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    Plata dulce y darwinismo social: “Con Milei yo me fui a Brasil”

    Miles de argentinos en Brasil y Europa viven la euforia febril del dólar barato. Comer una hamburguesa mirando los morros y las playas de Río, en el centro de Egipto o en la Puerta del Sol en Madrid, sale más barato que una triple de bacon en un Mostaza de Lanús.

    Otros, con más suerte, además compraron departamentos gracias al acceso al crédito y a la necesidad que tienen algunos ahorcados de obtener dólares para sobrevivir. Cuando no hay pesos generados por la actividad económica, que sigue en picada, se rematan las joyas de la abuela. Otro clásico de la historia nacional.

    Un año de Milei: iba a venir un león y vino el otro ¿Qué pasó?

    En el rubro vivienda, hay quienes descendimos en la pirámide habitacional y estamos durmiendo en habitaciones de hostels, cuando antes teníamos lindos departamentos luminosos. Quienes resistieron con sus alquileres o lograron juntar plata para alquilar por inmobiliaria, hoy están pagando alquileres razonables.

    Los tiempos del liberalismo de plata dulce son así: el que cae, lo hace bestialmente, y el que resiste, entra en una euforia de consumo repentino. Receta perfecta para el individualismo rampante. ¿Todos somos un poco más hijos de puta desde hace unos meses?

    Darwinismo social

    “Adaptarse o morir”, dijo el presidente Javier Milei contestando a los industriales que se quejan de la apertura de las importaciones, pero, en el fondo, es un buen consejo para todos.

    En un documento, los empresarios de la industria respondieron que lo que los vuelve menos competitivos son las cargas patronales y los derechos laborales: jubilaciones, aguinaldo, indemnizaciones. De nuevo, los trabajadores en la picota. ¿Adaptarse o morir es siempre a expensas del otro, del que no se adapta?

    ¿Para qué sirve el periodismo?

    Herbert Spencer desarrolló el concepto de darwinismo social. En resumidas cuentas, la misma lucha por la vida que se vive en el mundo animal se reproduce en la vida humana, atravesada por todas las determinaciones culturales al respecto. Es decir, no nos comemos los unos a los otros, pero nos pisamos la cabeza por un cargo de lamebotas en la oficina o intentamos fundir la empresa del otro para quedarnos con sus clientes. Los linyeras que quedaron en la calle luego de perder el trabajo o sufrir todo tipo de reveses son como eslabones perdidos de la cadena evolutiva, verdaderos australopitecos deambulando por nuestras calles y pidiendo dinero para ingerir alcohol.

    Esta teoría, que fue utilizada por todo tipo de racistas y nazis para justificar sus crímenes, se aplica excelentemente a la Argentina de Milei. “Adaptarse o morir”, dijo el Presidente, y, de a poco, uno se va haciendo a la idea.

    La oposición

    En las filas de la oposición, Cristina se morfa a Kicillof sin mucho esfuerzo. Si ella decide ser candidata, es un ancho de espada incontestable, y si decide poner a su candidato, al gobernador bonaerense solo le queda romper con la presidenta del PJ. ¿Lo haría? Parece improbable. Usted ha sido albertizado. Eso sí, de ideas para salir de esta hay poco y nada. “Lo del peronismo es una pelea de cargos, de caja”, dijo el Turco Asís, y uno no deja de pensar en la denuncia que Milei hace sobre la casta política: “Milei tiene razón. Él también es casta, pero eso no implica que los otros no lo sean”, se podría pensar.

    Con Milei me fui a Brasil

    Durante el menemato, los apelativos como “Con Menem me fui a Miami” o “Con Menem me compré el televisor color” volvían loco a zurdos y progresistas por igual. Una lógica maciza y difícil de rebatir. Había que hacer cursos para explicarles que la convertibilidad era una ficción, que tarde o temprano se iba a ir todo al carajo.

    Hace unos días, el 6 de enero, se cumplieron 22 años de la salida de la convertibilidad. En el gobierno interino de Eduardo Duhalde se pasó al cambio flotante. La situación estalla para un lado o para el otro, siempre.

    El dólar está barato y eso, en meses, va a terminarse. Se pasará de la euforia individualista a la hermandad en la miseria muy rápidamente. Pero nadie quiere pensar en eso ahora, quienes están tomando caipiriña en Río menos que nadie. Y quién soy yo para juzgarlos. Si pudiera estar con ellos, lo haría.

     

     

     

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