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    Milei dijo “culo”

    Pisamos siempre el palito. Milei dice una barbaridad, todos nos indignamos y no nos dedicamos a explicar lo que está haciendo realmente.

    “Todos y cada uno merecemos respeto, paz y tolerancia. Usted tiene una enorme responsabilidad. Cada uno es lo que dice. No se trata de ‘formas’. En democracia, las formas son el fondo. Las palabras son importantes. De hecho, todos sabemos que son el lugar donde siempre comienza la violencia”, dijo Horacio Rodríguez Larreta en una “carta abierta” a Javier Milei, en la que le pide por favor que no insulte tanto. ¿Puede alguien ser tan llorón?

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    Además, Larreta comentó que su think tank hizo un estudio pormenorizado sobre qué insultos dijo Milei y cuántas veces usó cada mala palabra: “Desde que asumió la presidencia de la Nación, usted ha utilizado 32 términos para insultar y descalificar a personas e instituciones… ¡en 2.173 oportunidades! Solo a través de su cuenta en la red social X. Entre los términos despectivos que más ha utilizado se cuentan ‘zurdos’ (301 veces), ‘degenerados’ (184) o ‘hijos de puta’ (110)”.

    En el mismo “estudio” se comentó que Milei dijo “culo” una docena de veces. Obviamente, el estudio de Larreta está apuntado a la gente de clase media, respetuosa del buen hablar y los modales correctos. Quiere que la gente se indigne y diga: “Qué barbaridad, ¿cómo va a hablar así? Es el presidente”. Creo que al exalcalde porteño le pasa lo mismo que nos pasa a todos los que hacemos periodismo, política o simplemente intentamos entender qué pasa: seguimos pensando en la Argentina de hace un año, o tal vez pensamos en la Argentina que creíamos tener hace un año.

    Larreta, un dirigente del PRO, funge de progre a destiempo, cuando ya es mala palabra. Menos puntería que pelo, pero bueno. ¿Quién es uno para juzgar?

    Nadie se indigna porque Milei diga “culo”, “mogólico” o “ratas, pedazos de sorete”. La gente dice lo mismo todos los días. A los únicos que les importa todo eso es a la política profesional y a los periodistas, que, en muchos casos, parecemos nostálgicos de una democracia perdida allá en el alfonsinismo.

    Milei, el presidente, habla como un argentino promedio, como un integrante de los sectores populares. Esos sectores que siempre se vieron a sí mismos con complejos de inferioridad en relación con la clase media bien hablada, progre, elocuente y agradable. Pero eso ya no existe más. Ahora, los sectores populares se hincharon los huevos de escuchar a la clase media, que siempre les dijo qué pensar y a quién votar. Ya se hincharon los huevos de la doble moral progre de enojarse con la estigmatización a los villeros mientras cruzan la calle si ven a un pibe de gorrita.

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    En resumidas cuentas, los sectores populares dejaron de creer en la clase media porque cada vez que les dijimos que voten algo, siempre fue una cagada.

    Además, muchas veces dábamos órdenes u opiniones desde los privilegios que nunca supimos reconocer. La cuarentena, por ejemplo. No cualquiera hizo cuarentena. La gran mayoría de los argentinos tuvo que ir a laburar. Algunos porque trabajaban en fábricas; otros porque eran vendedores ambulantes o hacían changas de construcción. No todos “se quedaron en casa”. Viajaban con los trenes atestados y después tenían que escuchar al profesor Alberto que les decía que había que cuidarse y que la curva estaba subiendo por la violación a la cuarentena.

    Los pobres le dijeron basta al kirchnerismo, al progresismo, a lo políticamente correcto y a adoptar los modos de la clase media. ¿Está mal eso? Sinceramente, no lo sé. Obviamente, no se pueden reivindicar los malos tratos e insultos constantes que existen en el trato cotidiano de la familia promedio de la clase trabajadora precarizada. Sin embargo, el doble discurso progre clasemediero tampoco me agrada.

    Volviendo al Gobierno, lo paradójico es que un proyecto de ayuda a los capitales financieros y al campo, es decir, a los sectores que más dinero hacen en el país, está sostenido, bancado y militado por los sectores populares.

    ¿Caemos siempre en las trampas de Milei?

    El filósofo y escritor italiano Giuliano Da Empoli escribió en Ingenieros del caos una síntesis pormenorizada de la estrategia comunicacional de la extrema derecha en el poder: proferir insultos y exabruptos para que toda la opinión pública opositora y bien pensante se quede diciendo “Milei dijo culo” o “Trump se rió de un mexicano” o lo que fuese. Mientras tanto, avanzan los recortes a jubilados, los RIGIS y las reformas laborales.

    Hace tantos años que el progresismo es sinónimo de doble discurso y de poner lo simbólico por encima de lo material, que le es prácticamente imposible no caer en cada una de las trampas de estos ingenieros del caos.

     

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