Se cumple una semana del atentado en Crocus City Hall, un shopping que se encuentra en la ciudad de Krasnogorsk, a las afueras de Moscú. Previo al inicio del concierto de la banda Picnic, que había agotado las seis mil localidades disponibles en el teatro del lugar, varias personas vestidas con ropa camuflada y armadas con fusiles de asalto ingresaron y comenzaron a disparar a quien se cruzase en su camino. El atentado culminó con el incendio intencional de las instalaciones. El número de víctimas fatales crece a medida fallecen las personas internadas y hoy suman 143. Uno de los perpetradores fue detenido en el acto, otros fueron detenidos tras un accidente automovilístico en la ciudad de Briansk, mientras -según fuentes oficiales- intentaban cruzar a Ucrania. La Casa Blanca defendió al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski y lo libró de culpa y cargo. La organización yihadista Estado Islámico (ISIS-K) se atribuyó el ataque. Pero aún así, hay más dudas que certezas.
Horas después de lo acontecido, el presidente ruso, Vladimir Putin salió a dar un discurso en el que -aunque no puso en duda que el atentado haya sido llevado a cabo por ISIS-K-, sí plantea si se trata de una iniciativa propia de la organización o no. “Y los nazis, como es bien sabido, nunca han tenido reparos a la de emplear los medios más sucios e inhumanos para lograr sus objetivos”, dijo el mandatario en una reunión televisada y vinculó esta frase al fracaso de la contraofensiva ucraniana y a la necesidad del país vecino de “ganar puntos ante sus patrocinadores occidentales”. Y continuó: “Sabemos quién cometió esta atrocidad contra Rusia y su gente. Es importante responder a la pregunta de ¿por qué los terroristas, después de su crimen, intentaron irse a Ucrania? ¿Quién los esperaba allí? Aquellos que apoyan al régimen de Kiev no quieren ser cómplices del terror y partidarios del terrorismo, pero surgen muchas preguntas”.
Una guerra de dimes y diretes
El Comité de Investigaciones de Rusia difundió un comunicado en el que afirma que los perpetradores del Crocus City Hall tienen relación directa con los ultranacionalistas ucranianos: “Como resultado del trabajo con los terroristas detenidos, al estudiar los dispositivos técnicos que les confiscaron y al analizar la información sobre las transacciones financieras, se obtuvieron pruebas de su conexión con los ultranacionalistas ucranianos”.
Pero las hipótesis cruzadas abundaron apenas ocurrido el ataque. Los actores potencialmente involucrados incrementan en número. El GUR -servicio de inteligencia ucraniano- no demoró en acusar directamente al Kremlin por este atentado y calificarlo de una “operación de falsa bandera”, es decir, un autoatentado, con el pretexto de seguir escalando en la guerra.
Fue John Kirby, el asesor de Comunicaciones de Seguridad de la Casa Blanca quien afirmó que no había indicios de la participación ucraniana. Inmediatamente la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, le salió al cruce diciendo que “es evidente su sesgo e involucramiento en la historia. Si no hubieran existido, las primeras palabras habrían sido las que deberían ser, es decir sobre la necesidad de realizar la investigación y presentar datos”.
María Zajárova, portavoz de la Cancillería rusa
Estados Unidos sabía del atentado y decidió no prevenir al gobierno ruso, ¿o sí lo hizo? Otra de las polémicas cruzadas en torno a lo ocurrido se desató cuando el exoficial de la CIA, Larry Johnson, dijo al medio ruso Sputnik: “Ellos salieron y dijeron que la Casa Blanca, Biden y la comunidad de inteligencia estaban muy preocupados por lo que ellos llamaron lo descarado en los ataques justificados por Ucrania, por lo que claramente creo que EEUU tenía conocimientos acerca de lo que iba a suceder y no compartió eso con Rusia”. Quien quiso desmentirlo fue Matthew Miller, vocero del Departamento de Estado estadounidense que recordó una advertencia el pasado 7 de marzo a los ciudadanos de su país que se encontraban en Rusia, en la que pedían evitar las reuniones de varias personas por tener información de un atentado terrorista en Moscú.
¿ISIS o ISIS-Khorasan?
No es novedad que ISIS sea un enemigo natural de Rusia, por el apoyo militar que éste proporciona al gobierno de Bashar Al-Assad en Siria, que impide un desarrollo más amplio de la organización. Sobre todo cuando estalló en 2011 la guerra civil en el país y los levantamientos de la “primavera árabe” en toda la región, fue que Vladimir Putin decidió incursionar con sus tropas para combatir al ISIS, seguido por Estados Unidos que, contrario a ambos bandos, operó en apoyando a las kurdas sirias de Rojavá. Para 2014, Occidente había creado las condiciones para el éxito explosivo de ISIS al avivar la guerra en Siria.
De hecho, desde 2015, se atribuyeron la autoría de 15 ataques en diferentes regiones rusas y en territorio de sus aliados. Los ejemplos más conocidos son la explosión de un avión de bandera rusa en 2015, que se encontraba despegando desde Egipto en el que viajaban 224 personas; la explosión de un edificio de viviendas en los Urales en 2017 que dejó un saldo de 39 muertos; y el ataque a la embajada rusa en Kabul, Afganistán, en 2022, donde murieron 6 personas.
Detenidos por el atentado en Moscú
El Estado Islámico no fue inventado por una sola persona, sino que surgió como resultado de una serie de circunstancias políticas, sociales y militares en la región de Medio Oriente. Se formó principalmente a partir de una facción de Al Qaeda en Irak durante la ocupación estadounidense después de la invasión de 2003. Abu Musab al-Zarqawi, un yihadista jordano, fue una figura clave en la fundación de esta facción. La organización evolucionó y se fortaleció a lo largo de los años, transformándose en una entidad independiente.
El resurgimiento del terror
Pero existen varias diferencias entre el viejo régimen del Estado Islámico y el grupo que se atribuyó el ataque. El ISIS-Khorasan, o ISIS-K, es una rama de este grupo terrorista, que opera principalmente en la región de Asia Central, especialmente en Afganistán y Pakistán. A diferencia del ISIS original, que se centra principalmente en Irak y Siria, el ISIS-K tiene como objetivo establecer un califato islámico en la región de Khorasan, que abarca partes de los países ya mencionados y suma también a Irán y Tayikistán (de hecho, entre los detenidos y actualmente imputados como autores del atentado en Moscú, son de origen tayiko).
Esta fracción del viejo y derrotado Estado Islámico en Siria e Irak, logró desarrollarse con nuevos métodos en Afganistán, e incluso hacer frente a los talibanes. A lo largo de los años, ha habido enfrentamientos violentos entre ISIS-K y el Talibán, con ataques dirigidos mutuamente y disputas territoriales.
ISIS-K se atribuyó el atentado a través de un comunicado en su canal de Telegram
Varios especialistas en esta organización coinciden en que la atribución del atentado en Moscú, sumada a la anterior en la localidad iraní de Kermán a principio de año, componen un “gran golpe propagandístico” que tiene como fin volver a instalar al ISIS como una amenaza mundial a la seguridad.
Aunque la fuente exacta de financiamiento del ISIS-Khorasan es difícil de determinar debido a la naturaleza clandestina de sus operaciones, se cree obtienen fondos a través de diversas fuentes, que pueden incluir extorsión, robo, contrabando, donaciones privadas y posible respaldo de simpatizantes o redes financieras en la región. A diferencia de sus antecesores, que habían logrado consolidarse como exportadores de petróleo en la ciudad turca de Ceyhan, y que, según el Financial Times, tenían como principales clientes a Israel, Italia y Chipre. Aunque no se tratase de un comercio directo porque en el pasamano de puerto en puerto, los lotes de crudo se mezclaban con los de bandera turca (o kurda turca).