El miércoles, finalmente, el Indec reveló los datos de inflación del mes de agosto. El número levantaba gran expectativa, ya que es el primer índice oficial tras la devaluación que el Gobierno pactó con el FMI y se efectuó al otro día de las PASO.
El aumento de precios correspondiente al mes de agosto fue del 12,4%, impulsado principalmente por el aumento de los precios de los alimentos (15,6%), lo cual implica un impacto mayor en la población más pobre. En el norte argentino, el costo de los alimentos subió un 18%, brutal. Se estima que los datos de pobreza, que se conocerán un mes antes de las elecciones, arrojarán 1 millón más de pobres que la última medición.
Es la primera vez que el índice oficial de inflación alcanza los dos dígitos luego de 20 años. El antecedente es de abril del 2002 (10,4%), cuando Argentina atravesaba una de las crisis más grandes de su historia a la salida de la convertibilidad. Pero además es la inflación más alta en 32 años, desde 1991 a la salida de la hiperinflación. Si vamos al ranking mundial, observamos que es la inflación más alta del mundo después de Venezuela y el Líbano.
En lo que va del año, los precios ya han aumentado un 80,2%, y un 124,4% en los últimos doce meses, desde que asumió Massa como ministro de Economía. ¿Algún salario corre a esa velocidad?
El Viceministerio de Economía, Gabriel Rubinstein, publicó un comunicado oficial en Twitter, en el que alertan además que septiembre va a volver a tener un fuerte arrastre y la inflación podría volver a ser similar a la de agosto.
Tratando de salvaguardar algo su piso electoral, el ministro de Economía anunció la devolución del IVA (hasta 18 mil pesos) para monotributistas y asalariados que cobren salarios de menos de 708 mil pesos. Medida que se suma al ya aplicado aumento del piso para pagar Ganancias.
El candidato oficialista culpó a Macri por haber tomado la deuda y al FMI que “obligó” a efectuar una devaluación que el organismo pretendía del 100%. Lo insólito es que Massa habla del FMI como una fatalidad, cuando se trata de un acuerdo de ambas partes que se puede renegociar o rechazar.
Los salarios se siguen deteriorando al ritmo de una inflación que parece no tener freno, mientras el Gobierno pone excusas y da mensajes contradictorios a dos bandas: por un lado, se compromete con reducir el déficit y llevar adelante el plan del Fondo, por el otro, intenta vender que tiene un programa para favorecer a los trabajadores y sectores populares, y lo hace tomando medidas que son un alivio inmediato, pero de muy corto alcance.
¿Hacia una hiperinflación?
Macri y Bullrich ya se animaron a afirmar que “estamos en estado de híper”, una caracterización que no soporta una evaluación rigurosa.
Para una situación hiperinflacionaria, los aumentos de precios deberían superar al menos el 50% mensual. La experiencia de la hiperinflación alfonsinista era la de ir al mercado y encontrar que los precios se remarcaban dos veces al día. Es decir que uno iba a comprar a la mañana y no sabía cuánto costaban las cosas a la tarde. Un descontrol económicamente superior al actual.
Quizás sea una expresión de deseo. Juntos por el Cambio ha quedado atrapado entre la polarización Milei-Massa, con escaso ángulo de diferenciación. Un grave desbarajuste económico que sacara al oficialismo del juego podría ser una luz de esperanza para que Bullrich recupere chances electorales.
Un factor necesario para que en Argentina termine de desencadenarse una hiperinflación sería la pérdida total del control económico por parte del Gobierno, cosa que hasta el momento no ha ocurrido, en parte, porque el FMI ha decidido no soltarle la mano a Massa, y, por otro lado, porque el mercado es optimista con la transición política después del diez de diciembre.
Sin embargo, el doble rol de Massa como candidato y a la vez ministro garante de la estabilidad, con el Presidente y la Vice corridos de la escena, establece una situación “sostenida con alfileres”, en la cual una simple corrida, un golpe de mercado o un cisne negro inesperado podría ser suficiente para que el tablero termine de rodar escaleras abajo.
Es cierto que lo más concentrado del capitalismo argentino preferiría evitar una catástrofe económica inmediata. Hay expectativas de que el próximo gobierno, sea cual sea, avanzará en medidas favorables a sus intereses.
Quizás preferirían un gobierno de derecha con un plan de ajuste más mediado, como el bimonetarismo que proponen Bullrich y Melconian, que la dolarización/motosierra de Milei, con la respuesta social que podría generar.
Aunque también es real que las fuerzas de la burguesía y el imperialismo ya se han estado haciendo a la idea de alinearse detrás de La Libertad Avanza al avanzar las probabilidades de que Milei se imponga en primera o segunda vuelta.
Bajo esta luz deben interpretarse los zigzags de Macri, las reuniones con el Fondo, o el alineamiento de sectores sindicales como el de Luis Barrionuevo, que se comprometió a garantizar la fiscalización y a montar una agrupación sindical de apoyo a Milie.
Yendo al impacto que tiene el crecimiento de la ultraderecha en la fragilidad económica, mencionemos que Carlos Rodríguez, colaborador de Milei, dijo que para implementar una dolarización inmediatamente era necesaria una hiperinflación y un plan Bonex, básicamente, un revival de los ‘90.
Alejandro Bercovich, en su última editorial en Brotes Verdes, comentó una nota de El Diario Ar, en la que se citaban testimonios de un encuentro en Estados Unidos entre el equipo económico de Milei y banqueros argentinos.
La nota cita testimonios de algunos de los banqueros que participaron de la reunión. Uno de ellos dice que se fueron con la sensación de que los economistas “están en bolas” en términos de planificación. Pero aún más grave era el hecho de que los libertarios especulaban con que, después de ganar en octubre, se desencadene una hiperinflación que licúe completamente los salarios y abra el camino para aplicar la dolarización.
Esto constituye un “lenguaje performativo”, porque si los economistas del candidato más votado le dicen a los banqueros tenedores de bonos que esperan una híper, ¿qué confianza puede generar en que mantengan la tenencia de esos bonos y no corran a cambiarlos por billetes verdes?
Entre el ajuste y la extrema derecha
Si bien las medidas de Massa han representado algo de alivio momentáneo para llegar a fin de este mes (y no mucho más), también han representado algún escarmiento desde el norte del mundo.
El subsecretario para Asuntos Internacionales del Tesoro norteamericano, Jay Shambaugh, dijo que el FMI se debe retirar de Argentina si el país no toma las medidas propuestas por el organismo. Es una “tirada de oreja” ante el plan platita que Massa está empezando a llevar adelante de cara a octubre.
Parece más una concesión al ala progresista de Unión por la Patria, Cristina, Máximo, Kicillof y Grabois, que pedían alguna señal concreta para poder salir a militar.
Los análisis de la votación de Milei indican una alta penetración en los sectores más pobres de la población, los más afectados por los aumentos del precio de los alimentos. El dato de que la inflación haya sido mayor en el norte del país, concuerda con guarismos como el de la libertad Avanza en Salta, donde obtuvo el 49%.
Para formar una política desde la izquierda, los puntos de apoyo para enfrentar a la extrema derecha y el ajuste presentan una complejidad: los sectores socialmente medios son por lo general más sensibles a las cuestiones democráticas.
La defensa de la educación pública, el derecho al aborto, la política de Derechos Humanos, etc. Entre ellos, prima el miedo de que la ultraderecha llegue al poder. Mientras tanto, entre los trabajadores precarizados y los sectores populares más desfavorecidos, el hartazgo con un sistema político que no les ha dado respuesta para mejorar su calidad de vida durante dos mandatos que han vivido de promesas incumplidas, los inclina hacer oídos sordos al peligro antidemocrático de Milei, y a apoyarlo como castigo a la casta política.
Esto presenta una dificultad, porque hay una especie de desgarramiento, de círculos en los que se habla distintos idiomas y es muy difícil elaborar una política única que de respuesta a la totalidad, porque la izquierda no tiene el peso suficiente para plantear una lucha inmediata por el poder.
Un gobierno encabezado por un populista de derecha encierra un peligro enorme para los derechos y reivindicaciones de la clase trabajadora y el pueblo, pero es el ajuste del gobierno y el FMI el principal combustible que alimenta los motores del avance intempestivo de la nueva extrema derecha.
La salida estratégica de esta encerrona es la construcción de una alternativa política que defienda la independencia de la clase trabajadora frente a los capitalistas con un programa global, pero esta alternativa de poder sólo podrá surgir de que los socialistas nos ganemos la confianza de las masas, luchando codo a codo junto a ellas en los espacios de resistencia.
La votación de la izquierda en las elecciones generales será un punto de apoyo invaluable para conformar los frentes únicos de resistencia política y sindical necesarios para resistir el ajuste presente y futuro, y para perfilarse como alternativa en el mediano plazo.
Gane quien gane las elecciones, los programas de todas las fuerzas mayoritarias se ha endurecido contra los trabajadores y los sectores populares. Aunque Milei no se impusiera, la existencia de una fuerza de ultraderecha con influencia de masas es una novedad política con la que tendremos que convivir.
La izquierda tiene que rodearse de los sectores que quieran luchar por las reivindicaciones democráticas y contra el avance de la extrema derecha, pero al mismo tiempo tiene que estar a la cabeza de la lucha y denuncia contra el ajuste del Gobierno a la clase trabajadora. En defensa de la salud y la educación pública y contra los ajustes que impone el FMI. En cada uno de estos espacios se presenta una ardua tarea: “explicar pacientemente las implicancias, tanto del fracaso del peronismo como del peligro de la ultraderecha”.
Como ha ocurrido en Brasil, la segunda vuelta seguramente abrirá un debate táctico-electoral que ya abordaremos en su momento con la rigurosidad que corresponde. Ahora, nuestra tarea inmediata es fortalecer los espacios de resistencia contra el ajuste y la ultraderecha, además de militar el voto al Frente de Izquierda Unidad, la única fuerza que defiende de manera incondicional los derechos de los trabajadores, las mujeres y la juventud.