Con el apoyo de la mayoría de los diputados de la UCR, el Pro y el bloque de Pichetto, el Congreso le dio media sanción a la ley ómnibus impulsada por Javier Milei. En el contexto de intensas protestas y un operativo represivo que obligó a postergar durante tres días la discusión, finalmente se aprobó la media sanción de la ley en general, pero todavía no está dicha la última palabra. Los próximos días comenzará el tratamiento en particular, artículo por artículo, y todavía deberá pasar por la discusión en la Cámara de Senadores, jornadas que seguramente implicarán nuevas movilizaciones y protestas populares.
A pesar que, de los 664 artículos que tenía la normativa original quedaron menos de la mitad, la ley sigue representando una enorme contrareforma que busca operar un cambio estructural, político y social contra los trabajadores y los sectores populares.
Lo que queda de la Ley ómnibus
Los puntos centrales de esta reforma podrían resumirse en: la limitación del derecho a la protesta, la flexibilización laboral, la delegación de poderes y el proceso de privatizaciones de empresas estatales, la exacerbación del extractivismo sin límites. Junto con la ley hay que considerar el mega DNU que el Gobierno lanzó a pocas horas de asumir.
El proyecto que se aprobó en términos generales sufrió fuertes modificaciones desde su primera versión hasta la que finalmente obtuvo media sanción el pasado viernes dos de febrero en el Congreso. Las transformaciones tienen que ver con un elemento central si queremos analizar el carácter de la política gubernamental: el punto de equilibrio en el que las reformas pueden avanzar sin provocar un estallido social que amenacen la continuidad del plan, tratando de evitar lo que le ocurrió a Macri el 14 y 18 de diciembre de 2017 con la reforma previsional.
Este movimiento comenzó cuando Milei perdió la primera vuelta frente a Sergio Massa y se vio obligado a pactar con el ala dura del Pro, incorporando a Bullrich, Caputo y otros referentes del macrismo a su gabinete.
Pichetto, el experto político al servicio de un gobierno antipolítica
Luego vino el discurso de asunción de espaldas al Congreso, fuertemente criticado por Pichetto, y la presentación del dictamen que, tras haber sido aprobado firmando una hoja en blanco, terminó llegando al recinto mutilando el capítulo fiscal.
El líder peronista de derecha, en su discurso de cierre antes de la votación por la ley ómnibus, desdeñó el radicalismo verbal del Presidente, que mediante un tuit apretó a los diputados para que elijan “de qué lado de la historia situarse”. “Un tuit y un vaso de agua no se le niega a nadie”, bromeó, y le aconsejó a Milei que busque pactar con los otros poderes del Estado en lugar de apretarlos.
Tras tres días de arduas negociaciones trabadas por la intransigencia de Milei, finalmente lograron un punto de acuerdo entre La Libertad Avanza, el Pro, la Unión Cívica Radical y el bloque de Pichetto. La Presidencia agradeció a sus aliados con un comunicado oficial. Una suerte de base parlamentaria de apoyo al Gobierno con la excusa de “darle las herramientas para que pueda gobernar” para una fuerza que no cuenta con una masa crítica de parlamentarios propios.
La ley obtuvo 144 votos a favor y 109 en contra, y se aprobó en el tercer día de la discusión, tras dos cuartos intermedios cruzados por movilizaciones y represión en la plaza de los dos congresos.
Movilización desde abajo
Durante los días que duró el debate hubo fuertes movilizaciones, que fueron una suerte de continuidad de los cacerolazos y asambleas populares que empezaron a surgir desde el anuncio del mega DNU los primeros días de la nueva gestión.
Los cacerolazos iniciados en diciembre levantaban las consignas “la patria no se vende” y exigían a la CGT un paro general, que finalmente se llevó adelante el pasado 24 de enero, con la afluencia de cientos de miles de trabajadores. Esta presión social derivó en que la Cámara Federal del ámbito laboral falló declarando inconstitucional todo el capítulo laboral referente del DNU. Sin embargo, la CGT no le dio continuidad al plan de lucha, por lo que la convocatoria a las movilizaciones contra la ley ómnibus quedaron en manos de las asambleas y las organizaciones de izquierda.
Primer día: desafío al protocolo represivo
El miércoles 7, las banderas de las organizaciones políticas y sociales comenzaron a desplegarse frente al Congreso desde las 17hs. Un fuerte operativo policial intentó evitar que se corte Avenida Rivadavia, generando incidentes con los manifestantes y represión con gas pimienta y palos. Más tarde, la policía disparó balas de goma y golpeó a periodistas.
Al difundirse las imágenes de la represión, activistas y ciudadanos empezaron a dirigirse a la Plaza, generando el momento de mayor convocatoria pasadas las 21hs. También algunos sectores de Unión por la Patria, como Grabois y la CTA, convocaron a movilizarse en repudio a la represión.
Un actor social nuevo apareció en las movilizaciones, jóvenes autoconvocados dispuestos a desafiar a la policía, que se encontraba estableciendo un cordón con escudos a la altura del Cine Gaumont. Tras algunos incidentes y la fuerte denuncia en redes sociales de los hechos de represión, la policía terminó liberando la calle. El paso a cuarto intermedio de la sesión se vivió como un triunfo y fue festejado por la multitud.
Sin embargo, en el marco de la desconcentración, la policía arremetió contra un grupo de mujeres militantes de la UCR, a quienes golpeó y llevó detenidas sólo por estar sentadas cantando el himno, lo que culminó en que la Juventud de la UCR se sumara a la convocatoria para movilizar al día siguiente.
Segundo día: represión y nueva dilación
Por la mañana, los diputados fueron entrevistados a medida que llegaban para incorporarse al recinto. Oscar Zago, jefe del bloque de diputados de La Libertad Avanza, llegó a afirmar que “la policía no había reprimido a los periodistas, sino que habían sido los manifestantes quienes golpearon a los noteros televisivos”, un cara de piedra. Más tarde, Patricia Bullrich tuvo que reconocer la agresión a periodistas, sugiriendo que usen distintivos para poder distinguirlos de los manifestantes.
La convocatoria del segundo día fue más numerosa y también más tensa. Los manifestantes fueron duramente reprimidos por la policía, que intentó desalojar la plaza con gases y balas de goma. La represión cobró tal magnitud que los diputados del Frente de Izquierda y Unión por la Patria terminaron abandonando el recinto para armar un cordón y proteger a los manifestantes.
En esos momentos, La Libertad Avanza había logrado cerrar los acuerdos con el resto de las fuerzas y contaba con los votos necesarios. Se esperaba que la ley fuera aprobada a la madrugada, pero la ausencia de los diputados de la oposición hubiera quitado legitimidad a la votación. Decidieron finalmente pasar a un cuarto intermedio. Además, los gobernadores de Juntos por el Cambio aún continuaban negociando la coparticipación de varios impuestos y le plantearon a Milei que no mandarían a sus diputados a votar a favor de la ley sin hasta que no se resuelvan sus requerimientos.
Tercer día: el peronismo abandonó la calle
Una enorme movilización convocada por todos los sectores opositores a la ley ómnibus podría haber generado que la sesión tuviera que volver a suspenderse el tercer día, poniendo en crisis su aprobación, pero el peronismo decidió abandonar la calle y jugar solamente como oposición en el parlamento.
Mientras en el Congreso los diputados de la UCR levantaban la mano configurando una flagrante traición a sus propios valores republicanos, el kirchnerismo se oponía con discursos tibios y, fuera del Congreso, la izquierda y el activismo de las asambleas realizaba un festival convocado por el colectivo de artistas Unidos por la Cultura.
Resistencia Socialista, junto a Opinión Socialista, el MST, el PO y el resto de las fuerzas de izquierda, conformaron un cordón de seguridad para proteger el festival de la policía, que amenazaba con avanzar sobre la manifestación.
La policía reprimió a un grupo de manifestantes sobre la calle Rivadavia luego de que la policía lograra dividirlos del conjunto de la manifestación.
La desconcentración contó con la dificultad de que la policía había bloqueado cada una de las calles adyacentes a la plaza, amedrentando a los manifestantes. Varios activistas fueron detenidos cuando intentaban abandonar la plaza, y les elaboraron un acta en el que se les impide acercarse nuevamente al Congreso, una violanción grave al derecho a la protesta similar a lo ocurrido días atrás en Mendoza.
Una pelea abierta
En las asambleas y espacios de discusión se está procesando un debate sobre cómo seguir. Lejos de estar desanimados, los activistas comienzan a impulsar cursos de primeros auxilios, problematizar la autodefensa y la formación de cordones para proteger las columnas ante la represión policial.
A pesar de que la aprobación de la ley representa un golpe, la pelea no está perdida. Para que el proyecto obtenga carácter de ley todavía debe ser aprobado en particular, artículo por artículo, y luego pasar la prueba en Senadores. Los acuerdos parlamentarios aún son frágiles y los distintos bloques tienen diferencias entre sí alrededor de la radicalidad y profundidad de las reformas.
Las jornadas de esta semana, así como el enorme paro general de la CGT del pasado 24 de enero, demostraron que la presión callejera es un factor necesario para torcer la balanza a nuestro favor. Necesitamos redoblar la organización desde abajo en las asambleas y espacios populares y mantener la presión durante cada día del tratamiento, exigiendo a los K y a los gremios peronistas que convoquen a acciones de lucha y movilización.
La pelea sigue siendo por la derogación de la ley ómnibus y el mega DNU que atenta contra nuestros derechos más elementales. La experiencia del nuevo activismo en la lucha contra los ataques del Gobierno es un baluarte para las batallas que se vienen. Podemos ganar.