Este 21 de enero se cumplieron 100 años de la muerte de el gran revolucionario Vladimir Ilich Uliánov (Lenin). El líder de los bolcheviques se destacó como organizador y estratega. Firme y pragmático, supo crear y dirigir el modelo de partido conocido como centralismo democrático, que llevó al triunfo de la Revolución rusa de 1917 y la formación del primer Estado socialista de la historia.
Con la consigna de “Todo el poder a los soviets” Lenin buscó poner en manos de los trabajadores las riendas del poder político, a fin de comenzar la construcción de una sociedad más justa y libre. Durante su gobierno al frente de la naciente Unión Soviética Lenin debió hacer enfrentar las hambrunas dejadas en el país por largos años de guerra y el caos de la descomposición del antiguo imperio ruso. A causa de una arteriosclerosis cerebral que le venía afectando hacía mucho tiempo Lenin murió el 21 de enero de 1924.
Lenin según la principal revista filosófica argentina
Al conocerse en Argentina la noticia de su muerte, la Revista de Filosofía, dirigida por José Ingenieros y Aníbal Ponce, publicó dos artículos en homenaje al fallecido revolucionario. Si bien sus dos directores tenían ideas de izquierda, la revista se centraba principalmente es temas de filosofía y cultura. No obstante, los artículos que publicó sobre Lenin lo exaltaban desde una visión no necesariamente marxista, sino desde una mirada muy poco común.
El primero de estos se titulaba “LENIN”, fue escrito por Julio V. Gonzalez. Allí resaltaba el rol histórico de Lenin como transformador de los valores universales. Hacía una interpretación mística del bolchevismo, en la que sostenía que Lenin tenía la función de guiar y liberar las almas, lo cual le daba al líder revolucionario un lugar casi de profeta. Concluía afirmando, positivamente, que la Revolución rusa había sido un experimento social y que Lenin representaba un nuevo tipo de hombre: “Es sin duda un tipo único y, más acertadamente, un tipo nuevo en la historia y evolución de los pueblos; el tipo del experimentador social.”
Lenin conquistó el respeto de sus detractores
El segundo se trataba de un breve texto titulado “La glorificación de Lenin”, firmado como Julio Barrera Lynch, seudónimo del propio Ingenieros. Allí resaltaba cómo ante su muerte, quienes criticaban y difamaban a Lenin, reconocían su impacto en la historia:
“En la hora de su muerte ha recibido Nicolás Lenin la consagración definitiva de la gloria y de la inmortalidad. Hace apenas cinco años su nombre era presentado a la opinión pública del mundo como un sinónimo de bandolerismo y de crimen; hoy, la misma prensa capitalista que lo difamó, los mismos socialistas amarillos que lo renegaron, se han reunido en armonioso coro para proclamarlo el más grande estadista de los tiempos nuevos, el salvador del pueblo ruso, tan prócer como Danton en la Revolución francesa, tan prócer como Moreno en la Revolución argentina. […]
De este nuevo espíritu, de esa nueva conciencia social que anima a los hombres jóvenes de todos los países, bien puede ser la revolución rusa un símbolo tan glorioso como hace un siglo lo era la Revolución francesa. Y así como en Moscú levantara ayer el pueblo un monumento a Dantón, nada sería más justo que un mañana inminente la estatua de Lenin se irguiese en todas las capitales de los pueblos que tengan la dicha de renovar sus instituciones en el sentido de una justicia social cada vez menos imperfecta.”
Debate entre Martov (líder de los mencheviques) y Lenin (líder de los bolcheviques) en la película ‘El tren de Lenin’ (1988)
Lenin Übermensch
De las palabras de Ingenieros podemos sacar algunas conclusiones sobre cómo este veía a Lenin. Por un lado, observamos cómo, al compararlo con Dantón y con Mariano Moreno, lo ubicaba en un lugar histórico de líder revolucionario, de héroe transformador del mundo similar a los grandes idealistas que describía en su bets seller El hombre mediocre. Aquí podemos observar la concepción fuertemente nietzscheana de Ingenieros. Por otro lado, vemos su confianza absoluta en que Lenin sería reconocido en todo el mundo.
Soviets en Argentina
En una conversación con Ernesto Quesada, Ingenieros habría comentado que si defendía la formación de soviets en Argentina era por ser esto lo más conveniente para el cuerpo social, para “limpiarlo del enjambre de repugnantes parásitos politicones de todas las layas y colores”. Ingenieros, desde una perspectiva biologicista, veía a la lucha de clases como un problema médico: el bolchevismo era el parasiticida que eliminaría a la innecesaria burguesía.
En aquel líder, Ingenieros vería a un “verdadero estadista y un aristócrata de temperamento”, una encarnación de los valores nietzscheanos. Para resolver sus problemas sociales y echar a sus parásitos, Ingenieros afirmaba que en Argentina “se requiere un Lenin de verdad: vale decir, legítimo y que sepa a gloria; no de burda imitación, que sabe a paja”.
Lo que vino tras su muerte
Lenin venía advirtiendo los peligros de la burocratización del poder soviético desde tiempo antes de su muerte. Tras su desaparición física, se dio paso la lucha por sucederlo entre Trotsky, quien lo igualaba en su genio político, y Stalin. El triunfo del segundo trajo consigo la purga de los principales líderes de la Revolución bolchevique, la traición de sus ideales y la consolidación de una tiranía que poco y nada tenían que ver con el socialismo con el que Lenin soñaba.