El proceso electoral en Venezuela ha captado la atención internacional. La elección presidencial se realizó el domingo 28 de julio en el país caribeño. Aunque diez eran las candidaturas, el interés mediático se centró en las dos figuras que podían disputar el resultado: Nicolás Maduro, por la tercera reelección y Edmundo González, un ex diplomático de 74 años, que reemplazó a la líder de la oposición de derecha, Maria Corina Machado, quien fuera proscrita tras una denuncia por su declaración de patrimonio, en la cual no habría incluido todos sus bienes.
A la cita electoral acudieron veedores internacionales. Algunos de ellos pudieron presenciar el proceso. Mientras que a otros se les expulsó del país. La diferencia radicó en su opinión política sobre la situación de Venezuela. Quienes apoyaban de manera irrestricta al gobierno fueron aceptados. En cambio, a los veedores afines a la oposición, acusados de “fascistas” se les expulsó o impidió su ingreso. El gobierno los declaró persona non grata.
Transcurridas seis horas desde el cierre de las mesas de votación no habían resultados parciales. Las autoridades electorales guardaron un estricto hermetismo. Recién pasada la medianoche, en la madrugada del 29 de julio, el Consejo Nacional Electoral (CNE), emitió un comunicado en el que denunciaba haber sufrido una “agresión en contra del sistema de transmisión de datos”. Solicitando a la Fiscalía General de la República una “investigación sobre las acciones terroristas perpetradas contra nuestro sistema electoral”.
En la misma instancia, el CNE comunicó que, con el 80% de las mesas escrutadas, los resultados indicaban una “tendencia irreversible” a favor del candidato oficialista del Gran Polo Patriótico (GPP), Nicolás Maduro, quien, con un 51,2%, resultó reelecto presidente de la República Bolivariana de Venezuela. En tanto que, según el comunicado del CNE, el líder de la oposición de derecha, agrupados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), obtuvo un 44,2%. Los otros ochos candidatos en su conjunto habrían obtenido un 4,6% de las preferencias.
Al cierre de esta nota no es posible consultar la página del CNE para analizar los resultados, por región del país, por circunscripción electoral o por distrito. La página del CNE a la fecha se encuentra caída. El ataque cibernético se habría originado en Macedonia del Norte, según revelaron autoridades gubernamentales. El proceso electoral se asemeja a la trama de un género literario característico de América Latina: el realismo mágico.
Las repercusiones: manifestaciones y ruptura diplomática
Tras conocerse los resultados en la madrugada del lunes diversas fueron las reacciones. El oficialismo celebró los resultados. La oposición acusó fraude e instó al CNE a que se publicaran los resultados. En varias embajadas del mundo se registraron incidentes.
A nivel diplomático, los países que reconocieron el resultado fueron China, Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Otros países pidieron que se publicaran los resultados para la transparencia, credibilidad y legitimidad del proceso, en ese lugar se ubicaron Brasil y Chile. Los gobiernos más radicalizados de derecha desconocieron el resultado, acusaron fraude e instaron a una intervención militar, es el caso de Milei en Argentina.
En menos de veinticuatro horas se registraron diversas manifestaciones en contra del resultado en las más variadas regiones de Venezuela. Los incidentes terminaron con personas heridas por la represión policial y dos muertos en la capital, Caracas. La imagen del derribamiento de estatuas de Hugo Chávez circuló ampliamente en distintos medios y redes sociales. Por los registros se aprecia una participación importante de sectores populares descontentos con el actual Gobierno, el régimen político y la situación económica.
El proceso electoral escaló rápidamente hacia una crisis política nacional y una crisis diplomática internacional. El gobierno recién proclamado electo informó de la ruptura de relaciones diplomáticas con Argentina, Chile, Perú, Uruguay, Panamá, Costa Rica y República Dominicana. Llamó a sus embajadores a consulta y exigió que se retiraran los cuerpos diplomáticos de los países señalados de sus embajadas en el país.
Una mirada a la pérdida de legitimidad del proceso bolivariano
“Lo primero es que la percepción es de mucha confusión e indignación con lo sucedido. Básicamente porque a esta hora, cuando se van a cumplir veinticuatro horas del fin del proceso, no hay manera de acceder a los resultados electorales. No hay forma de saber qué sucedió en la elección presidencial venezolana. Y eso es muy delicado, porque genera todo tipo de dudas con relación hacia qué fue lo que sucedió realmente. Esa desconfianza hacia el árbitro, hacia las instituciones del país hace que en este momento estemos viendo videos de distintas protestas alrededor del país exigiendo la divulgación de los resultados reales de la elección. Y que haya un sector del país, la oposición en este caso, reclamando fraude”, señaló Luis Peche Arteaga, consultor político venezolano, en exclusiva para Resistencia Online.
Resistencia Online: Nicolás Maduro obtuvo en esta elección, según el CNE, 5.150.092 votos. Mientras que en 2018 la cifra fue de 6.248.864 votos. Y en su primera elección recibió 7.587.579 votos. ¿Cómo se pueden interpretar estos resultados?
Luis Peche Arteaga: No puedo dar fe de que los resultados divulgados por el CNE sean verdaderamente los que son. Recién un tercer candidato no vinculado a Edmundo González acaba de anunciar que la cifra dada por Elvis Amoroso no se corresponde con la que estaba en la sala de totalización del CNE. Así que es muy delicado lo que está sucediendo en esta materia. Ya de por sí, si ese resultado fuese cierto, estamos hablando de una pérdida de dos millones de votos por parte de Maduro. Pero se entiende en este momento y es la cifra que se maneja que la caída fue mucho más abrupta por parte de Maduro. Estamos hablando de un resultado bastante holgado a favor del candidato opositor, Edmundo González. Así que entrar en materia de cifras en este momento es complicado. Pero estamos ante una debacle de apoyo popular del chavismo”.
RO: ¿Qué opinión tiene sobre las acusaciones de fraude electoral que se han difundido en distintos medios de prensa, o como han señalado distintos mandatarios de la región que los resultados serían “difíciles de creer”?
Con relación a este tema, no sólo del “fraude”, porque creo que lo que se ha hablado es más del cuestionamiento de los resultados y de la solicitud de que se divulguen los resultados reales, mesa por mesa, región por región.
Creo que la normalidad en cualquier país es que termine el proceso electoral y la autoridad electoral difunde los resultados. Y cualquier ciudadano, observador internacional, cualquier persona interesada en el proceso pueda entrar a esa página web y ver cómo quedó la elección región por región, centro de votación por centro de votación.
Eso no ha pasado en Venezuela porque no hay accesibilidad en los resultados. Y eso es lo que hace que mandatarios que van desde el extremo ideológico de la derecha como Javier Milei, Lacalle Pou, y mandatarios como la cancillería de Gustavo Petro, de Luis Ignacio Lula Da Silva, de Gabriel Boric, estén empujando en la misma dirección que es la divulgación de los resultados reales en Venezuela.
RO: ¿Cómo se encuentra la economía en Venezuela después de la crisis de hiperinflación y la contracción del PIB entre 2013 y 2018 que diversas fuentes estiman en 52,3%?
Los problemas han cambiado, ya no son el desabastecimiento y la hiperinflación, sino el costo de vida. Venezuela es un país en el que, si te alejas de la capital y de los principales centros poblados, es un país muy deprimido económicamente. Al cual le está costando adaptarse y resistir. Esto podría explicar los buenos resultados que está obteniendo la oposición en las zonas más rurales de Venezuela, según fuentes a las que he podido consultar.
RO: ¿Qué perspectivas se abren ahora para Venezuela después de las elecciones?
Es muy incierto en este momento. Pareciera que el chavismo optó por huir hacia adelante y decidir consolidar un resultado muy cuestionable. Así que es complicado saber para dónde va eso. Pareciera que hacia algún aislamiento. Ya anunciaron la expulsión de nueve embajadores. Pareciera que se va enroscar con sus aliados geopolíticos como Rusia, China, Irán, Nicaragua, Cuba. En una posición de aguantar, de resistir. Tras el episodio de 2018-2024 de resistencia, con la estrategia de máxima presión de la comunidad internacional contra Venezuela. Y haber sobrepasado este duro reto. Parece que la apuesta del chavismo es sobrevivir a la fuerza”.
El legado de Chávez en disputa
En las últimas décadas del siglo XX, Venezuela atravesó una grave crisis, producto de una elevada deuda pública con el sistema financiero internacional (FMI), y un sistema político bipartidista (con sus dos caras, COPEI y AD) que administraba una economía capitalista dependiente de la explotación del petróleo desde fines del siglo XIX. Mientras que la mayor parte de la población enfrentaba la carestía de la vida y la pobreza. Este modelo de sociedad llevó a una crisis social y política que tuvo su punto de máxima expresión en el llamado Caracazo. Una rebelión popular que se inició el 27 de febrero de 1989 en la capital y se extendió por todo el país.
De ese proceso surgió la figura del comandante Hugo Chávez, que apareció en la vida política del país tras un intento de golpe de Estado militar el 04 de febrero de 1992. En 1998, en el contexto de una grave crisis política, económica y social, se presentó a elecciones como candidato a presidente, siendo electo por una aplastante mayoría, lo que rompió con la lógica bipartidista dominante durante medio siglo. Al finalizar el siglo XX el liberalismo económico había llevado al país a una debacle social, con un nivel de pobreza cercano al 80%. Chávez representó un cambio de rumbo, siendo electo con un 56% de los sufragios.
El líder venezolano logró articular un discurso en el que sintetizaba distintas tradiciones de lucha, desde la resistencia de las comunidades originarias al imperio español, hasta los procesos de independencia latinoamericana. Sus discursos cautivaron a un pueblo que llevaba décadas sufriendo un modelo económico que, bajo la retórica de un supuesto orden macroeconómico, escondía una desigualdad y pobreza escandalosa.
“Ha pasado un tiempo ya largo en esta batalla. Nosotros venimos de lejos. Esta batalla nuestra es larga. Esta batalla nuestra tiene más de quinientos años en esta tierra. Aquí estamos los hijos de Guaicaipuro. Todos somos Guaicaupuro y su grito de guerra contra el imperio español “¡Ana Carina Rote!” (Nota: grito de guerra de las comunidades originarias del Caribe que significa “solo nosotros somos gente”). De ahí venimos nosotros, de la resistencia aborigen, de la resistencia india, de la resistencia negra, de los explotados, de los dominados de siempre. Ha sido larga la batalla”.
“Nosotros somos los hijos de Simón Bolívar, las hijas de Simón Bolívar. Nosotros somos los patriotas del 5 de julio, del 19 de abril (Nota: fechas de la independencia de Venezuela en 1810). Nosotros somos los soldados de José Félix Ribas en la victoria. Eso somos nosotros. Hombres y mujeres de hoy. Nosotros somos de las tropas de Exequiel Zamora y su grito ‘tierras y hombres libres’. Nosotros somos los hijos de las cargas de caballería de Maisanta y los últimos hombres a caballo. Es larga la jornada que nosotros hemos venido batallando”, fueron las palabras de Hugo Chávez, en su último discurso de cierre de campaña presidencial, el 04 de octubre de 2012. El líder político falleció al año siguiente aquejado de un cáncer que le impidió ejercer su mandato.
Hasta ese momento, Venezuela había representado un viento de cambio que impactó en toda América Latina, iniciándose un nuevo ciclo político abierto por distintas rebeliones populares en el continente. La primera década del siglo XX tuvo a Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina. Gobiernos progresistas y de izquierda que vinieron a mediar en las crisis sociales y políticas que el ciclo neoliberal dejó en esos países, pero que también vinieron a reinstitucionalizar sus países, “normalizando” la situación tras los procesos de rebelión popular.
Este modelo de reformas sociales y políticas que inicialmente tuvo efectos positivos sobre amplias mayorías en el acceso a derechos fundamentales (educación, salud, vivienda, etc.) implicó un fuerte enfrentamiento con la clase dominante y sus vínculos con capitales extranjeros. El 11 de febrero de 2002, Venezuela sufrió un golpe de Estado contra Chávez que fue frustrado por una enorme movilización popular que exigió el retorno del presidente electo. Ante el asedio mediático y económico constante de la oposición política aliada al imperialismo norteamericano, y del bloqueo económico por parte de EEUU, el régimen optó por acentuar sus rasgos autoritarios.
Sin duda, el proceso político de este cuarto de siglo tiene muchas lecciones que dar sobre las posibilidades de transformación en beneficio de las mayorías populares. De la posibilidad de llegar al poder para transformar el sistema capitalista. Pero también de los límites de una dirección política que solo se mueve dentro de los marcos del Estado capitalista, la propiedad privada de los medios de producción y el autoritarismo. La revolución socialista será obra de la clase obrera misma y no de una dirección burocrática que pretenda dirigir el proceso.
Hoy se vive una importante crisis política. Y bien vale recordar las palabras del líder político venezolano al momento de asumir el poder el 02 de febrero de 1999, cuando dirigiéndose al Congreso de la Nación dijo: “Nosotros tenemos que darle cauce a un movimiento que corre por toda Venezuela. Esa resurrección a la que yo me refería tiene una fuerte carga moral, social. Es un pueblo que recuperó por su propia acción, por sus propios dolores, por sus propios amores, recuperó la conciencia de sí mismo. Y allí está clamando en las afueras del capitolio. Y por donde quiera que vayamos. Eso no tiene otro nombre que una revolución”.
“Terminando el siglo XX y comenzando el siglo XXI venezolano aquí se desató una verdadera revolución señores. Y yo tengo la certeza de que nosotros le vamos a dar cauce pacífico a esa revolución. Que nosotros le vamos a dar cauce democrático a esa revolución que anda desatada por todas partes. Yo tengo una gran fe en que le vamos a poder dar cauce. Como se le puede dar cauce a un agua o a un río para que vaya al mar de manera ordenada, y lleve vidas a las riberas y a los pueblos. Pero en el supuesto negado de que los dirigentes de hoy, de que nosotros no podamos darle cauce a esa fuerza desatada; igual que los ríos se va a desbordar, como el [río] Arauca en el invierno o como los ríos de cualquier parte que se desbordan y arrasan las cementeras…”.