30 de abril de 1982, Capital Federal amanece plagada de camiones hidrantes, carros de asalto, patrulleros, policías en moto e incluso militares con armas cortas y largas. Los vallados en las avenidas del centro son numerosos, el Puente Pueyrredón está cortado. Hay tensión en la Casa Rosada, ocupada por el dictador Galtieri, mientras decenas de miles de manifestantes se reúnen en una jornada que se extenderá en una lucha de tres días contra la policía y los militares para llegar a la Plaza de Mayo para transmitirle a los dictadores lo que se cantaba en la calle mientras se esquivaban los gases y los palazos: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”.
Una maniobra para tapar el descontento
24 de enero de 1982, más de 4000 enfermeras se concentran en la Trafalgar Square en Londres para reclamarle al gobierno de Margaret Thatcher por un aumento de sueldo digno en un país que estaba sumido en la pobreza y desocupación. A las enfermeras se suman los demás gremios de la salud, que rechazan aumentos levemente mayores a aquellos ofrecidos a las enfermeras para dar una lucha unificada del sector. 33.000 pozos mineros se frenan en una muestra de solidaridad que será devuelta con la huelga de los mineros de 1984. Tras un 1981 cargado de revueltas dirigidas por la juventud, la llegada de los sindicatos a la lucha pone en juego la continuidad del gobierno de Thatcher. Hay tensión en Downing Street, la casa de gobierno inglesa.
La guerra de Malvinas
El 2 de abril de 1982 marca un hito importante en la historia argentina. Se trata de una fecha que contiene múltiples significados: el rememoramiento de nuestros combatientes y su valentía, el recuerdo del sufrimiento innecesario de esos chicos que pasaron frío y hambre mientras la sociedad argentina hacía colectas y juntaba provisiones que luego el gobierno militar revendía en lugar de enviarle a los combatientes. También se trata de una fecha antiimperialista, en la cual se hizo un intento (equivocado o no) de plantarse frente a una ocupación inglesa que ya llevaba más de un siglo y que fue reeditada de manera simbólica con “la mano de Dios”.
Pero hay algo más que unía a ambas sociedades que la guerra en 1982, y que fue lo que llevó a ambos países a un conflicto armado: la movilización popular en repudio a planes económicos de ajuste neoliberal que empobrecían al pueblo estaba poniendo en duda la continuidad de ambos gobiernos. En ambos casos, la guerra de Malvinas le sirvió tanto a Galtieri como a Thatcher para sobrellevar la crisis, poniendo en suspenso la lucha de clases en pos del esfuerzo bélico
Marcha del 30 de marzo
Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT entre el ‘86 y el ‘90, recordaría la jornada del 30 de marzo en una entrevista con Diego Genoud de la siguiente manera: “La jornada más maravillosa para mí fue la del 30 de marzo de 1982, antes de Malvinas, cuando salimos a la calle y fuimos detenidos. Pero fue una movilización masiva, con una sola tristeza: la muerte del compañero Benedicto Ortiz. Después fue el pueblo el que reaccionó. Desde los balcones tiraban macetas a la policía, de todo. Yo creo que apresuró el camino hacia la democracia. Fue una jornada maravillosa, no tuvo el brillo del 17 de octubre, pero yo creo que tuvo la valentía misma del 17 de octubre”.
Estas jornadas tuvieron un profundo impacto, no sólo por el coraje de los manifestantes, que se enfrentaron a la represión durante horas en varias jornadas consecutivas. También lo tuvieron por el significado más profundo de las mismas: la gente ya no se dejaba ganar por el miedo y salía a la calle. La última jornada de la movilización fue el 1 de abril, el 2 se anunciaba el desembarco de las tropas argentinas en Malvinas.
El impacto de la Guerra
La gesta de Malvinas es bien conocida, la valentía de un grupo de jóvenes que fueron reclutados para ir a luchar sin los equipamientos básicos necesarios, cuyo enemigo principal no fueron los ingleses sino el frío y el hambre, pero que aun así dieron su vida con valentía por un país que intentó sostenerlos con su solidaridad. En el medio, un gobierno dictatorial que no sólo se interpuso en la solidaridad del pueblo argentino con esos jóvenes, sino que ante todo los mandó a morir en una guerra imposible de ganar, pero cuyo fin verdadero se logró temporalmente: sostenerse a sí mismos en el poder.
El caso de Thatcher fue similar, con las diferencias que ameritan estar en el lado imperialista y vencedor. Mientras que a Galtieri la guerra le sirvió para posponer la crisis mientras el conflicto duraba, Thatcher cimentó completamente su gobierno. De la guerra emergió la conocida “Dama de Hierro”, una mandataria completamente inflexible que aplicó su programa de ajuste neoliberal aplastando gobiernos locales más progresivos y condenando al hambre a miles de ciudadanos.
El 2 de abril se vuelve a conmemorar a los caídos y combatientes de Malvinas. En un año en el que se cuestionan los horrores cometidos por la dictadura cívico–militar, vale la pena recordar que estas muertes también fueron parte de su plan de gobierno y que, al final del día, los que perdieron la guerra fueron los trabajadores.