Se cumplen 30 años de la composición de “Bosnia”, una de las canciones más comprometidas y emblemáticas de Luis Alberto Spinetta. Un homenaje a las víctimas de la guerra de Bosnia, disputada a raíz de la disolución de Yugoslavia. Se estima que murieron 200 mil personas y otro millón y medio fueron desplazadas. Esta canción fue el puntapié inicial de un disco completo de temas que quedaron en la memoria colectiva del rock nacional.
Spinetta y los Socios del Desierto
“Oso, ¿podrías venirte ahora al estudio e inaugurarlo en este acto solemne?”, le dijo Luis Alberto Spinetta al ingeniero de sonido Mario Breuer para que haga la primera prueba de “La Diosa Salvaje”. Se trataba de un estudio nombrado así en honor a la canción homónima del disco “Alma de Diamante”. Gracias a la venta de los derechos de distribución de sus discos a Universal Music, Luis había comprado la casa que alquilaba en la calle iberá al 5009, la remodeló y equipó para instalar su propio estudio de grabación. Breuer no dudó, dejó lo que estaba haciendo y -según el término del propio Luis Alberto- “desvirgó” a la Diosa Salvaje.
El trabajo que comenzó en 1994, culminó con la grabación al año siguiente de “Spinetta y los Socios del Desierto”, un álbum doble que, tras un conflicto con las compañías discográficas, fue publicado el 30 de abril de 1997 por el sello Sony Music. En este, la banda conformada por Spinetta, Andrés “el tuerto” Wirtz y Marcelo Torres hacía una crítica a la situación social que atravesaba el mundo por el consumismo, la corrupción y la guerra. A pesar de haber sido elegido como disco del año, fue descatalogado poco tiempo después.
Según la crítica, Spinetta había vuelto al sonido de su época en Invisible y Pescado Rabioso. “Quería volver con una música que cuantos menos elementos tuviera, mejor”, explicó el Flaco en una conferencia de prensa. Para esto, llamó a Mario Breuer, un ingeniero al que “le gusta la crudeza”. De amplio bagaje en la industria musical, este cuenta que el disco se grabó muy rápido: “10 días, dos semanas con toda la rabia. Grabábamos mucho, metíamos cuatro o cinco temas por día. En el proceso se hacían varias tomas, se paraba, se relajaba, se sudaba y se volvía al proceso en un cuarto del tamaño de un garaje”
En una entrevista dijiste que trabajar con los socios del desierto fue un momento absolutamente místico, con la banda más poderosa que hubo en Argentina.
Mario Breuer: A veces con el entusiasmo uno dice cosas que tal vez deberían estar más medidas, pero en ese momento era el trío más poderoso que había, sin lugar a dudas. La mística salía de Luis Alberto, por supuesto. Emanaba muchas cosas al mismo tiempo porque tenía un estado de conciencia envidiable, era un ser muy pillo y abierto, pero muy inocente a la vez.
Además, los 3 integrantes de los Socios destacaban individualmente.
MB: De ahí sale esto de una banda mística y muy poderosa. No conocí a ningún baterista más bestial que el Tuerto Wirtz, con una fuerza y energía particular. Sabemos que Marcelo Torres tiene ocho dedos en cada mano, pero los mueve tan rápido que no podemos verlos. A eso le tenes que sumar a Luis Alberto Spinetta, el Papa del rock latinoamericano. No es Dios, porque no hubiera permitido que le dijeran nada por el estilo, pero definitivamente es el Papa. No hay ningún músico de rock en toda América Latina ni de habla hispana que no sienta por él una admiración y reconocimiento absoluto, que él está en la punta de la pirámide del rock.
A diferencia de otros artistas, Spinetta se reinventó a lo largo de las décadas. ¿Es por esto que se haya mantenido en la cúspide?
MB: Hay muchas bandas que les va bien con una fórmula y la repiten, pero Luis era uno de esos artistas que cada disco no tiene nada que ver con el anterior. En ese sentido, es como los Redonditos de Ricota, un poco con la estructura del Indio de no quedarse en la misma. Era un gran consumidor de arte, sobre todo pinturas, dibujos, fotografía, cine de culto. Escuchaba todo tipo de música y la consumía muy conscientemente. Entonces, es inevitable que de alguna u otra manera se haya representado ese consumo en su arte.
Para vos, trabajar con Charly García era una gran experiencia, pero también un gran desafío, ¿cuáles eran las exigencias de Luis Alberto a la hora de trabajar?
MB: No pedía mucho: Grabar, estar en condiciones, prestar atención a lo que estaba pasando y conseguir un buen sonido. El primer día que tocaron, Luis le dijo al tuerto y a Marcelo Torres: ”chicos, no estoy muy contento con el sonido acá en el equipo y todavía tengo que buscar un poquito más, pero fíjense ustedes en la grabación”. Me acuerdo que entraron, escucharon y estaba sonando increíble, el tuerto lo trajo a Luis de la ropa para que escuchara.
Parecían sorprendidos por la forma en la que estaban sonando…
MB: Luis Alberto sobre todo. Lo primero que dijo fue “Wow, creo que esto es demasiado power para mí, no sé si me banco tanto”. El tuerto lo miró y le dijo “dejame de hinchar las pelotas”. A la mañana siguiente, Luis me contó que se había levantado, prendió para escuchar y estaba alucinado, que era mucho power, pero que iba a ver cómo hacía para bancarlo.
¿La prueba de sonido del primer día ya marcó lo que iba a ser el disco?
MB: Es un momento muy especial. Me gusta mucho porque creo que es fundamental que empiece el disco con los músicos confiando 100% en lo que estoy haciendo. Lo hago de una manera muy orgánica, no la complico y me aseguro de que lo que está sonando dentro de la sala esté bueno. También tiene que haber cariño con la gente con la que estoy trabajando, cada vez que llego al estudio lo primero que tengo ganas de hacer es verlo al músico para darle un abrazo, cagarnos de risa, comer algo, fumarnos uno, meternos a grabar y pasarla muy bien. Es muy importante la conexión con la gente porque inspira mucho al músico, a mí y a la situación.
Tu trabajo va más allá de lo técnico…
MB: Pretendo que cada disco que haga le produzca al artista un cambio, un crecimiento. No me interesa mucho esto de ir y que lo que haya pasado por mis manos solamente suene bien, eso ya se esperaba de mí hace 40 años. Todavía hay un montón de gente que hace sus discos con la misma intención de hacer el mejor del año, que trabaja y cree fehacientemente que está haciendo un gran disco porque son buenos músicos, porque le dedican el tiempo necesario, se juntan con productores de alta gama, ingenieros atrevidos y todo el tiempo están tratando de hacer algo nuevo porque se involucran mucho.
¿Y ese compromiso lo tuvieron con los Socios?
MB: Cuando arrancábamos a grabar, nos proponíamos hacer discos antológicos, clásicos e históricos. Siempre fue así, y si había alguien que no tenía esa intención, se la inyectaba. Si vas a correr una carrera, tenés que apuntar a ganarla siempre. Nosotros decíamos: “Hoy empezamos un disco que va a ser histórico, del cual van a estar hablando nuestros hijos y nuestros nietos”.
Un disco por el que estamos teniendo esta conversación…
MB: Creo que se logró el cometido.
¡Vamos! Abre los ojos, abre las manos ante Bosnia
La guerra, desencadenada por la desintegración de Yugoslavia, enfrentó a comunidades étnicas y religiosas. Esto incluyó asesinatos en masa, violaciones sistemáticas y la destrucción de ciudades enteras. Los serbios, croatas y bosnios musulmanes se vieron envueltos en un conflicto por el control territorial y político.
Con la independencia de Croacia y Eslovenia, líderes bosnios y serbobosnios comenzaron a plantearse que todas las personas de esta etnia vivan en un mismo país. A principios de 1992, luego de un referéndum, se conforma Bosnia-Herzegovina como país autónomo de la República Federal Socialista de Yugoslavia. Una de las primeras medidas fue la creación del Ejército de la República Bosnia-Herzegovina.
Por otro lado, los serbios organizados que aun no tenían un territorio para fundar su nación, formaron el Ejército de la República Srpska. Rápidamente lograron invadir suelo bosnio y desencadenaron una guerra entre los dos ejércitos. Guerra que se transformó en un genocidio en pos de crear Estados “étnicamente puros”.
La guerra duró más de tres años y provocó 200 mil víctimas fatales, además de 1.5 millones de desplazados. Según el medio Herald Tribune, de víctimas totales documentadas, el 65 % fueron bosnios musulmanes y el 25 % serbios. Dentro de las víctimas civiles, el 83 % correspondió a bosnios.
A 32 años del inicio del conflicto, las divisiones étnicas siguen siendo evidentes, perpetuadas por un sistema político fragmentado. La llamada “etnofederación”, establecida por los Acuerdos de Dayton en 1995, dividió el país en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina, predominantemente bosnia y croata, y la República Srpska, de mayoría serbia.
Natalio Depino y Camila Mitre