Rosa Luxemburgo ironizaba con el título que rezaba la prensa alemana tras la derrota del alzamiento espartaquista en 1919: “El orden reina en Berlín”.
Un ejército derrotado en la Primera Guerra Mundial que volvía sus armas contra 300 espartaquistas apresurados, que no conectaron con un fervor revolucionario de las masas.
Hoy, usando la frase y salvando las astronómicas distancias, podemos decir que “el orden reina en Buenos Aires”. Los mercados, inquietos por los desafíos de la calle ante la represión de Milei, pueden respirar y continuar su saqueo de bonos al 80% de interés, pagado con el dinero del FMI, que nos deja más deuda y el ajuste a los jubilados, hundiéndolos aún más en la miseria.
El relato de “los barrabravas” en las marchas, el operativo de seguridad inmenso, los altoparlantes prometiendo represión, los infiltrados y la escenificación de un “teatro antidisturbios” metieron, evidentemente, miedo en la población.
Adentro del Congreso, radicales, peronistas, lilitos y pichetistas votaron un DNU que faculta a Milei a firmar el acuerdo que quiera con el Fondo sin siquiera mostrar la letra chica. Es decir, los diputados votaron a ciegas un acuerdo con el Fondo cuyas consecuencias desconocen totalmente.
Entienden que una mayoría social sigue con el Gobierno y no quieren abandonar el barco antes de que lo abandone la sociedad. Son políticos profesionales: se dedican a representar lo que la sociedad ya es, no a intentar transformarla. Son surfeadores de las olas del humor social a cambio de privilegios de casta, no revolucionarios. Ayer kirchneristas, hoy libertarios, mañana, quién sabe.
Desde el extremo izquierdo es difícil acusarlos sin ninguna representación más que la de la propia voz. La política tiene sus leyes, y romperlas con éxito solo es posible en momentos de gran efervescencia social. Evidentemente, este no es el caso.
Los gobernadores se excusan diciendo que, si no votan las leyes libertarias, Milei les corta los envíos de fondos discrecionales y se quedan sin pagarles a los docentes. De esta manera, se muestran condenados a apoyar a un Gobierno que los quiere destruir, para no perecer antes.
Todos esperan el momento “en el que la gente se dé cuenta”. La “gente”, si eso existiese como un todo simple y homogéneo, solo ve a los “mismos de siempre” especulando, tal y como siempre lo hicieron.
“¡Esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena”, enuncia Rosa Luxemburgo, y así fue, lamentablemente, en un sentido bastante distinto. Lo que le siguió al gobierno socialdemócrata fue el nazismo. En este caso, los amigos de los nazis de Alternativa por Alemania son los que están en el poder. No sabemos qué podrá venir.
Por lo pronto, es momento de explicar y explicar. El problema del acuerdo con el Fondo es que simplemente financia la bicicleta financiera, que solo enriquece a unos cuantos fondos de inversión y empobrece a los argentinos.
El problema de los jubilados es que más de 5 millones cobran menos de 500 mil pesos y casi 3 millones perciben 350 mil. Es decir, nuestros viejos comen salteado y toman los remedios por la mitad porque no les alcanza.
El problema de la alternativa política es que se discute si “es con Axel” o “es con Cristina”, o tantas otras cosas, sin pensar en un proyecto.
Hoy no hay mucho más para decir. El orden reina en Buenos Aires, seguramente no por mucho.
