Cientos de miles de trabajadores movilizaron en todo el mundo por el primero de mayo. Millones pasaron un feriado con sus amigos y familia. Miles de millones trabajaron como todos los días. Por conciencia y privilegio, formo parte del primer grupo.
Me levanté temprano para ir a la marcha que se organiza todos los años el primero de mayo en Santiago de Chile. La convocatoria de diversas organizaciones era a las 09:00. La marcha comenzaba una hora después frente a la sede de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), ubicada en la Alameda.
Por las calles de Santiago se notaba que era un día feriado. Escaso tráfico vehicular y poca gente caminando por las calles a esa hora de la mañana. Antes de tomar el metro en la estación Rondizzoni veo que llegan un par de vendedores ambulantes a poner sus mercaderías sobre unos paños en el suelo. Para ellos no hay feriado.
El sector informal de las y los trabajadores en Chile representa una gran masa. Algunas cifras estiman que el 27% del empleo es informal, es decir, sin cotizaciones previsionales y de salud. “Emprendedores” es uno de los eufemismos que habitualmente encubren esa realidad. “Independientes”, es otro. Economía de subsistencia parece más bien.
En el metro (subte, le dicen tras la cordillera), veo gente joven –y no tanto- con audífonos mirando el celular. Recuerdo entonces la lógica de los algoritmos digitales que organizan y segmentan la vida social. La digitalización de nuestra vida social cada vez se encuentra más mediada por empresas de tecnología que nos muestran aquello que queremos ver, bajo la lógica de algoritmos, diseñados en función de nuestros gustos e intereses. Cada uno vive en su propio mundo digital, incluso en el día internacional de las y los trabajadores.
Al llegar a la estación del metro Los Héroes tengo que tomar una decisión. Por la Alameda hacia el poniente se realiza la concentración de la Central Clasista de Trabajadores. Al oriente, mirando hacia la cordillera de los Andes, está la que realiza la Central Unitaria de Trabajadores. Pienso qué haría un trabajador en mi lugar y me dirijo a la que tiene mayor convocatoria.
La tasa de trabajadoras y trabajadores sindicalizados en Chile muestra una tendencia a la baja en los últimos años. Menos del 20% se encuentra en un sindicato. Y solo un 3,9% de las empresas cuenta con una organización sindical. Según cifras de la Encuesta Laboral (2023) solo 977.649 personas que trabajan se encuentran afiliadas a un sindicato, mientras que 3.923.727 no lo están, el 80%. La marcha del 1° de mayo en su mayoría convoca a los sectores organizados de trabajadores.
Más allá de cifras en la marcha había muchas personas. Miles de personas de distintas edades. Me llamó mucho la atención la enorme cantidad de personas que se agrupaban bajo las banderas de Comités de Vivienda, Comités de Allegados y Comités de Pobladores de distintas comunas de la Región Metropolitana, principalmente de La Pintana, pero también de Conchalí, Paine, Santiago. Eran la mayoría de las personas que asistían a la marcha.
El problema de la vivienda es grave en el país. Un estudio reciente estimaba que 108.954 personas viven en tomas a lo largo del país. Es la solución que han encontrado las y los pobladores para enfrentar lo que el gobierno calificó como “crisis habitacional”. Solo en la Región Metropolitana habría 38.052 personas en distintas tomas de terrenos (en las comunas de Talagante, Puente Alto, La Florida, Maipú, Cerrillos, Lampa, Colina). Incluso se habla de megatomas. La más numerosa está ubicada en el litoral central en la comuna de San Antonio (Región de Valparaíso) donde viven más de 14 mil personas.
“Luz de esperanza”, “Todos por un sueño”, “Las llaves soñadas”, “Mi casa. El futuro de mis hijos”, son algunos de los nombres que llevaban los Comités de Vivienda y de Allegados que marcharon hoy. Otros levantaban consignas como “¡El techo es un derecho!”, “Por el cambio de constitución y el derecho a la vivienda digna”. Uno de los cánticos era “De norte a sur, de este a oeste. Daremos la pelea, cueste lo que cueste”. Esperanza, sueños, dignidad, solidaridad, son las palabras que más se repetían en las varias cuadras con las que familias completas copaban la Alameda.
Es cierto que también esta fecha permite medir fuerzas entre las distintas organizaciones políticas y sindicales, en su capacidad de convocatoria y movilización. Las que estuvieron de este lado de la Alameda eran principalmente del arco oficialista y de izquierda. La coalición gobernante marchó junto a sus candidatas presidenciales.
Junto a la columna del PS, PPD y PR, se pudo ver a la exministra Carolina Tohá, representante del así llamado “socialismo democrático”. Una formación política que adhiere a una economía de mercado con atenuados mecanismos de redistribución.
También se pudo ver a la candidata del PC, Jeannette Jara, que tiene mucho de los atributos de la expresidenta Michelle Bachelet, por el carisma, simpatía y simpleza de su mensaje.
La figura del PC se hizo conocida tras llevar a cabo una anhelada reforma del sistema de pensiones como ministra del trabajo. Sus simpatizantes enfatizan el logro de generar un consenso entre las distintas fuerzas en el parlamento. Mientras que sus críticos –algunos de ellos dentro de su mismo partido y sector- acentúan los límites de la reforma que no afecta el funcionamiento del sistema de capitalización individual con el que opera el sistema previsional chileno.
No sólo hubo organizaciones del oficialismo. También se movilizaron otras fuerzas políticas de izquierda. Entre las que destacaban UKAMAU, Solidaridad para Chile y Movimiento Internacional de Trabajadores.
Sin embargo, la columna de trabajadoras con mayor masividad fue la dirigida por el Sindicato Interempresa de Manipuladoras de Alimentos, que agrupa principalmente a las trabajadoras que se desempeñan en el sistema educacional chileno de la Región Metropolitana. Son quienes permiten que miles de niñas, niños y jóvenes puedan alimentarse en sus Escuelas y Liceos para continuar estudiando.
Una de sus consignas decía “50×1”. “Lo que estamos pidiendo es que sea una manipuladora por 50 raciones”, me explicó una de ellas. Actualmente una manipuladora está a cargo de aproximadamente 70 raciones, lo que genera una alta sobrecarga de trabajo. En mil quinientas personas, fue la cifra que estimaron tuvo solo su convocatoria.
A pesar de la enorme capacidad de convocatoria del Sindicato de Manipuladoras de Alimentos, no vi que pudieran subir al escenario que se había montado frente al Centro Cultural Gabriela Mistral. Donde tienen la palabra los dirigentes de la CUT, que comparten la política del oficialismo. Tampoco las otras organizaciones de izquierda.
Al escuchar nuevamente el discurso que se pronunciaba por altos dirigentes sobre “continuar con los cambios estructurales” que al menos yo no veo, decidí volver.
Por los altoparlantes del metro se escuchaba que habían “disturbios e incidentes” en las estaciones del metro Unión Latinoamericana y Estación Central. Hacia el poniente de la capital, donde se concentraba la otra marcha.
Al bajar cerca del Parque O’Higgins vi familias disfrutando el feriado, gente haciendo deportes. La ciudad me pareció dividida en algoritmos. Un obstáculo que ojalá podamos superar.
