despertó las reacciones de los seguidores de Javier Milei, que nunca ocultaron que una parte troncal de su proyecto consiste en dar una “batalla cultural”. Aparte, ¿cómo no iba a incomodar a un gobierno negacionista de la última dictadura militar una historia creada por un “montonero”?
Estos detractores mileístas primero salieron a rechazar la serie por “woke” pero, tras el aplanador éxito en la plataforma, cambiaron su discurso hacia el argumento de que la serie “demuestra que se puede hacer buenas producciones sin apoyo estatal”.
Si bien la producción es independiente de los organismos de fomento a la producción audiovisual que la gestión de La Libertad Avanza viene vaciando, hubiera sido imposible una realización de estas características sin los aportes de décadas de tradición cinematográfica local, con financiamiento estatal.

Sin ir más lejos, Bruno Stagnaro, el director y creador de la serie, debutó con el corto Guarisove, los olvidados, idea que ganó el concurso de Historias breves del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) en 1994, para ser estrenada en 1995. Luego, su ópera prima, Pizza, birra, faso, que inició el llamado “nuevo cine argentino” recibió financiamiento de la misma institución. Su serie emblema, Okupas, si bien fue producida de manera independiente, fue emitida en el canal estatal (Canal 7), sin el cual no hubiese sido posible la inversión requerida para su producción.
Como la de él, la historia de muchos de los actores, actrices, realizadores, técnicos y productores de esta adaptación está ligada a un circuito cinematográfico local que preparó las condiciones para que, por primera vez, una obra audiovisual Argentina compita con las producciones de primer nivel internacional, aún con un presupuesto mucho menor que ellas (menos de 20 millones de dólares).
El Eternauta es una obra fundamental para recuperar nuestras narrativas identitarias, claves para aunar un relato solidario que nos permita pararnos frente a las injusticias en un país sometido al imperialismo como lo es la Argentina.
Pero además, la producción fue una obra colectiva que combinó el mejor talento en cada área: dirección, actuación, fotografía, efectos especiales, realización, etcétera. Con el estreno de esta serie se abrió, sin dudas, un antes y un después para las producciones en nuestro país.
Recuperemos la historia de El Eternauta, el mito emblema de Héctor Oesterheld, y que nos ayude, en tiempos de individualismo voraz, a recuperar la idea del héroe colectivo: nadie se salva solo.