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    Argentina territorio de disputa: la política nacional entre dos gigantes

    El gobierno ya definió una estrategia y apunta hacia la agenda 2025. El presidente Javier Milei, en una entrevista en Neura, aseguró que “con Macri vamos a empezar a trabajar en la convergencia. De cara a 2025 vamos a construir una expresión liberal”. De este modo abrió el juego: necesita el apoyo del PRO y de “todos los radicales de la línea de Alvear” para defender su gestión en las urnas y poder garantizar las bancas suficientes para continuar profundizando sus planes de entrega y ajuste. Hoy, el consenso entre bloques dentro del Congreso y del Senado no fluctúa del modo esperado.

    Pero la aspiración de incluir a estos dos actores y hacerlos carne dentro del propio oficialismo para dar “el batacazo” en las legislativas se contrapone con el lanzamiento de La Libertad Avanza dentro de la Ciudad de Buenos Aires. Un bastión gobernado por el macrismo y sus aliados desde el 2007, es decir, hace 17 años. Karina “el jefe” Milei salió a buscar avales y afiliaciones para comenzar a garantizar la presencia de su partido en todo el país.


    Gabriel Bornoroni, Karina Milei y Martín Menem

    Milei y su círculo se amparan en las pocas conquistas concretas de su gobierno, como los aún vigentes artículos del DNU 70/2023 y en el Pacto de Mayo -que parecía haber muerto antes de nacer- pero que tiene como fin premiar a los gobernadores que lo ayuden impulsar la reversión de la Ley Ómnibus y el envío al Senado del paquete fiscal. En el Congreso, el tratamiento del mega DNU parece no alcanzar los 129 votos necesarios para rechazarlo.

    El gobierno se muestra tranquilo. Despide empleados estatales justificándose en los versos de la meritocracia y la idoneidad; licúa los salarios con devaluación y con la derogación de decretos que regulan los precios de alimentos y servicios; reprime periodistas, docentes y jubilados con gases que aún no se sabe si están o no prohibidos por la Convención de Armas Químicas, un tratado internacional firmado y ratificado por Argentina; Bertie Benegas Lynch sugiere que las niñeces trabajen; la burocracia sindical de la CGT está apagada.

    ¿No hay plata? La eterna excusa previa a la toma de deuda

    El resultado del Supermartes de primarias estadounidenses determinó que las presidenciales del próximo 5 de noviembre se disputarán otra vez entre Joe Biden y Donald Trump. Un sondeo de la universidad neoyorquina, Siena College reveló que, si las elecciones se llevaran a cabo en estos días, el 48% de los votantes se inclinaría por el republicano y no por la gestión actual. Ante estos resultados, Javier Milei se mostró dichoso y bienaventurado, ya que la relación entre él y Trump se había profundizado durante estos últimos meses.

    “El gobierno imagina -contrariamente a muchísimos ejemplos- que, con una rendición absoluta con Estados Unidos, un lineamiento en las votaciones en la ONU, las posiciones en los conflictos –como por ejemplo en Ucrania y en Medio Oriente-, atacar a los gobiernos, va a lograr que Estados Unidos se congracie con él y le dé un financiamiento que pueda permitir salir de esta crisis económica”, explica Leandro Morgenfeld, doctor en Filosofía y Letras y magíster en Historia Económica.


    Gita Gopinath del FMI y Javier Milei

    Pero, ¿qué garantiza esto para Argentina? De primera mano, no existe ninguna información que asegure que ni el actual gobierno estadounidense, ni una posible segunda gestión de Trump administren los medios para un nuevo préstamo al país. Desde hace varios años, la prioridad en cuestiones de política exterior para Estados Unidos es la contención de China en su avance sobre el Asia-Pacífico como principal teatro de operaciones.

    Quizás la experiencia del gobierno de Mauricio Macri, a quien se le aprobó el mayor préstamo otorgado en la historia del Fondo Monetario Internacional a un país, que fue auspiciado por Donald Trump en 2018, sirve de esperanza para Milei de cara a un financiamiento que le permita, entre otras cuestiones, la dolarización de la economía argentina. En este sentido, Morgenfeld recuerda que Estados Unidos y el FMI “reconocieron que el objetivo era que Macri fuera reelecto y que el peronismo no volviera al poder, pero no les salió” y agrega que “la sumisión del gobierno con Estados Unidos es en general, independientemente de quien gobierne, pero está jugando muy fuerte y rompe con los usos y costumbres de las relaciones internacionales y diplomáticas”.

    Un nuevo escenario para una vieja disputa: China y Estados Unidos

    El Pentágono anunció el despliegue de un sistema de misiles para marcar el territorio a China en el Asia-Pacífico.

    A pesar de que Estados Unidos y China han “colaborado” en áreas como el comercio y la seguridad regional a través de organismos multilaterales como el APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) y el G20, también existen tensiones y rivalidades, en cuestiones como la libertad de navegación en las aguas del Mar de China Meridional, entre otras.

    Este terreno siempre representó para Estados Unidos una oportunidad de alianzas en materia de defensa como la que tiene con Japón, Corea del Sur y Australia, además de ejercer una presencia militar significativa. Mientras tanto, China ha buscado expandir su influencia económica y política en la región a través de iniciativas como la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda y la creación de instituciones regionales como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB).

    Para Juan Elman, periodista especializado en política internacional: “durante el trumpismo, el rol de secretario de Estado tenía que estar muy basado en representar un giro más unilateral y duro respecto a China. Eso involucraba naturalmente el vínculo con Europa, pero también le dio libertad de acción a algunos cuadros con influencia en América Latina, como el senador por Florida, Marco Rubio”.

    ¿Y por casa?

    “Hay una concepción ideológica dogmática por parte del gobierno, que tiene que ver con la forma de ver el mundo, la forma de ver determinados valores e ideas, y eso lleva a que alinearse con Estados Unidos no necesariamente implique una racionalidad económica”, explica Alejandro Frenkel, licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y doctor en Ciencias Sociales y amplía: “hay algunos elementos que permiten inferir que ese alineamiento se está pensando para obtener beneficios en detrimento también de afectar la relación con China”.

    Por su parte, el vocero presidencial, Manuel Adorni, en una de sus conferencias de prensa, aseguró que “la posición del presidente, que implica la postura del gobierno argentino, es que efectivamente nuestros aliados van a ser Estados Unidos e Israel”.

    A raíz de las preocupaciones del embajador estadounidense en Argentina, Marc Stanley sobre la instalación de la estación espacial China en Neuquén, el gobierno anunció que “revisará los contratos”. El diplomático había manifestado: “Me sorprende que la Argentina permita que las Fuerzas Armadas chinas operen en Neuquén, en secreto, haciendo quién sabe qué”

    Pero esto va más allá de un apoyo superficial o la entrega en términos de soberanía con la autorización de la instalación de una base naval de construcción conjunta en Ushuaia con Estados Unidos, como fue pactado entre el gobierno y la jefa del Comando Sur en su última visita; e incluso, la firma del Memorándum de Entendimiento para la intervención del Cuerpo de Ingenieros de las fuerzas estadounidenses en la Hidrovía del Paraná.

    En una entrevista con El Cronista, el ministro de Defensa, Luis Petri anunció que el gobierno apunta a convertirse en un “socio global” de la OTAN. Un estatus superior al actual de aliado extra-OTAN, que había sido dispuesto mientras aún gobernaba Carlos Menem.

    Esto implicaría que Argentina pueda colaborar de conjunto con los miembros del Tratado del Atlántico Norte, en las operaciones que éstos lo demanden. Incluyendo cuestiones militares y bélicas.

     

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