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    El Joker ganó las elecciones y la interna del PJ

    El peronismo desangelado por un personaje que parece villano de comics, no encuentra su rumbo. ¿Qué hay detrás de la pelea entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof? ¿Por qué el hijo de Cristina Kirchner dice que “no hay que patalear por el veto de Milei? ¿Qué diferencias políticas hay entre el gobernador bonaerense y CFK?

    Joker 2: Folie à Deux, fue un fracaso de taquilla en todo el mundo menos en Argentina. A lo largo y ancho del país, en los primeros 11 días de estreno, cosechó 400 mil espectadores. Nada mal para una película que fue asesinada por improvisados, aunque populares, críticos de redes sociales. ¿La secuela del enfermo psiquiátrico devenido en símbolo social interpretado por Joaquín Phoenix dice algo de nuestra realidad nacional, o será simplemente el gusto de lo Argentino por lo oscuro y triste? Algo que, viniendo del país del tango y el psicoanálisis, no sería tan extraño.

    La primera del Joker terminó con un gran proceso de rebelión popular de los habitantes de Ciudad Gótica contra todo el poder establecido, tanto político, como policial y mediático. En el año de su estreno, 2019, hubo rebeliones populares en Chile, Ecuador y el Líbano. Las personas salían a la calle vestidas de Joker. La bronca que había expresado el Joker en la primera parte fue interpretada por izquierda. La protesta contra los gobiernos que ajustan los programas de salud, al igual que en Ciudad Gótica y el enfrentamiento con la policía.

    Esta segunda entrega cayó muy diferente. Luego de mirar la película con amigos, no pude dejar de pensar que, en Argentina, el Joker ganó las elecciones. El Joker sintoniza con los bulleados por el sistema, los políticos que ajustan, engañan, los medios y la clase media progre que te dice cómo pensar, los sindicalistas que viven como millonarios, mientras entregan tus derechos y la militancia peronista acomodada en cargos estatales.

    En Argentina se votó a un tipo que grita, insulta y hace caras de supervillano mientras agita una motosierra. Muchos de sus votantes sabían (y saben) que están pagando el ajuste, pero están felices con que se terminen los planes, se eche gente del Estado, haya perdido el kirchnerismo y se cierren dependencias públicas que se presumían no muy útiles. “Se les terminó el curro”, vociferan en redes sociales mientras perdieron más de un tercio de poder adquisitivo. Se pedía un reset, un ajuste purificador que termine con todos los privilegios de quienes trabajaban en un puesto del Estado y se iba dos semanas de vacaciones. El triunfo de MIlei es una victoria de los grandes empresarios y la oligarquía terrateniente, pero se vivió como la revolución de los pobres contra la clase media bien pensante y privilegiada.

    En una entrevista la militante de Patria Grande y ex legisladora porteña, Ofelia Fernández, ella dijo que “le daba paja” la interna del peronismo y que, en primer lugar, todavía no se había entendido por qué había ganado Milei, ni cuán grande era la decepción del pueblo con el último Gobierno peronista para que se identifique con este personaje tan extravagante.

    El peronismo todavía parece estar grogui. No entendió cómo esta vez ellos son los malos, no entienden por qué la gente está tan enojada con ellos y, en muchos casos, tan de acuerdo con Milei a pesar del ajuste. “Más vale una verdad difícil a una mentira confortable”, repite el Presidente cada vez que tiene que dar malas noticias. El libertario, por momentos se maneja como un genio de la comunicación, como si estuviera completamente seguro de la fibra sensible que está tocando en la sociedad.

    Durante el gobierno de Alberto Fernández todo era mentira. Las restricciones en la pandemia por momentos solo complicaban a la sociedad. Mientras la clase media progre, se “quedaba en casa” con sus trabajos estatales que podían hacer por zoom y posteaban en redes regañando al resto sobre la necesidad de los cuidados, los trenes iban atestados de obreros que estaban obligados a llevar barbijo y tenía a sus hijos encerrados en la casa, sin clases.

    Además, las internas permanentes entre el kirchnerismo y el resto del peronismo eran un minué insoportable al que nos sometió el cristianismo para despegarse de Alberto. Como si la sociedad no le adjudicara responsabilidad a Cristina Kirchner por haber armado un gobierno de ajuste y desigualdad. Mientras la gente perdía poder adquisitivo, las empresas de alimentos como Arcor, Molino Río de la Plata y otras tuvieron ganancias récord.

    La interna desatada en la actualidad es la interna del kirchnerismo. De la fuerza política que vio lo que estaba pasando, lo denunció en tiempo y forma y no hizo nada para impedirlo. Las cartas de CFK, el discurso de Cristina acerca de “tener cuidado para que el crecimiento no se lo lleven tres o cuatro vivos”, la renuncia de Máximo Kirchner como presidente del bloque de diputados por el acuerdo con el FMI, la protesta por las tarifas y finalmente el amague de las renuncias. Todo esto en el marco de la “gestualidad”. Nunca se utilizó la fuerza del kirchnerismo, tanto en el palacio, como en la calle para frenar aquello que se denunciaba.

    Pero la discusión entre Máximo Kirchner, Cristina y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, no refiere al balance del anterior Gobierno, lo expresa de una manera distorsionada. Finalmente, a diferencia de otras internas peronistas, como la de Duhalde y Menem, que tenía el centro en salir o quedarse en la convertibilidad, la interna actual solo discute el rol de Cristina Kirchner.

    La traducción de la interna es algo como: “si te equivocaste con Scioli, que ahora está con Milei, con Alberto, que hizo un gobierno pésimo, y con Massa, que se fue con un fondo buitre, tal vez no tenés que elegir más los candidatos, hay que compartir la lapicera”. Frente a esto, el kirchnerismo responde como una secta: “traición”, “deslealtad”, “desagradecimiento”.

    Por otra parte, hay tácticas distintas de como enfrentar a Milei. Si en la izquierda la movilización sigue siendo el canal prioritario para resistir, en el peronismo kicillofista hay una épica de las grandes marchas a las que el gobernador bonaerense asiste.

    En el caso del kirchnerismo, se sacó la conclusión de que no se tiene mayoría en la sociedad y que debe dejarse que Milei ajuste, se queme, y luego la sociedad se defraude. Olvida Kirchner lo que dijo el genial Rodolfo Walsh: “la verdad se milita”.

    Muchos de los ajustes que viene sufriendo la sociedad se entienden como una corrección de errores del kirchnerismo de gobiernos pasados. ¿Por qué la sociedad sacaría de modo natural la conclusión que La Cámpora está necesitado para sus fines políticos?

    En esta misma línea, Máximo Kirchner dijo en dos actos seguidos que “hay que dejar de patalear con el veto, porque es una facultad constitucional del Presidente”, y agregó que la única manera de enfrentar a Milei y al veto es “votando al peronismo en el 2025”.

    ¿No será que Máximo y Cristina quieren que Milei y Caputo sean su Duhalde y Remes Lenicov”, es decir, que hagan el ajuste fiscal y la devaluación necesaria para ordenar la macro mientras tienen a la gente empobrecida para que vote luego a un Gobierno peronista que, por más mediocre y tibio que sea, siempre va ser mejor visto que esta pesadilla?

    ¿No es una manera de seguir engañando a la gente, de seguir haciéndole bullying a la sociedad? ¿No es una maniobra que sigue representando lo basura que es la política tradicional contra la que la gente decidió rebelarse votando a Milei?

    Además, Máximo dijo esto dos veces: una cuando había movilizaciones para luchar contra el veto del Presidente a la ley del incremento de los haberes jubilatorios y otra vez cuando una oleada de tomas universitarios tomó 100 establecimientos bajo la consigna “si hay veto, hay toma”.

    Por su parte, Axel Kicillof defiende su autonomía como puede. No quiere ser un presidente con poder prestado, como Alberto Fernández, eso hace que esté obligado a pelearse un poco con Máximo. Lo que todavía no está claro es si Kicillof está dispuesto a romper definitivamente con Cristina Kirchner. Probablemente aún no, porque aún carece de un claro perfil “no kirchnerista”. De hecho, durante años fue una de las figuras claves del entorno de Cristina.

    Una interna que refleja la crisis del kirchnerismo como identidad y de la conducción de CFK en particular, dos cosas que, por momentos parece ser la misma. ¿El Joker se llevará puesto el kirchnerismo, así como el de la crisis del 2001 se terminó llevando puesto, no solamente a la Alianza, si no que también al menemismo? Por otro lado, Juan Grabois, asoma por la izquierda de la interna con planteos programáticos y una retórica mucho más combativa. Todavía no queda claro cuál es el grado de independencia de Cristina Kirchner, razón que lo puede llevar a no poder canalizar electoralmente la resistencia contra el gobierno de Milei y su gradual pérdida de popularidad.

    La política tiene horror al vacío y así como surgió Milei en el 2021 como actor político y en 2023 era presidente haciendole morder el polvo al macrismo, tal vez surja otra fuerza, que deje al peronismo rezagado. No parece estar enfocado en sacar las conclusiones correctas y dotarse de un programa que responda a las necesidades y el sentir de la sociedad. Enfrascados en una interna que solo les resta y los hace ver como Milei los describe: una casta alejada de la sociedad, solo preocupada por mantener el poder.

     

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