3.1 Algunos apuntes metodológicos
Cada momento histórico tiene su especificidad. En cada etapa o momento, una discusión teórico-política puede cobrar relevancia sobre otra. Ninguna concepción, en abstracto, “vacuna” de una vez y para siempre contra el oportunismo, la burocratización, o las desviaciones.
En Rusia, hasta la puesta en práctica de la revolución de manera efectiva, no había diferencias acerca del programa para las distintas corrientes de la izquierda. A grandes rasgos, mencheviques y bolcheviques (unificados bajo el mismo programa en el PSOR) coincidían en que era necesario derrocar al zarismo, expropiar a los terratenientes y terminar con la guerra.
Las grandes discusiones no se dieron en función de las tareas, sino alrededor de muchos otros puntos, cómo construir una organización revolucionaria, qué articulación social y dinámica debería tener el proceso revolucionario en Rusia y la teoría de la revolución.
La genial teoría de la revolución permanente de Trotsky no fue un desarrollo abstracto y filosófico, se gestó en un ecosistema muy específico, el del atraso político y desigualdad productiva de Rusia. Unas cuantas grandes ciudades modernas con enormes fábricas, en las que surgía un joven movimiento obrero casi sin tradición citadina, en medio de un océano campesino con sus tradiciones, miserias y condiciones de trabajo medievales, bajo un régimen autocrático, la dinastía de los Romanov.
El primer marxismo en Rusia fue etapista. Bajo la dirección de Plejanov, planteaba la necesidad de un desarrollo capitalista pleno y la conquista de la democracia republicana para que, una vez establecida la industria a gran escala y un proletariado moderno, se generen las condiciones para la revolución socialista. Aún con sus límites teóricos, representó un avance enorme sobre el bakuninismo ecléctico de los populistas que hegemonizaban al movimiento hasta el surgimiento del grupo Emancipación del Trabajo.
En el marco de la discusión sobre la dinámica de la revolución, Incluso Trotsky y Lenin tuvieron diferencias que luego fueron superadas al calor de los acontecimientos. Mientras que Trotsky ya había elaborado la teoría de la revolución permanente tras las lecciones de 1905, Lenin no giró, hasta las famosas “tesis de abril”, al planteo de la centralidad obrera en la revolución rusa.
Sin embargo, quién logró construir el partido que se haría con el poder fue Lenin y no Trotsky, aún con una teoría de la revolución menos refinada que la del propio Trotsky, pero sin duda mucho más fuerte en sus concepciones acerca de la organización y la dialéctica de la relación entre las masas y la vanguardia revolucionaria. El propio Trotsky reconocerá esto en su autobiografía.
Pero la teoría de la revolución en Rusia no estaba desligada del programa propio para Rusia misma, ni de la construcción concreta de un gran partido revolucionario de los trabajadores. Ninguna teoría puede ser verdad “en abstracto”. Era sobre la base de las tareas democráticas y populares de Rusia (el régimen de la autocracia, la 1° guerra mundial, la propiedad de la tierra) que se construyó dicha teoría y se comprobó, efectivamente, al llevar al poder a la clase obrera por medio de las tareas democráticas e iniciar su dinámica permanentista-socialista.
Es decir, teoría de la revolución, partido y programa de transición, son un todo interrelacionado que debe partir del análisis concreto de la situación concreta.
3.2 Un punto de partida incompleto
El materialismo histórico nos enseña que para analizar una corriente política no se trata sólo de analizar sus bases teóricas, sinó su accionar histórico concreto en la realidad. Marx decía que debemos evaluar a las personas y organizaciones no por lo que dicen de sí mismas sino por lo que verdaderamente son.
El punto de partida estratégico de la corriente de la que provenimos ha sido una crítica correcta al objetivismo de la teoría de la revolución morenista, pero, al carecer de un balance materialista de su experiencia política organizativa y militante, queda como un balance abstracto, a medio camino, que escinde la teoría de la política.
En la tradición marxista esto es problemático. El balance del bolchevismo hecho por Trotsky se titula “Historia de la revolución rusa” y es una espectacular puesta en práctica del materialismo dialéctico. En ese libro, el bolchevismo se analiza desde su intervención en la historia y la lucha de clases, donde se combinan aspectos políticos, teóricos y constructivos.
Además, al carecer esa corriente de un programa transicional concreto (incluso en los países donde es más fuerte), su revalorización de la teoría de la revolución no puede ser más que una indicación general de puntos correctos y muy valiosos, pero básicos y generales, sobre principios del marxismo en el siglo XXI.
Cada momento histórico tiene su especificidad y en cada momento una discusión puede cobrar relevancia sobre otra. En la Revolución Rusa se discutió largamente acerca de la teoría de la revolución porque el problema era cómo hacer una revolución socialista en un país atrasado y con mayoría campesina. En cambio, en la revolución alemana, por ejemplo, la influencia de la revolución bolchevique, la tradición socialista obrera y lo avanzado del desarrollo en el país imperialista, generó que el eje de la discusión central fuera la táctica y estrategia política para ganar a las masas obreras y tomar el poder.
3.3 Por un programa de transición para Argentina
“Lo más importante y lo más difícil en política es, en mi opinión, por una parte definir las leyes generales que determinan la lucha de vida o muerte de todos los países del mundo moderno; y por otra, descubrir la especial combinación de esas leyes que se da en cada país“. (Trotsky, Sobre la liberación nacional, editorial Pluma, 1978).
En el caso del movimiento trotskista latinoamericano (que ya cumple 80 años de rica experiencia) se partía del bagaje común de la teoría de la revolución permanente y la centralidad de la clase obrera, pero se discutió arduamente, desde sus inicios, sobre cuáles eran las tareas transicionales correspondientes para resolver los problemas revolucionarios en los países en los que se actuaba. El movimiento estuvo escindido desde sus orígenes sobre estos puntos, y nunca, desde su surgimiento, logró una unificación.
Sin embargo, hace rato que las ricas y necesarias discusiones teóricas sobre las tareas revolucionarias de Argentina pasaron a segundo plano en las corrientes de nuestro país, levantando casi todos los grupos ideas generales y vagas muy similares entre sí.
En parte, la hegemonía de movimientos nacionalistas populares burgueses como el peronismo han representado un obstáculo al desarrollo de la izquierda en nuestros países, como así lo ha sido la hegemonía del stalinismo a nivel internacional en la segunda mitad del siglo pasado. Esos obstáculos han inhibido a las fuerzas del trotskismo a elaborar un programa de transición coherente por miedo a quedar pegados a unos o a otros en determinados puntos.
En contraste con el nacionalismo burgués y el stalinismo, el trotskismo se ha volcado correctamente a ser el representante del proletariado industrial y la clase trabajadora de las ciudades como herramienta de delimitación del nacionalismo burgués, pero olvidando muchas veces las tareas transicionales, de soberanía nacional, etc, por considerarlas “una adaptación”. En ese sentido, el trotskismo argentino ha actuado en los últimos años como si Argentina terminara en los límites de Gran Buenos Aires y nuestro escenario fuera el de un país desarrollado, sin tareas pendientes más que las obreras y socialistas.
Los programas no caen del cielo ni se decretan, son una construcción orgánica con los propios movimientos de lucha, y deben además surgir de un profundo estudio de la historia y realidad nacional de cada país, de sus formaciones sociales, interrelación entre las clases, ubicación histórico geopolítica y tradición política interna.
A pesar de tener estos apuntes un caracter muy inicial, creemos necesario señalar algunos puntos fundamentales que sirvan para un ulterior programa de estudio que nos permita profundizar, perfeccionar o corregir, esta guía inicial para Argentina.
Algunos apuntes de caracterización a seguir desarrollando.
1- Argentina es un país semicolonial que, a pesar de tener una gran concentración urbana e incluso un relativo (aunque poco competitivo) desarrollo industrial, una tradición democrática y de lucha social y popular, sufre de un atraso productivo que lo hace muy vulnerable en la competencia internacional. Lo que hace su economía muy dependiente de las divisas extranjeras.
2- Su suelo sumamente rico ha dado surgimiento a una oligarquía rural de la que dependen las divisas, vitales para que funcione la economía y como sostén de la moneda nacional. Esta oligarquía son los dueños tradicionales del país, se han hecho con las tierras a partir del saqueo y genocidio de los pueblos originarios, y tienen una tradición reaccionaria, de apoyo a los golpes militares. Económicamente, su tradición es liberal ligada a los imperialismos, primero el Inglés, luego el norteamericano.
3- La burguesía industrial surgió en la época de sustitución de importaciones tras la crisis del 30 y la segunda guerra mundial. Hasta entonces, las únicas industrias estaban ligadas al campo (alimentos, frigoríficos, etc). La poca competitividad de la industria la hace sumamente dependiente del Estado y sus subsidios. Este desarrollo ha dado origen a un movimiento obrero con una tradición sindical sumamente combativa y moderna. Argentina tiene uno de los niveles de sindicalización más altos del mundo y una tradición de lucha obrera y sindical que nada tiene que envidiarle a los países desarrollados.
5- Ese movimiento obrero ha logrado grandes conquistas y protagonizado grandes gestas. Su identidad política es el peronismo desde su surgimiento cómo expresión del nacionalismo burgués, aunque ha pasado por fases clasistas previas. Contradictoriamente, esto hace también a su encuadramiento y control por parte de una fuertísima burocracia sindical. En los últimos años, la burocracia ha entregado una a una muchas de sus conquistas, generando la situación de un empobrecimiento brutal del poder de compra del salario y pérdida de conquistas en las relaciones de producción.
6- El movimiento obrero está cada vez más fragmentado por la expansión de sectores informales, monotributistas y changarines, o trabajadores en negro. También han surgido las cooperativas de los movimientos sociales y los nuevos trabajos de “plataformas”, terreno de experimentación para las nuevas condiciones de explotación del siglo XXI.
7- Por otra parte, hay una tradición de lucha en los movimientos sociales de desocupados. Surgieron en los ‘90 con gran combatividad y tuvieron su auge en el 2001. Para contener la explosión combativa de este “ejército industrial de reserva”, la burguesía ha hecho grandes concesiones. Un enorme aparato de planes sociales en manos de organizaciones populistas o incluso de izquierda. El gobierno los mantiene como “mal necesario” para evitar un estallido, pero su carácter es contradictorio, por un lado, por el bajo nivel de conciencia de ese movimiento en la actualidad y su encuadramiento “por necesidad”, por el otro, por haberse convertido en un sector permanente, no transitorio. Además, pueden volverse terreno de maniobra para llevar adelante una nueva “reforma laboral” que tire para abajo las condiciones de trabajo. Dejamos asentada aquí la necesidad de estudiar con más detenimiento la dinámica y características de este movimiento.
8- También existe una enorme tradición de lucha en el movimiento estudiantil que se remonta a la conquista, en 1918, de la autonomía universitaria, a la militancia política de los 60 y 70 y a peleas más recientes. El ingreso irrestricto a la universidad y la alta politización del estudiantado ha generado un ambiente propicio para el desarrollo de la izquierda en este movimiento, base principal en la actualidad de las organizaciones de izquierda. Hoy en día existe una tendencia al surgimiento de nuevas instituciones de educación superior de cercanía, lo cual está generando una nueva composición de este movimiento con el agregado de universidades en los distritos del conurbano y el interior del país, con nuevas características y más ligado al ámbito laboral.
9- El movimiento de derechos humanos, de base ciudadana, ha jugado un papel trascendental en la política argentina. Ha significado el debilitamiento casi total del “partido militar”, herramienta de intervención autoritaria de la oligarquía y la burguesía reaccionaria durante todo el siglo XX en nuestro país. Representa un valor de “solidaridad ciudadana” ante los reclamos que también se ha reforzado con la rebelión popular del 2001. Esta fuerte tradición democrática es un baluarte enorme para el desarrollo de cualquier corriente política progresista o de izquierda y uno de los blancos privilegiados de los ataques políticos de los sectores más reaccionarios.
10- Con respecto a lo productivo, se han descubierto en los últimos años enormes reservas de energía, petróleo y gas no convencional y litio, por lo que hay intereses imperialistas en el saqueo de esos recursos, lo que está empezando a plantear un giro estratégico liberal-extractivista que va ganando consenso entre la burguesía nacional e internacional. Con respecto a este hecho, el nacionalismo burgués propone un extractivismo entreguista con concesiones sociales, mientras que la derecha propone un liberalismo extremo. Hay espacio para luchar por una nacionalización bajo control obrero y administración de los recursos bajo sustentabilidad ambiental que beneficie al pueblo trabajador de nuestro país.
11- Siendo un país productor de alimentos, hay hambre en las provincias del norte. Siendo un país productor de energía, tiene que importar gas y su estructura energética colapsa habitualmente en los centros urbanos. Además, millones de trabajadores a lo largo del país no tienen servicios energéticos corrientes como gas, luz y agua. El país sufre una enorme desigualdad entre la periferia y el centro.
12- Al ser un país poco competitivo a nivel mundial, su moneda es sumamente débil. El imperialismo ejerce una fuertísima presión por la dependencia financiera con los préstamos de los organismos de crédito internacional, pero también hay ocupación directa de territorios nacionales (Malvinas, bases militares de China y EEUU en la Patagonia, territorios naturales en manos de extranjeros como Lago Escondido, etc).
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A- Un programa de transición debe partir del hecho de que, en Argentina existe un proletariado moderno, un alto nivel de asalarización y una estructura industrial. Esa es una conquista a ser defendida. Se debe partir de ese sector social, el más estratégico y progresivo, tendiendo puentes a la unidad del movimiento obrero con su fragmentación y desigualdades. Es necesario pelear por la dirección de los principales sindicatos, así como por la organización y sindicalización del resto de los sectores asalariados.
B- Un programa de transición para el país no puede no contemplar el hecho de que la única manera de conquistar la independencia del imperialismo, tener soberanía monetaria, alimentaria, energética, erradicar la pobreza, etc, es haciéndose con la riqueza del suelo y los recursos naturales, para ponerlos en manos de la clase trabajadora y sus organismos. Hay que cuestionar la propiedad de la tierra y el extractivismo.
C- Un programa de transición no puede ignorar las profundas desigualdades del país. Debe contemplar la erradicación del hambre, el trabajo infantil y esclavo en el campo, así como la puesta en pie de un desarrollo modernizador de las provincias, en especial en el norte del país, así como el desarrollo de un entramado de servicios públicos para los sectores populares, la creación de empleo genuino y un salario mínimo acorde a la canasta familiar para todos los trabajadores de la ciudad y el campo.
D- La independencia del imperialismo debe enfrentarse de manera revolucionaria, estableciendo el no pago de la deuda externa, así como la recuperación de los territorios ocupados en Malvinas y en la Patagonia. Cuestionar el no pago por sus consecuencias económicas y también desde un ángulo democrático, al ser esta ilegítima, tomada durante la dictadura militar y agravada de manera discrecional por los gobiernos capitalistas.
E- Un programa transicional debe luchar también junto a los sectores que planteen reformas progresivas del Estado como una democratización del poder judicial, el desmantelamiento de los servicios de inteligencia golpistas, el desarme de los grupos reaccionarios que están por fuera del consenso democrático y el aplastamiento de las instituciones y organizaciones abiertamente golpistas o fascistas. Estas reformas se pelean mientras se desarrolla la organización desde abajo, independiente del Estado burgués, asamblearia, obrera, ciudadana y popular, para ejercer organismos duales de control, lucha, y eventualmente, que peleen por la constitución de un nuevo Estado en manos de la clase trabajadora cuando las condiciones revolucionarias lo establezcan.
F- Es necesaria la denuncia de la corrupción de los funcionarios con métodos independientes del Estado y una reforma democrática que termine con sus privilegios sin caer en las trampas del lawfare y en la falacia de la “división de poderes”. Hay que luchar por la destitución de la Corte Suprema de Justicia y por el fin de los cargos vitalicios
G- Los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT, la aplicación de la ESI y la garantía del derecho al Aborto. Políticas públicas contra la violencia de género. Creación de organismos democráticos, asamblearios y populares que controlen e impulsen una transformación antipatriarcal de la sociedad y el Estado.
H- Políticas de protección del medio ambiente, y expropiación de las tierras a quienes las pongan en riesgo con monocultivos, explotación contaminante, quemas de humedales, basurales a cielo abierto, contaminación de los ríos, etc.
I- Reconocimiento de los derechos y defensa territorial a los pueblos originarios. Establecimiento de un Estado obrero que contemple la multi culturalidad y nacionalidad en el territorio.