Ricardo Mollo ya dejó la guitarra en el piso con un loopeo eterno y tan bien logrado que le haría pensar a cualquier distraído que todavía está tocando en el escenario. Pero no, ya bajó a saludar a su gente, a regalar púas y sonrisas a quienes se bancaron la valla durante casi tres horas y media de show.
Los que siguen arriba son Diego Arnedo y Catriel Ciavarella, zapando como si el recital hubiera arrancado hace un ratito. La gente no se inmuta, está claro que es el final, está claro que se están despidiendo y no hay melodía que se distinga entre la zapada y el loopeo, pero se disfruta casi como si estuvieran regalando el último hit.
En el público hay una sensación de victoria y los últimos aplausos se mezclan con abrazos y puños cerrados. Ganó Divididos, ganamos todos.
Ganó Divididos que festejó sus 35 años de carrera en un show multitudinario con entradas agotadas, una puesta en escena generosa y un sonido que se bancó la multitud y el estadio abierto.
Ganó la histórica camada de quienes defienden la música artesanal. Acá no hay autotune ni algoritmo que exija un estribillo urgente. La banda entrega toda su humanidad en cada canción, en cada solo y en cada nota.
La grandeza de Divididos
No es necesario ser fanático de La Renga para festejar su regreso a los escenarios porteños. Esa victoria tal vez sea pasajera, pero bien vale mojarle la oreja a quienes se excusan con burocracia para censurar la cultura. Para ganarles definitivamente, hace falta más gestos de grandeza. Divididos tuvo el suyo, cediendo el escenario y la tapa de los suplementos musicales a una de las bandas más populares del país.
También ganaron los que no fueron. En septiembre habrá otra chance en el Movistar Arena. Lejos de la histeria de las preventas con precios que varían día a día y lejos de esa lógica de “venime a ver porque no sé si voy a volver a tocar“, el show fue histórico por su calidad y no por tratarse de una oportunidad única.
El triunfo más significativo de la noche fue el de la música nacional. Al fin y el cabo, esa es la propuesta. Celebrar la canciones que nacieron en nuestras tierras y que ya son parte del inconsciente colectivo, en algunos casos, gracias a Divididos.
El legado histórico de las leyendas
No importa el tiempo, ni el estilo. Luis Alberto Spinetta, Atahualpa Yupanqui, Ricardo Vilca, Luca Prodan y Pappo son partes de la fiesta. Gustavo Santaolalla viene a buscar su merecido reconocimiento como productor e instrumentista latinoamericano. Más tarde, Mollo cerrará el círculo de discípulos y maestros subiendo al escenario a La Renga, la banda que encontró la madurez a mediados de los ’90 con la producción del ex guitarrista de Sumo.
Mucho más que una aplanadora del rock
Entre las 33 canciones que sonaron en una noche mucho más veraniega que lo que marcaba el calendario, Divididos volvió a mostrar su inagotable versatilidad. Spaguetti del Rock generó el momento íntimo con Mollo en el medio del estadio, acompañado por su guitarra y un coro del cual fueron parte hasta los vendedores de Coca Cola.
Gárgara larga salió del baúl de los recuerdos para demostrar que el potente blues que años más tarde lograría el trío con El Arriero no fue ninguna casualidad. Los aires norteños llegaron con Guanuqueando y Vientito de Tucumán, que tuvo el aporte de la maravillosa voz de Nadia Larcher.
La fiesta y el pogo estuvieron repartidos durante toda la noche. El 38, Sábado y Haciendo Cosas raras hicieron entrar en calor al público. Qué tal y la Rubia Tarada promediaron la lista a pleno agite, mientras que El Ojo Blindado y Ala Delta fueron los temas elegidos para cerrar la fiesta, antecedidos por la visita sorpresa de La Renga.
La vuelta fue larga, el colectivo no pasaba, pero la sonrisa nunca se borró. Tenemos a Divididos, tenemos la música argentina, sobran motivos para festejar.
