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    La encrucijada del Cuerno de África: una región en disputa

    El Cuerno de África es un escenario complejo en el ajedrez de la geopolítica. Por aquí transita casi el 40% del comercio marítimo mundial. Los países que lo conforman conviven con conflictos internos y la intervención de las grandes potencias. Un repaso por una región estratégica que pocas veces es foco en los medios internacionales.

    Está integrado por Somalia, Etiopía, Eritrea y Yibuti. Países donde abundan los conflictos internos prolongados, el separatismo y las crisis humanitarias. Al norte de esta región se encuentra el estrecho de Bab el Mandeb y el Golfo de Adén. Además de varios puertos con salida al Océano Índico.

    La potencia pujante e indiscutible es Etiopía que, incluso, desde principios de año se unió el bloque económico de los BRICS+. Un puntapié que también sirvió para poner en tela de juicio una nueva desestabilización política entre países, ya que, de la mano de esta incorporación, el Gobierno etíope firmó un memorándum de entendimiento para reconocer parcialmente a Somalilandia –un territorio secesionista que forma parte oficialmente de Somalia- para usufructuar sus puertos durante 50 años. De este modo, podría complementar la demanda comercial fomentada por el bloque que concentra el 42% del PBI mundial. Actualmente, el único modo por el que Etiopía llega al mar –luego de haber perdido el territorio de Eritrea en 1993- es a través de un sistema ferroviario que parte desde su capital, Adis Abeba, y termina en los puertos de Yibuti.

    Mapa del Cuerno de África. Imagen: Vector de Furian.
    Mapa del Cuerno de África. Imagen: Vector de Furian.

    Para Omer Freixa, historiador africanista, esto representa la puerta de entrada a diferentes conflictos territoriales internos, pero también entre países: “La situación es peligrosa en el contexto del compromiso de la Unión Africana de mantener las fronteras heredadas, que se consideran un vestigio del colonialismo. El problema radica en si este acuerdo avanzará, ya que lo firmado en el memorándum del 2 de enero es solo un principio de entendimiento. Este acuerdo implicaría que Etiopía reconozca a Somalilandia como un Estado soberano, lo cual disgustaría profundamente a Somalia y a Mogadiscio”.

    Y continúa: “El avance etíope ha generado el desagrado y rechazo de entidades importantes, como la misma Unión Africana, que tiene el mandato de conservar las fronteras heredadas. Además, la Unión Europea no ha mostrado una actitud favorable hacia Somalia en este asunto, lo que agrava la situación respecto al posible reconocimiento de Somalilandia por parte de Etiopía”.

    Sumada a la rosca política, existen crisis humanitarias de hambruna y sequía que azotan a las poblaciones. Solo en 2023, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la sequía provocó 1.75 millones de personas desplazadas, 180 mil refugiadas que migraron principalmente a Kenia y 3.3 millones que necesitaron asistencia de esta organización.

    La principal actividad económica se basa en la producción y comercialización agropecuaria y ganadera. El café y los plátanos representan el 80% de los productos de las economías regionales y de exportación. En un contexto de sequía, sobre todo en Somalia y Yibuti, donde la llanura es extremadamente árida, la crisis social se vuelve prácticamente inevitable.

    Somalia: Entre la esperanza y el conflicto eterno

    Una de las características principales de la sociedad somalí es su estructura clánica y subclánica. Básicamente, familias poderosas que forman en torno suyo una red de alianzas y lealtades. No existe una confluencia significativa de etnias en este país. Solo su principal herencia colonial que se divide entre Italia y Gran Bretaña.

    El sistema de “4.5” implementado en el Gobierno federal de Somalia es un intento de asegurar una representación equitativa entre los clanes mayoritarios-Darod, Dir, Hawiye e Isaaq- y las minorías. Bajo este sistema, los cuatro clanes principales reciben una cuota igual de representación, mientras que el porcentaje restante se asigna a los minoritarios. El problema radica en que la lealtad social para con sus dirigentes es más fuerte que la propia lealtad a su Estado o su país, de modo que esto fomenta inestabilidad política y guerras civiles. La pertenencia a un clan se transmite por vía paterna y es una cuestión identitaria.

    Clanes armados en Somalia. Imagen: Brújula Cotidiana.
    Clanes armados en Somalia. Imagen: Brújula Cotidiana.

    La figura de Estado queda completamente relegada del debate público y se suscribe a las regiones, sobre todo en el sur, donde los clanes forman las unidades básicas de gobernanza. La administración de la justicia, por ejemplo, queda supeditada a los ancianos “sabios” de cada clan. De modo que, la fragmentación política a lo largo de sus líneas obstaculiza los esfuerzos para establecer un Gobierno central unificado.

    Desde la caída del régimen dictatorial de Siad Barre en 1991, el país vive y recae en conflictos armados internos constantes. La presencia de grupos yihadistas como Al-Shabab prolifera en plena crisis y exacerba esta situación, sembrando el terror y dificultando la consolidación gubernamental. Esta organización plantea la implementación de la Sharía -al estilo talibán-, sobre todo en zonas rurales donde la población está diezmada a causa de la inseguridad alimentaria.

    Somalilandia y Somalia de Puntlandia

    Aunque con orígenes diferentes, estos dos territorios separatistas que conviven dentro de Somalia tienen varias características comunes: no son reconocidos por ningún país de la comunidad internacional; y tienen una forma de Gobierno mucho más consolidada y democrática que el país que los engloba. Tienen autoridades y capitales independientes de Somalia, comercio exterior off the récord y una diáspora financista que consolida su continuidad como Estados secesionistas. Utilizaron la desatención del Gobierno principal, mientras trataba de aplacar la guerra civil de principios de los ’90, para autoorganizarse y diferenciarse de la administración.

    Mapa del Cuerno de África con distinción de territorios separatistas. Imagen: economist.com
    Mapa del Cuerno de África con distinción de territorios separatistas. Imagen: economist.com

    Incluso han logrado erradicar de sus territorios -sobre todo Somalilandia- a la amenaza constante del yihadismo islámico y la amenaza de la piratería: “El acceso a los mercados financieros siempre es un aliciente para que grupos armados de características yihadistas se interesen. Sin embargo, la política de Somalilandia ha sido siempre una política de paz. No veo al Gobierno dándole asilo, santuario o protección a estos grupos. Hasta ahora, no lo ha hecho; al contrario, ellos han sufrido la piratería de su vecino del sur (Somalia) y algunos ataques terroristas. Entonces, no los veo financiando esas actividades. Ahora bien, que en Somalia se puedan instalar y que eso afecte a Somalilandia, sí es posible”, explica en este aspecto Silvia Perazzo, presidenta de la Asociación para las Naciones Unidas de la República Argentina, también especializada en África.

    Yibuti: Un faro de (in)estabilidad

    De lo que nadie escapa es de pertenecer al gran teatro de operaciones orquestado por las potencias: Rusia, China y Estados Unidos. Hace aproximadamente tres años, se había discutido la creación de una base naval rusa en las costas del Mar Rojo, en Sudán, pero el proyecto no prosperó debido a la competencia. Yibuti, gracias a su posición geoestratégica privilegiada, alberga varias bases militares, incluidas las de la exmetrópoli Francia, así como de China y Estados Unidos. Una parte importante de la razón de ser de estas instalaciones militares es la lucha contra la piratería y su conexión directa con el Canal de Suez.

    El presidente yibutiano, Ismail Omar Guelleh ha estado en el poder desde 1999. Su gestión ha sido acusada de reprimir a la oposición y manipular elecciones en reiteradas oportunidades, incluyendo la reelección de abril de 2021.

    Puerto de Dolareh, Yibuti. Imagen: Mundo Marítimo.
    Puerto de Doraleh, Yibuti. Imagen: Mundo Marítimo.

    Lo llamativo es que, a pesar de ser dentro de todo el Cuerno, el país mejor ubicado para su desarrollo comercial -sobre todo a través del puerto de Doraleh-, la población es extremadamente pobre. Según datos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la tasa nacional de pobreza es del 79%. Además, fuera de la capital, esa cifra asciende al 94%, y la tasa de pobreza extrema en el medio rural al 72%.

    Este país resulta el mejor ejemplo del fenómeno que se da en cuestiones regionales. Reemplazar a los viejos imperios colonizadores por las potencias modernas. Es decir, salir del yugo de un opresor para pactar con otro.

    Las bases militares presentes, provenientes de Estados Unidos, Francia, China y Japón, reflejan la necesidad de control sobre el comercio marítimo y también una cercanía fundamental para el apoyo logístico de las operaciones militares en Medio Oriente. He aquí la explicación por la cual resulta tan importante la ofensiva hutí en el sur de Yemen para el acceso de los navíos comerciales a Israel a través del Mar Rojo.

    Etiopía: El gigante en tensión constante

    Este país logró consolidarse como una potencia emergente líder en todo el continente. Sin embargo, los conflictos internos amenazan constantemente el crecimiento económico. El Gobierno elige las alianzas externas por sobre la paz interna. Según el último censo poblacional de 2022, sus 123 millones de habitantes están repartidos entre 33 grupos étnicos diferentes.

    Mapa étnico de Etiopía dentro del Cuerno de África. Imagen: Fair Politics Graphics.
    Mapa étnico de Etiopía dentro del Cuerno de África. Imagen: Fair Politics Graphics.

    A pesar del éxito económico, esta historia está marcada por un Gobierno autoritario y represivo, dominado durante décadas por el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), un partido político de la etnia Tigray.

    Para 2018, una revolución popular democrática derrocó a este régimen, llevando al poder al actual primer ministro, Abiy Ahmed Ali, quien es el primero de la etnia Oromo. Abiy ha realizado cambios significativos en la dinámica política del país, incluyendo la eliminación de la censura y la persecución étnica, la firma de un tratado de paz con Eritrea en 2018, y la promesa de celebrar elecciones democráticas en 2020.

    Sin embargo, el resultado fue nada menos que una guerra en la propia región de Tigray, que estalló en noviembre de 2020 entre el Gobierno federal y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF). Este conflicto duró dos años y las consecuencias fueron devastadoras y consideradas un genocidio. Alrededor de 600 mil civiles perdieron la vida y otro millón fueron desplazados. Esto fue el comienzo de reclamos de autonomía por parte de los propios tigrayanos y otros grupos étnicos como los Oromo, Amhara y Somali.

    Guerra de Tigray en el Cuerno de África. Imagen: El Diario es.
    Guerra de Tigray en el Cuerno de África. Imagen: El Diario es.

    He aquí la principal pregunta: ¿Es el reconocimiento de Etiopía a Somalilandia el indicio de una nueva guerra civil interna?

    En términos generales, Rusia no está ajena a la conflictividad en la región del Cuerno de África. De hecho, existe un compromiso por parte de Sudán para abrir un puerto en el Mar Rojo, lo que implica una participación de Rusia en la región. Esto lleva a considerar la influencia rusa en el continente, que está en pleno ascenso. Turquía, otro actor importante y a menudo subestimado frente a China y Rusia, ha firmado acuerdos significativos con Somalia y Etiopía. Estos acuerdos pueden interpretarse como una forma de presión o de abrir el camino para futuros avances.

    Freixa explica en este sentido: “En cuanto al memorando de entendimiento entre Etiopía y Somalilandia, contiene puntos ambiguos, como la concesión de una franja de 20 kilómetros del litoral marítimo controlado por Etiopía. Además, se ofrece participación en la aerolínea nacional de Etiopía a Somalilandia. Es importante tener en cuenta temas como la disputa por la represa etíope y la riqueza natural en juego en la región”.

    Eritrea: Uno de los países más jóvenes de África

    Obtuvo su independencia de Etiopía en 1993, después de una larga guerra de liberación. Desde entonces, el país ha estado bajo el régimen autoritario de Isaias Afwerki. Es conocido por su política de aislamiento y su sistema de servicio militar obligatorio, que a menudo se extiende indefinidamente. El principio de un Estado militarizado. Una dictadura silenciosa y olvidada por la comunidad internacional.

    La falta de libertades civiles se transmiten al mundo a través de las denuncias de detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas. El Gobierno controla estrictamente los medios de comunicación y no permite la existencia de partidos políticos de oposición.

    Cementerio de tanques en Eritrea. Imagen: El Pais.
    Cementerio de tanques en Eritrea. Imagen: El Pais.

    La guerra entre Eritrea y Etiopía concluyó en el año 2000 con la firma del Acuerdo de Argel, que encargó a una comisión de las Naciones Unidas la tarea de establecer las fronteras entre ambos países. La Comisión finalizó sus investigaciones en 2002, determinando que la ciudad debía formar parte de Eritrea y exigiendo que el ejército etíope abandonara los territorios eritreos. Sin embargo, el ejército no se retiró de la ciudad hasta 2018, con la firma de un acuerdo de paz entre ambos países que puso oficialmente fin al impasse de guerra y no-guerra.

    Los vestigios de este conflicto han dejado al país sumido en la pobreza. Vehículos militares y municiones se encuentran abandonados por todas partes. Muchas ciudades fueron destruidas o abandonadas durante el conflicto, como Massawa y Barentu.

    No obstante, la situación interna en Eritrea no ha mostrado signos significativos de apertura o reforma. Esto mantiene al país en un estado de represión. Su economía se desploma en detrimento de una deuda externa que representa el 179% de su PBI.

     

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