Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento y, como es costumbre, se conmemora por ello el día del maestro. Sin embargo, este año, bajo la presidencia de Milei, la situación de la educación es particularmente crítica. Por eso recordar quién fue Sarmiento y cuál fue su legado nos ayudará a entender la necesidad de defender, hoy más que nunca, nuestra educación.
La educación en los orígenes de la nación argentina
A partir de la Revolución de Mayo de 1810 la educación comenzó a ser vista como una herramienta fundamental en la formación de un pueblo libre y de un Estado moderno. Particularmente, Belgrano daba gran importancia a la construcción de escuelas como forma de llevar el conocimiento a toda la población. Sin embargo, la prioridad de la Revolución era la guerra por la independencia, por lo que la cuestión educativa quedó postergada unos años más.
Tras la caída del gobierno central en la batalla de Cepeda de 1820 cada provincia quedó aislada, debiendo sobrevivir por su cuenta y echando por tierra todas las aspiraciones de realizar reformas a nivel nacional. En este marco la provincia de Santa Fe, bajo el caudillo Estanislao López, sancionó en 1821 la primera Ley relativa a la educación.
El mismo año, en Buenos Aires, Bernardino Rivadavia creó la Universidad de Buenos Aires. Con el objetivo de modernizar a la sociedad Rivadavia prestó particular interés en la educación y la ciencia, creando también el Colegio de Ciencias Morales e introduciendo el experimental método lancasteriano de educación.
El ascenso de Juan Manuel de Rosas a partir de 1829 significó una restauración conservadora y un retroceso en lo avanzado hasta entonces en el campo educativo. Con el argumento de reducir el gasto estatal, Rosas cerró muchas de las escuelas y bibliotecas abiertas por Rivadavia y en 1838 eliminó la gratuidad de la enseñanza. Sin bien no cerró la Universidad de Buenos Aires ni el Colegio Nacional de Buenos Aires, les quitó el financiamiento que recibían del Estado provincial, por lo que para seguir funcionando dichas instituciones se vieron forzadas a cobrar aranceles a sus estudiantes. Rosas también trajo de regreso a los jesuitas, que habían sido expulsados en la época virreinal, y les otorgó el control de la enseñanza religiosa.
Sarmiento: sus orígenes y formación
Domingo Faustino Sarmiento nació en San Juan el 15 de febrero de 1811. A los 15 años ya ejercía de maestro. Algo que lo distinguiría de otros pensadores de su época era que en su idea de progreso estaba presente el horizonte de una igualdad social, al menos para quienes pudieran entrar en su definición de civilización.
En 1839 fundó el periódico “El zonda”, pero en 1840 debió exiliarse en Chile perseguido por el caudillo Facundo Quiroga. Allí creó la primera escuela normal de Sudamérica, en donde poco a poco va diseñando un sistema educativo. Realizó un extenso viaje por Europa y EEUU para observar los sistemas educativos más modernos que estaban forjándose en ese entonces.
En 1845 publicó “Facundo: civilización y barbarie” donde expuso sus ideas y denunciaba el autoritarismo de Rosas. Al ser una obra que combina la denuncia política con lo literario, fue criticada por sus contemporáneos por una exageración en los modos y expresiones.
Civilización y Babarie
La antinomia Civilización/Barbarie suele malinterpretarse al pensarse en términos de distriminación y racismo, pero si dejamos la cuestión racial de lado veremos que en su esencia es una distinción de carácter económico. Para Sarmiento las tribus aborígenes que no pudieran abandonar su estilo de vida nómada y cazador no constituían siquiera la barbarie y nada podría esperarse de ellos.
La Barbarie eran, en cambio, los gauchos y los pueblos indígenas con una vida campesina, ellos representaban el desierto, el campo, todo lo heredado de la época colonial y podían ser civilizados por medio de la educación y el trabajo. La Civilización era la ciudad, la modernidad capitalista, el trabajo y la escuela. Tal como resaltaba el historiador marxista Milciades Peña en su libro “Alberdi, Sarmiento, El 90”, para el maestro sanjuanino la educación era sólo una de las columnas de una sociedad moderna, la otra era el desarrollo industrial, sin el cual no podría forjarse una nación verdaderamente libre e independiente.
En 1849 Sarmiento publicó “Educación popular”, en el que explicaba cómo debía sustentarse el sistema educativo, las escuelas y los diseños curriculares. Afirmaba que la escuela debía ser un “palacio del saber”: si la escuela es un lugar de prestigio respetado por la comunidad los padres querrían mandar a sus hijos a ella.
Combinaba el sistema educativo prusiano, fuertemente estatal y centralizado, con el estadounidense, en el que es la propia comunidad la que sostiene democráticamente la escuela. No obstante, Sarmiento no ignoraba que, dada la realidad social de Sudamérica, es el Estado quien debía desempeñar el papel fundamental. En la visión de Sarmiento los ricos no debían pagar sólo por la educación de sus hijos sino por la de todos.
Samiento en la presendencia
En 1862 fue designado gobernador de San Juan, desde donde continuó su labor como constructor de escuelas, y en 1868 fue electo presidente de la Nación, cargo que ejerció hasta 1874. Una de sus primeras acciones de gobierno fue la realización del primer censo nacional en 1869, que arrojó un resultado alarmante: el 80% de la población era analfabeta.
Algunas de sus medidas como presidente fueron la sanción de la Ley de subvenciones escolares, construir más de 800 escuelas y más de 100 bibliotecas populares, junto con la creación de la Comisión protectora de bibliotecas populares, para su mantenimiento. También se creó el observatorio astronómico de Córdoba, la Academia Nacional de Ciencias, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, el zoológico de Buenos Aires, la extensión de la red de cables telegráficos, entre muchas otras.
Debe destacarse la apertura varias escuelas normales, entre ellas la más conocida, la de Paraná, con el objetivo de formar a las futuras maestras que trabajarían en las escuelas que se estaban construyendo. Para impartir clase en las escuelas normales trajo de Estados Unidos a 65 maestras formadas allí, lo cual, según demuestra el documental “1420, la aventura de educar” dió un puntapié inicial en la aparición de feminismo en Argentina.
Tras concluir su presidencia, la provincia de Buenos Aires lo nombró Director General de Escuelas, desde donde logró en 1875 la sanción de una nueva ley que establece la obligatoriedad de la educación. En 1884, durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca, se sancionó la Ley 1420, que establecía ya a nivel nacional la educación laica (aunque se permitía el dictado de clases de religión en forma optativa fuera del horario escolar), gratuita y obligatoria para todos los niños de 8 a 14 años. Los contenidos eran universales para todos los estudiantes y apuntaban no sólo a la formación laboral sino también a la construcción de sujetos políticos.
La Educación en tiempos recientes
Rivadavia era liberal, Sarmiento era liberal y Roca también lo era. Pero estos liberales del siglo XIX poco y nada tienen que ver con los del siglo XXI. En la cosmovisión de aquellos hombres no podía haber libertad sin educación y no podía haber democracia sin educación para todos. Un sistema de enseñanza pública y gratuita, por su magnitud y alcance, sólo puede ser sustentado por el Estado, mediante impuestos a los más ricos. Esto no volvía a aquellos liberales “zurdos”, solo conscientes de cómo funciona una Estado civilizado.
Desde el siglo XIX y durante la mayor parte del siglo XX la educación pública no fue cuestionada por ningún gobierno de ningún signo político, ni siquiera de facto. De hecho, las escuelas públicas gozaban de un mayor nivel educativo y prestigio que las escuelas privadas, a las cuales sólo acudían quienes desearan recibir una formación religiosa.
No fue hasta la llegada del neoliberalismo y la Ley Federal de Educación de 1993 que la educación pública argentina comenzó a entrar en declive. Siguiendo los lineamientos del Congreso Pedagógico Nacional de 1984 la ley menemista transformó el sistema educativo nacional, descentralizando y delegando en las provincias su financiamiento. Como si se tratara de una vuelta a los tiempos entre la caída del poder central en 1820 y la reunificación nacional en 1862, las provincias quedaban abandonadas a su suerte y sólo las más ricas podrían seguir sustentando un sistema de enseñanza pública eficiente.
La Ley de Educación Nacional del 2006 buscó revertir este problema estableciendo que cada provincia debía dedicar como mínimo un 6% de su PBI al financiamiento de la educación. No obstante, con los años ese porcentaje acabó convirtiéndose más en un techo que en un piso. Durante los años del kirchnerismo programas como el Progresar o el Conectar Igualdad apuntaron a la democratización de la educación, pero la ausencia de un plan integral y la falta de compromiso político no hicieron más que profundizar y agravar la crisis educativa.
Hoy tanto el gobierno de CABA, como el de la Provincia de Buenos Aires se encuentran realizando reformas educativas que tienen como resultado la destrucción total de la calidad educativa y el hacer insoportables las condiciones de trabajo de los docentes.
Mile como representante de la Barbarie
En la actualidad el gobierno de La Libertad Avanza busca destruir la educación pública precisamente para evitar que se formen sujetos críticos y mantener sometidos a los trabajadores. Lo confiesa abiertamente con declaraciones como las del diputado Benegas Lynch:
“Yo no creo en la obligatoriedad de la educación. Es responsabilidad de los padres. Vos a tu hijo le querés dar lo mejor y muchas veces no te podes mandar el lujo de mandar a tu hijo en el taller con el padre trabajando.”
Milei es en este sentido similar a Rosas, su proyecto político requiere la eliminación de la educación común para hundir al pueblo en la ignorancia y profundizar la desigualdad social. Sin gratuidad y obligatoriedad de la educación las escuelas quedan convertidas en negocios excluyendo a quienes no pueden pagarlas.
La educación deja de ser un derecho para convertirse en un servicio. Ejemplo de esto es el proyecto de declarar a la educación como “servicio esencial”, que ya cuentaa con media sanción, sin aumentar el presupuesto educativo, sólo para limitar el derecho constitucional de huelga de los docentes.
Al igual que el caudillo del siglo XIX Milei buscó tener facultades extraordinarias que le permitan pasar por encima del Congreso e imponer de forma antidemocrática medidas en favor de la clase social a la que representa: la oligarquía terrateniente en el caso de Rosas, la burguesía financiera en el caso de Milei.
La violencia y la deshumanización del otro siempre fueron un rasgo esencial del discurso de Milei. No tiene empacho en reprimir salvajemente a jubilados que protestan por vivir más dignamente. Su fanatismo va de la mano de su desprecio por la ciencia, el cual se manifiesta en su intento de cerrar el CONICET, en sus declaraciones donde afirma que “los científicos también son parte de la casta” y en sus delirios místicos.
Una fotografía de la juventud argentina
El discurso antieducación de Milei es particularmente preocupante en la medida que penetra en las mentes de los propios jóvenes que deben ser formados. Lamentablemente el individualismo y el desprecio por lo público que profesa el anarcocapitalismo viene calando hondo en las nuevas generaciones.
Quien escribe estas líneas hace poco realizó una actividad con sus alumnos de 3° en la materia Construcción de Ciudadanía en la que los estudiantes debían elegir problemáticas sociales, investigarlas, pensar propuestas para resolverlas y debatirlas con argumentos a favor y en contra. Debatiendo con absoluta libertad los alumnos expresaron ideas que debemos tomar como una llamada de atención:
La gran mayoría estaban en contra o abstención de la redistribución de la riqueza. Consideraban “injusto” que se le quite al rico una pequeña parte de su riqueza para dársela a quienes menos tienen. Con respecto a la educación pública, casi todos manifestaban sus críticas hacia ella. Eran plenamente conscientes de la baja calidad de la instrucción que reciben, pero no parecían valorar que sin ella no podrían acceder a ninguna formación ya que sus familias no podrían pagar una escuela privada.
No obstante, en las conclusiones del debate, que debían realizar de manera personal y presentar por escrito, todos se manifestaron contentos de haber realizado dicho ejercicio, ya que les permitía expresarse, ser escuchados, reflexionar sobre sus ideas y veían sumamente provechoso el escuchar a quienes piensan distinto y llegar a acuerdos. De esto podemos rescatar que elevar su formación y pensamiento los ayudará a educarse para ser más libres.